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Lunes, 02 de Noviembre de 2020 00:42

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Poster tomado de Google.com


Por Jorge Hernandez Fonseca.- 

El análisis objetivo de Donald Trump como presidente debe partir de la base de su eficiencia en el cargo. En más de tres años de gobierno (sin contar el tiempo de pandemia) consiguió bajar los impuestos, con lo cual materializó un crecimiento inédito de la economía, disminuyó a valores insignificantes el desempleo, colocó la bolsa de valores en niveles nunca antes vistos, consiguió desreglamentar buena parte de la burocracia para facilitar el ritmo de operación empresarial, revisó el tratado NAFTA volviéndolo más favorable a EUA, lucha actualmente contra China con éxito para someter al gigante asiático en cuanto a la burla de las patentes norteamericanas y para nivelar la desfavorable balanza comercial y sobre todo, para preservar el liderazgo de Estados Unidos en el Siglo XXI.


El fenómeno Donald Trump

Donald Trump es de una personalidad controvertida. Hacer un análisis integral y objetivo de su persona, con mandato como presidente de los Estados Unidos de América, es complicado, porque en los años que lleva al frente de la Casa Blanca ha enfrentado una campaña mediática en su contra como pocos presidentes electos han tenido desde el inicio de su gobierno, sin entrar en el análisis de los méritos (o no) del contenido de las publicaciones que incesantemente hablan contra su gobierno, su persona y familia. Estos tres años, extendidos a buena parte del cuarto año, ha estado sometido a la presión de una investigación de traición a los Estados Unidos, sospechoso de haber colaborado con Rusia en sus intentos de intervenir en las elecciones norteamericanas beneficiándose con ese hecho y de un posterior proceso de impeachment para destituirlo, ambos fracasados. De la larga y costosa investigación sobre Rusia no ha podido probarse nada en su contra, hasta hoy y finalmente, el responsable de dicha investigación ha dicho no haber encontrado pruebas de la culpabilidad del presidente. Con respecto al impeachment, tampoco pudo probarse nada que pudiera tomarse como base para separarlo de la presidencia, quedando totalmente absuelto de todos los cargos en su contra.

Se supone que ahora, como base de su campaña para las elecciones presidenciales, desate un ataque feroz contra el partido adversario, ataque que se prenuncia siendo no solamente contra el candidato adversario, sino contra todo el establishment del partido demócrata, incluyendo al presidente Obama.

Por otra parte, su personalidad proveniente del mundo de los negocios y el espectáculo, lo convierte en una contraparte polémica para cualquier contrincante, porque está activo y continuamente presente en los medios masivos de comunicación, nacionales e internacionales con puntos de vista siempre polémicos.

Hay que reconocer que peleó en buena lid contra 16 adversarios, potenciales candidatos de su propio Partido Republicano a la presidencia estadounidense y los derrotó sin objeciones en el voto interno de las elecciones primarias republicanas a lo largo y ancho de la geografía estadounidense. Acto seguido, ganó las elecciones presidenciales al obtener claramente la mayoría de los votos electorales de los estados norteamericanos, según rezan los artículos de la Constitución norteamericana al respecto. Son dos importantes verdades a su favor a tener en cuenta.

Sin embargo, estas victorias de Trump en el escenario político se han visto empañadas por dos fenómenos poco usuales en la política doméstica de EUA: en primer lugar, el rechazo poco encubierto de buena parte del “establishment” de su propio partido, así como de un grupo numeroso de sus líderes. En segundo lugar, la inocultable y exagerada reacción del partido adversario, inconforme con la derrota electoral sufrida, lo que está llevando al país a una indeseable situación de peligrosa ingobernabilidad.

En el fenómeno analizado antes, habría que ver qué parte del establishment, sobre todo demócrata, lanza sus dardos contra Trump por problemas estrictamente políticos internos, o causado por la no adopción por parte de Trump de una ideología proclive a los postulados del globalismo y lo “políticamente correcto”. Trump es acusado de ser políticamente incorrecto, siendo que lo políticamente correcto es en realidad el arma principal del marxismo cultural (o marxismo 2.0) que coloca a las personas en situaciones donde casi las obligan a expresarse según los postulados defendidos por este marxismo cultural, temiendo ser reconocido como persona religiosa por ejemplo, que ama la familia tradicional cristiana, que tiene valores morales, todo lo cual tiende a ser anulado ante la filosofía de lo políticamente correcto, barriendo así las bases de la exitosa civilización occidental que la ha llevado hasta el pedestal actual, precisamente por nuestros valores y percepciones subjetivas-filosóficas acertadas.

