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APUNTES ABIERTOS SOBRE LAS DISTINTAS ETAPAS Y FORMAS DE LUCHA CONTRA EL COMUNISMO EN CUBA DURANTE MÁS DE MEDIO SIGLO PDF Imprimir E-mail
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Miércoles, 06 de Enero de 2010 01:25

Por JULIO SAN FRANCISCO.

La lucha contra la tiranía comunista y perfectamente totalitaria que sufre nuestra patria desde hace ya más de medio siglo ha pasado por distintas etapas y ha adoptado distintas formas. Hoy se me ocurre dejar a ustedes estos apuntes abiertos sobre el desarrollo de este combate desigual contra un enemigo tan poderoso y preparado para reprimir y mantenerse en el poder desde el 1ro. de Enero de 1959.

El orden cronológico, en cuanto al surgimiento del combate civil (me parece mejor que resistencia, aunque ese sea el término acuñado mundialmente, pero es que no sólo resistimos, sino, y sobre todo, combatimos al comunismo) podría se, sin pretender que esta enumeración sea completa, exacta y definitiva, el siguiente*:

1) Conspiraciones clandestinas,
2) Infiltraciones desde el exilio contra la tiranía,
3) Alzamientos Armados,
4) Invasión Libertaria de Bahía de Cochinos,
5) Grupos de Derechos Humanos (defensa y denuncia),
6) Partidos Políticos,
7) Agencias de Prensa (Movimiento Cubano de Periodismo Libre (Independiente), - "Frente Teléfono".
8) Colegios Profesionales,
9) Sindicatos Independientes,
10) Bibliotecas Independientes, y
11) Movimiento Cubano de Bloggers Libres. - "Frente Pendrive", el último abierto hasta hoy aunque no es de desechar la posibilidad de que aún surjan otros.

Todas estas modalidades de lucha que bien podríamos llamar frentes tienen, independientemente de la estrategia y la táctica de cada opositor en cuestión -incluso, de sus declaraciones públicas- el mismo fin: la transición, la democracia y la libertad de Cuba. Tal vez no logremos eso con nuestra acción (muchos sabemos que al comunismo/fascismo no se "tumba con palabras"), pero sí quedará una lección ética para la Cuba del futuro. Yo personalmente, no he aspirado a más porque nunca aspiro a imposibles, pero, sin dudas de ninguna índole, esta lucha ha contribuido, sobre todo por su constancia, a que el mundo comprenda, hoy más que ayer, que somos un pueblo oprimido y que merecemos vivir normalmente como cualquier hijo de hombre.

Toda esta lucha se ha realizado de forma ilegal y perseguida, sus participantes han sido represaliados y condenados de las maneras más faltas de Derecho, brutales, crueles, humillantes y degradantes inimaginables, entre ellas con sanciones de fusilamiento, cárcel, manicomio, destierro y, en algunos casos, la policía política ha chantajeado al opositor, utilizando fundamentalmente la amenaza de encarcelar a algún familiar querido, y ha logrado su retractación.

El exilio cubano, ese que algunos llaman intransigente, intolerante y tal y tal y tal, ha estado presente en esta lucha desde el primer exiliado, la misma noche del fatídico primero de Enero de 1959 hasta hoy, de hecho muchos de los exiliados o desterrados (más exactamente) de hoy fuimos opositores internos ayer. Por cierto, por muchísimas razones está explicada o justificada la firmeza y combatividad de ese llamado Exilio Histórico: es el que no pudo estar en Cuba junto a sus familiares mientras morían, el que más tiempo hace que no ve su patria y el que está compuesto por personas ya mayor de edad.

En esta lucha han participado personas que durante algún tiempo apoyaron al régimen y después disintieron al descubrir la gran estafa (a esos es a los que se les puede llamar y llama disidentes, aunque también sería más exacto decir opositores disidentes) y quienes nunca lo apoyaron que son, desde luego, opositores a secas. En cuanto al llamado en general Exilio Cubano también hay diferencias entre quienes pueden entrar a la patria y quienes no pueden entrar por mantener una lucha pública y tenaz contra el statu quo.

En el segundo caso siempre he considerado que debe utilizarse, con toda exactitud, el término de desterrado, aún cuando haya empezado a lucharse después de estar fuera de Cuba y después de desertar en cualquier tipo de viaje al exterior. Quienes dicen que el pueblo cubano es cordero evidentemente ni conocen esta historia de difícil lucha, ni conocen la naturaleza de un sistema comunista, siempre terrorífico.

Es tan ilógico e injusto exigir heroicidad a un pueblo atenazado en pleno, como ignorar la heroicidad de quienes sí han enfrentado a los mortales atenazadores. Todo opositor cubano saque que, cuando inicia esta lucha, la suerte está echada, las naves están quemadas, sabe que se trata de una lucha a muerte y hasta la muerte y que su premio puede ser, únicamente, el fusilamiento, la cárcel, la retractación, el destierro, el ostracismo, la satisfacción personal, la hipotética alegría de ver algún día libre la tierra que nos vio nacer, la satisfacción personal que para pagar un piso sirve de tan poco y, como dijo el demócrata cubano José Martí, Máximo Líder de la Libertad de Cuba, "la posible ingratitud de los hombres".

Me dijeron en la escuela primaria que Cuba no era una isla, sino un archipiélago. Tenían razón mis maestras y profesoras Gladis, Irma y Carolita. Hoy yo agrego Cuba no sólo es un archipiélago, es un Archipiélago Gulag.

¡Pero volverá a ser Cuba Libre!

*Miembro Fundador de Habana Press y de Concilio Cubano, 1995/1996
Sub director de Habana Press desterrado en 1997
Residente en España

NOTA DEL AUTOR: Algunas de estas formas también se utilizaron o se utilizan desde el destierro.

