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¿A qué va Jinping a Cuba?, Por Roberto Álvarez Quiñones PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Lunes, 21 de Julio de 2014 09:42

Si la reciente visita de Vladimir Putin a Cuba, más que económico, tuvo un objetivo eminentemente geopolítico y antiestadounidense, la que el líder chino Xi Jinping comenzará en las próximas horas en La Habana tiene ambos componentes, con fuertes ribetes económicos y a la vez un claro tufo político.

China, al igual que Rusia, quiere ganar espacio e influencia como gran potencia mundial. Aspira sobre todo —por ahora— a tener la mayor economía del mundo, título que ostenta Estados Unidos desde 1872.

Y aquí es necesario aclarar que con 1.400 millones de habitantes China debiera tener la mayor economía mundial desde hace 150 años por lo menos. Con tanta población un país puede —y debe— tener cifras impresionantes en cualquier cosa. Si hoy China no es la mayor economía global es culpa del Partido Comunista, que aún sigue gobernando. Bajo el liderazgo de Mao Tse Tung, dicho partido prohibió la propiedad privada, colectivizó las tierras campesinas, impidió el desarrollo, y causó la muerte por hambre o fusilamiento de 65 millones de personas.

Sólo después de la muerte del "Gran Timonel" se realizaron las reformas capitalistas que han permitido que el tamaño de la economía china se corresponda más con el de su enorme población. Y punto.

Además, China puede que tenga en 2030 la mayor economía mundial, pero no la más avanzada. Su Producto Interno Bruto (PIB) per cápita —hoy inferior al de Perú—, la innovación tecnológica, la sofisticación de su economía y el nivel de vida de su población serán todavía muy inferiores a los de las naciones occidentales. Por ejemplo, para que los chinos hubiesen tenido en 2013 un ingreso per cápita similar al de los canadienses ($51.911), su PIB debió haber sido de $69 billones, y no de $8. O sea, China debió haber producido el 96% del PIB de todo el planeta, que fue de $71.8 billones según el Fondo Monetario Internacional.

Volviendo a la visita de Xi Jinping, obviamente para ganar un mayor espacio económico global, China necesita no sólo materias primas de Latinoamérica, sino convertirse en un proveedor de capitales y de productos de alto valor agregado. Debe constituirse en gran inversionista en la región. A eso aspira y dinero le sobra. Beijing cuenta con reservas monetarias por más de 3.4 billones de dólares, con los cuales podría comprar media Latinoamérica si se lo permitiesen.

En esa estrategia expansiva china, Cuba es un buen socio político, pero no tanto económico. China sigue siendo oficialmente un país comunista y cuenta con el apoyo cubano para las peores causas en la escena internacional. Los Castro alientan a Beijing a enfrentarse a EEUU y a restarle protagonismo a todo Occidente. La Habana está es un voto seguro prochino (y proruso) en la ONU y en cuanto organismo internacional hay en el mundo. Y eso merece una recompensa.

Lo que pasa es que el desastre socialista en Cuba tiene tales dimensiones que en el plano económico no es mucho lo que le puede ofrecer, ni Cuba a China, ni viceversa. La economía cubana se halla en ruinas. Y la gerontocracia "histórica" se niega irracionalmente a liberar las fuerzas productivas y hacer reformas parecidas a las chinas, que fueron lanzadas en 1978 con la sorprendente consigna anticomunista de "enriquecerse es glorioso".

En tales condiciones no es mucho realmente lo que pueden hacer los empresarios y los capitales chinos en la Isla. Por ley estarán atados al improductivo sector estatal castrista. Y el régimen no va a permitir asistencia financiera china ni tecnológica para fomentar un sector privado, ni para hacer crecer a los cuentapropistas, a quienes teme más que Drácula a la cruz.

China quiere estar 'dentro'

Sin embargo, hay un elemento que seguramente Beijing percibe como muy atractivo. El liderazgo chino sabe que en algunos años más, con los Castro y los "históricos" ya muertos, o demasiado ancianos, habrá cambios económicos en Cuba, se levantará el embargo estadounidense y a la Isla acudirán inversionistas de EEUU y de todo el mundo.

Y ahí está el detalle. China quiere estar "dentro" (como Rusia y Brasil) cuando eso ocurra. Y para ello está dispuesta a aprovechar la ventaja que le da la actual "hermandad" para comenzar a posicionarse hábilmente en algunas ramas o sectores económicos cubanos en los que las inversiones pueden tener sentido, o porque pueden ser rentables con la participación china, o porque tienen un futuro seguro aunque por el momento tengan un bajo retorno del capital invertido y obtención de ganancias.

Por eso es de esperar que durante la visita del gobernante chino a la Isla se produzcan acuerdos millonarios en materia económica. Claro, la letra pequeña en tales anuncios (la que no se publica ni se divulga en la TV), es que detrás de esos eventuales acuerdos entre ambas dictaduras se mueve el deseo chino de que, o que desaparezcan de una vez los Castro y su añeja claque estalinista, o se realicen de alguna manera los cambios que sí podrían dar a China un protagonismo excepcional en Cuba, sobre todo en la era postcastrista.

Otro factor de interés para Jinping  podría ser la necesidad que tiene Cuba de importarlo todo, incluyendo equipos y maquinarias, alimentos, medios de transporte, materias primas, y materiales para construir infraestructura vial, puertos, aeropuertos, y artículos de consumo de todo tipo.

Lo que pasa es que Cuba no tiene dinero para adquirir todo eso. Los Castro sólo pueden exportar a China unas 400.000 toneladas anuales de azúcar y algunos otros productos primarios de poco valor agregado, salvo ciertos medicamentos y productos de la industria bioquímica de La Habana.

La amistad a un lado

Para los pragmáticos chinos la amistad es una cosa y los negocios son otra. Por mucha luna de miel que haya, China no está dispuesta a otorgar créditos comerciales en grande a un Gobierno que nunca paga lo que debe, y que tiene una deuda  de más de $35.000 millones con el Club de París. A la propia China Cuba le debe dinero.

De manera que los anuncios de concesión de créditos probablemente serán muy puntuales y cuidadosos por la parte china, que algo tiene que dar a cambio de la lealtad política del castrismo.

En tanto, esta vez el pueblo cubano no parece muy dispuesto a hacerse nuevas ilusiones con la visita del dictador chino, pues sabe que luego se van a desinflar. Con China no funciona la gratuita "hermandad solidaria socialista" de estilo soviético, o chavista. No funcionó ni en los tiempos en que un sonriente Mao Tse Tung recibía muy amistosamente a cuanta delegación cubana llegaba a la capital china.

Y menos va a ocurrir ahora cuando en esa extensa nación asiática inevitablemente se va desmontando poco a poco el socialismo y consolidando un capitalismo de Estado cada vez más cercano al modelo económico fascista y más lejos del diseñado por Carlos Marx.

En fin, todo lo que se logre en este encuentro Jinping-Raúl Castro tendrá un bien calculado beneficio para el socio asiático. La dictadura castrista dirá que "del lobo, un pelo" y cantará igualmente victoria.

DIARIO DE CUBA

 

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