El análisis objetivo de Donald Trump como presidente debe partir de la base de su eficiencia en el cargo. En más de tres años de gobierno (sin contar el tiempo de pandemia) consiguió bajar los impuestos, con lo cual materializó un crecimiento inédito de la economía, disminuyó a valores insignificantes el desempleo, colocó la bolsa de valores en niveles nunca antes vistos, consiguió desreglamentar buena parte de la burocracia para facilitar el ritmo de operación empresarial, revisó el tratado NAFTA volviéndolo más favorable a EUA, lucha actualmente contra China con éxito para someter al gigante asiático en cuanto a la burla de las patentes norteamericanas y para nivelar la desfavorable balanza comercial y sobre todo, para preservar el liderazgo en el Siglo XXI. Para la lucha con vistas a nivelar la balanza comercial con China y Europa, Trump ha usado el incremento de aranceles de importación de diversos productos, pero no como una política comercial estable, sino como una medida de fuerzas en las negociaciones, como quedó demostrado con los aranceles contra Canadá y México, que fueron disminuidos después de la firma del nuevo tratado comercial más favorable a los intereses norteamericanos.

En párrafo aparte trataremos los pormenores de la epidemia de Coronavirus en EUA y como esta influye en la vida política, económica y social del país, a pocas semanas del pleito electoral por la presidencia.

Hay una verdadera cortina de humo en torno a Trump y su gobierno, en parte por la radicalización de sus adversarios demócratas después de su victoria electoral y en parte también por su modo poco ortodoxo de proceder y gobernar. Es verdad que han pasado por la Casa Blanca multitud de auxiliares, staff de asesores directos y secretarios de gobierno, con una celeridad que no es frecuente en asesores y personas de confianza de un presidente norteamericano.

Desde luego que en un análisis objetivo del estado de cosas debe incluirse la poca habilidad del propio Trump al relacionarse con los aspectos políticos del cargo por un lado, lo que le está implicando un período largo de adaptación a sus circunstancias un poco más extenso que lo común. La capacidad probada de Trump en el mundo empresarial y del showbussines, si bien le sirve de base en su responsabilidad política de proyección mundial, no cabe dudas que dista mucho en cuanto a formas y maneras al manejar los diversos factores con los cuales se relaciona. Un ejemplo claro de lo anterior es su complicada relación con la prensa y su evidente distanciamiento de los medios masivos de comunicación, tradicionalmente opositores a todo gobierno en el poder. Sin embargo, también es verdad que existe una campaña en toda la línea contra sus posiciones desde algunos medios de prensa, muchas veces insistiendo en factores menores del comportamiento presidencial, más que en sus acciones trascendentes.

No cabe dudas de que Trump triunfó en las elecciones basado en un “voto protesta” proveniente de aquella parte mayoritaria territorialmente de la norteamericana profunda y olvidada, cansada a su vez de la política tradicional que la había relegado. Esto le confiere un crédito especial, no sólo ante al electorado norteamericano, como ante toda la sociedad estadounidense de inicios del Siglo XXI.

Como la campaña electoral estuvo salpicada de críticas de altos personajes de su propio partido, fue necesario crear un verdadero movimiento popular que llevó el peso de su carrera rumbo a la presidencia, hace pensar a muchos en la conversión de ese movimiento informal en un tercer partido político.

En el aspecto estrictamente relacionado al gobierno que preside, Trump ha conseguido varios éxitos en el terreno económico, como se ha enunciado antes. Si la marcha económica continúa con el viento favorable que tuvo la primera mitad de su primer mandato, es difícil que le arrebaten un segundo mandato.

La oposición a Trump lo hace ver como si fuera solamente un hombre de negocios carente de una filosofía política y social más profunda. Esto desde luego no es así, pues ha manifestado más de una vez que abraza el “nacionalismo” como ideología política. A mediados del año 2017 Trump pronunció un discurso en Polonia donde resumió buena parte de su ideología, defensora sobre todo de los valores de Occidente. Trump colocó la idea de un Occidente como “un conglomerado de Naciones exitosas”, que están mortalmente amenazadas desde el interior y que sólo conseguirán triunfar si recuperan “su espíritu” refiriéndose a la raíz de la civilización occidental, que puede sintetizarse como siendo poseedora de cuatro vectores fundamentales: los valores espirituales del cristianismo, la filosofía y jurisprudencia greco-romana-anglosajona y sus instituciones, la herencia de las Revoluciones Americana y Francesa con sus postulados de democracia, libertad, igualdad y fraternidad y el capitalismo en su base económica, lo cual ha llevado al país al sitial de honor que hoy detenta. Donald Trump pretende una lucha contra el marxismo cultural o marxismo 2.0, que desde dentro quiere derrotar la civilización occidental, horadando precisamente los valores que han hecho a Occidente grande, particularmente a su máximo exponente: los Estados Unidos de América.

Similar sustrato ideológico defendiendo los valores de la civilización occidental sustentó el discurso que Trump pronunciara en la ONU en Septiembre de 2017. Allí hizo énfasis en los valores nacionales como triunfo ante intervenciones externas, proclamando, lejos de una filosofía imperialista, la necesidad del respeto irrestricto a la no imposición del esquema democrático de occidente a ninguna otra nación, haciendo defensa de lo que podemos llamar de un “pan-nacionalismo”.

Así las cosas pudiéramos decir que la lucha actual en terreno político norteamericano trasciende con creces a una lucha política interna. La ideología de Trump netamente nacionalista choca frontalmente con la tendencia al globalismo y la transnacionalización de los valores y las culturas nacionales. La filosofía que abraza Trump sustenta que los logros materiales de la civilización occidental se deben a las bases espirituales y los valores de su sociedad, de la conciencia de un Dios creador y del apego a la ley y las Instituciones. Por eso, hay elementos externos interesados en atacar la política interna y externa de Trump, en consonancia con el enfrentamiento a lo políticamente correcto, el marxismo 2.0 o marxismo cultural.

Haciendo una mirada hacia Latinoamérica, Trump ha sido un fiel aliado de la oposición democrática cubana y venezolana, que luchan contra gobiernos marxistas comandados por Cuba. No ha habido otro presidente norteamericano que enfrentara la expansión marxista procedente de la Habana y que ya se encuentra en franca retirada. Trump ha impuesto sanciones tanto a la Venezuela chavista, como a la Cuba castrista, las que ha extendido a la Nicaragua izquierdista. Trump ha identificado certeramente el actual trio de países (Cuba, Venezuela y Nicaragua) donde el marxismo ha horadado las bases de su desarrollo, sometiéndolos a vicisitudes y carestías extremas.

La Latinoamérica democrática actual, sobre todo los venezolanos, los cubanos y los nicaragüenses demócratas, le deben mucho a la política de apoyo de Donald Trump al frente de la democratización de Nuestra América.

Se ha dicho, con mucha razón, que Trump no es un conservador en el sentido que tradicionalmente se entiende al interior del partido republicano. Es verdad que en la ideología de Trump hay elementos que lo diferencian del conservadurismo tradicional republicano, así como hay aspectos que lo acercan a algunas prácticas del partido demócrata tradicional, no del actual, que se ha movido inquietantemente hacia la izquierda socialista, por la penetración que el marxismo cultural ha conseguido en amplios sectores del partido y en general, de la Norteamérica actual.

La epidemia de Coronavirus y las elecciones en los Estados Unidos

El inicio el año pasado de la actual pandemia, en China (cuando esto se escribe, todavía el Mundo está sometido a la pandemia del Coronavirus) sorprende a los EUA envueltos en un evento crucial para su presidente: el proceso de impeachment a que fue sometido entre fines de 2019 e inicios de 2020. Este proceso culmina, como ya se sabe, con la absolución de Trump de todas las acusaciones a que fue sometido y que provocaron el proceso en su contra. El Congreso juzgó al presidente, siendo que, la Cámara Baja lo encontró “culpable” de las acusaciones y el Senado lo encontró “no culpable” de las acusaciones, siendo así absuelto de los cargos. Esta absolución solamente se produjo en Enero del 2020, cuando ya la epidemia había comenzado en Estados Unidos y Europa, extendiéndose por el Mundo todo. No debemos quitar la responsabilidad que todo presidente tiene preparando su país para enfrentar una pandemia, que sólo fue decretada en Febrero por la Organización Mundial de la Salud, OMS. Sin embargo, hay que reconocer que en mismo inicio de la llegada del virus a EUA, su presidente estaba inmerso en un proceso que, para él, era de vida o muerte en la presidencia, el impeachment, que lo distrajo de otros menesteres.

Mucho se ha especulado con relación al papel del presidente Trump en los inicios dela pandemia y las medidas que fueron tomadas. En este sentido someto a consideración tres aspectos diferentes sobre esto: primero, el presidente, bien al inicio de la llegada de la epidemia al país, estaba defendiéndose, en condiciones desfavorables (casi toda la prensa la tenía en contra) de un proceso de impeachment  en el Congreso y muy probablemente, esa defensa, como era de vida o muerte, fue prioritaria sobre otras cuestiones propias de su alto cargo. En segundo lugar, fuera de los puntos de vista que Trump defendió sobre las medidas a tomar al inicio, rápidamente la Corte Suprema de Justicia decidió que las medidas deberían ser tomadas por los Gobernadores de cada estado y no por el presidente, lo cual no se debe responsabilizar al presidente con lo que sucede en cada estado. Y en tercer lugar, la declaración de pandemia mundial fue tomada muy tarde por la Organización Mundial de la Salud, OMS, siendo que --al inicio-- emitió señales confusas y contradictorias sobre la gravedad de la situación que se propagaba por el Globo.

Un factor que agravó en Estados Unidos la enfermedad y su peso social, fue la organización nacional de fuertes protestas de corte raciales debido al asesinato de un afroamericano a manos de la policía, manifestaciones que fueron politizadas contra el presidente Trump, por el simple hecho de ser este un año electoral. Las organizaciones que se pusieron a la cabeza de las manifestaciones, todas de corte declaradamente marxistas eran incentivadas por declaraciones de los líderes del partido demócrata, intentando tirar réditos de las protestas anti sistema, que muy pronto se tornaron violentas e inadecuadamente politizadas en contra de Donald Trump.

En las actuales circunstancias, el resultado electoral de Noviembre va más allá de una simple disputa partidista. El Partido Demócrata no solamente incentivó las protestas, como que también las politizó hacia la izquierda, con la esperanza de tirar réditos de las mismas en el panorama electoral. De manera que, el apoyo del Partido Demócrata a las revueltas organizadas y financiadas por marxistas declarados, comprometen a ese partido con una línea política muy peligrosa para el futuro norteamericano, donde los financistas del orden mundial instaurarían su política de comando único mundial y donde el timón no será nunca más del pueblo de los Estados Unidos en elecciones, pasando un comando financiero y globalista externo.

Epílogo

Estados Unidos es el país más desarrollado del Mundo en la actualidad. No llegó a esa posición cimera por arte de magia o la opresión de otras naciones. En sentido general, es el heredero de toda la cultura Anglosajona y Greco-Romana y del desarrollo histórico de Occidente en su conjunto. Ha tomado como base la religión cristiana y la ética de la Reforma. Su desarrollo se debe al espíritu de sus gentes, a los visionarios que fueron sus padres fundadores, al trabajo dedicado y paciente de sus ciudadanos, al culto a la legalidad a toda costa, al atesoramiento de sus valores espirituales, a sus tradiciones frugales, al espíritu de ahorro y sacrificio, recogiendo en su devenir el amplio espectro de las mejores tradiciones de la larga marcha histórica universal, que se ha tratado de exponer en este texto. Estados Unidos es el heredero de toda la cultura occidental y del devenir histórico de sociedades anteriores, revoluciones, desarrollos, cambios y saltos cualitativos, que se han concentrados en un territorio adecuado y rico, para constituirse en digno representante de toda la cultura humana, económica y tecnológica acumulada por siglos.

Estados Unidos es, a inicios del Siglo XXI, un país de valores --a pesar que la lucha bipartidista actual pudiera descarrilarlo-- del más alto nivel de vida y confort, con la mayor dinámica de desarrollo productivo y tecnológico, con un sistema de instituciones sólidamente implantadas, con el sistema financiero y productivo más poderoso y eficiente, donde el imperio de la ley es ejemplar. No es un país perfecto, pero es sin dudas el país líder mundial por excelencia, donde sus puntos positivos sobrepasan con creces a los aspectos que pudieran criticársele.

Estados Unidos no merece en estos momentos un gobernante que carezca del apego a los valores tradicionales de la cultura occidental, o que esté influido por la filosofía del marxismo cultural, queriendo socializar la sociedad norteamericana, que por su parte debe recuperar el brillo y la vigencia que un día tuvo, como líder indiscutible de los países más desarrollados del Globo. El triunfo norteamericano ha sido siempre su apego al valor individual, al amor de la familia y la valoración los principios cristianos.

Al calor del primer triunfo electoral de Donald Trump en la política norteamericana, en Latinoamérica, la izquierda tradicional marxista también va perdiendo peso. El triunfo que originalmente había obtenido Mauricio Macri en Argentina contra la izquierda de los Kirchner, ahora revertido; el triunfo en Chile de la derecha de Sebastián Piñera frente al socialismo local; el triunfo del derechista Iván Duque ante el izquierdista Pietro, en Colombia y finalmente el triunfo de la derecha en el Brasil de Jair Bolsonaro contra la izquierda del PT, son adiciones de peso que se suman a la ideología anti globalista que defiende Donald Trump, enfrentando a la izquierda del Siglo XXI, aliada del marxismo cultural.


Prof. Jorge Hernandez Fonseca, Dr. Ing.

Última actualización el Viernes, 13 de Noviembre de 2020 02:55
 

Comments  

 
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