Última actualización el Miércoles, 06 de Enero de 2010 01:26
 
Cuba en el limbo y el error de Obama (2) PDF Imprimir E-mail
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Miércoles, 06 de Enero de 2010 01:04

Por HUBER MATOS ARALUCE

Los mensajes entre Raúl y Obama.

San José, Costa Rica.

Pasada la euforia inicial sobre la nueva era entre la administración de Obama y el castrismo, a la primera señal de desacuerdo que se le dio cierta importancia fue a una rectificación del enfermo dictador, que a unas declaraciones de Raúl Castro y su disposición de negociar con Obama sobre cualquier tema, definió públicamente lo que, según él, había querido decir Raúl.  Castro demostraba su desagrado por la posible conciliación entre ambos gobiernos.

Sin embargo, para observadores más atentos al comportamiento del castrismo las declaraciones de Castro no eran más que un evento, precedido por otras acciones nada alentadoras que indicaban que el régimen en lugar de flexibilizarse se endurecía, entre ellas: purgas a funcionarios que no se consideraban incondicionales del raulismo; el ascenso de Ramiro Valdés, represor por excelencia, miembro de la vieja guardia y jefe del Ministerio del Interior en sus épocas más siniestras;  la ausencia de medidas que respaldaran los cambios implícitos en las críticas de Raúl Castro al sistema; la eliminación de elementos moderados del régimen, que simbolizaban por su juventud y sus experiencias promesas hacia menos estatismo; la sistemática negativa del gobierno a comunicarse con la oposición democrática, la insistencia de medidas represivas contra la disidencia y –en una presunta antesala a la apertura- la inexplicable persecución de cubanos que recibían señales de televisión vía satélite.

Pero  los nuevos inquilinos de la Casa Blanca, convencidos de que podían cambiar el mundo con su nueva política de conciliación con tirios y troyanos, ya habían tomado la iniciativa respecto a Cuba.  La eliminación de restricciones a los viajes de los cubanos en el exilio y a los envíos de remesas representaban beneficios económicos por centenares de millones de dólares que, para una economía ruinosa, eran una bendición y el inicio de ventajas adicionales sin tener que corresponder con nada por ellas.

Se eliminó la restricción a la conexión de banda ancha de Internet entre compañías norteamericanas y Cuba; aunque el régimen se ha negado a hacer uso de esa ventaja. Se restringieron algunas facilidades a los disidentes en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en Cuba,  que ya no podían hacer copias fotostáticas  ni recibir libros desde el exterior por esa vía.

Pasaban los meses, y de la contraparte castrista no había la reacción esperada. Por el contrario, el régimen parecía actuar más sincronizadamente con Hugo Chávez y su retórica antiimperialista. Se seguía machacando en el tema del “bloqueo” con una demagogia superada por la realidad y por la nueva disposición y las acciones del gobierno estadounidense.

El gobierno de Obama no admitía la futilidad de su nueva política hacia Cuba hasta que el 13 de octubre el presidente de los Estados Unidos recibió al presidente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero. Entre los temas que conversaron estuvo el de Cuba.  Unos días después, el 25 de ese mes,  el periódico español El País filtra parte de la conversación que sostuvieron ambos presidentes.  Lo que publica el periódico es tan importante como lo que se infiere del  contenido.  Veamos:

El Nuevo Herald comienza refiriéndose a la información de “El País” con este párrafo: “El presidente norteamericano Barack Obama solicitó a España que mediara ante las autoridades cubanas para que éstas hagan más esfuerzos en mejorar las relaciones con Estados Unidos, sostiene el diario español El País en su edición del domingo”.

El País informó que Barack Obama le pidió al presidente José Luis Rodríguez, durante su visita a la Casa Blanca, que le mandara este mensaje a Raúl: “Decidle a Raúl que si él no da pasos tampoco yo podré darlos‘‘.

Según El País, Obama insistió en el tema de los pasos: "Nosotros estamos dando pasos, pero si ellos no dan pasos también, será muy difícil que podamos continuar''.

En el mismo artículo se cita a Obama pidiéndole a Rodríguez Zapatero: "Que les diga a las autoridades cubanas que comprendemos que no se puede cambiar las cosas de la noche a la mañana, pero que, pasados unos años, cuando se mire hacia atrás, debe quedar claro que éste fue el momento en el que empezaron los cambios’’.

Es obvio que las citas contienen la clave de un intercambio de mensajes entre ambos gobiernos:

Obama le dice a Raúl: “comprendemos que no se pueden cambiar las cosas de la noche a la mañana, pero que, pasados unos años, cuando se mire hacia atrás, debe quedar claro que éste fue el momento en el que empezaron los cambios'' .

Si dudas,  Obama está respondiendo a un mensaje de Raúl Castro en que este le dice que en Cuba no pueden hacerse cambios rápidos. A lo que Obama  le responde que comprende que “no se pueden cambiar las cosas de la noche a la mañana”.

Por lógica ese mensaje de Raúl Castro tiene que obedecer a uno inicial de Obama,  en el cual le planteaba el tema del cambio en términos rápidos, tan rápidos como para que Raúl respondiera que no se pueden hacer los cambios de la noche a la mañana.

Por su grado de comprensión y aceptación, la respuesta de Obama a Raúl es casi “conmovedora”.  No obstante, Obama pide al dictador que dé algunos pasos para que por lo menos quede claro para la posteridad que dentro de unos años, recibirán (ambos) reconocimiento histórico y el mundo sabrá que el cambio en Cuba comenzó ahora.

Pero en sus conversaciones con Rodríguez Zapatero, Obama parece haber ido más allá, hasta considerar un entendimiento con España para tratar de sustituir la “posición común” Europea respecto a Cuba, tema que trataremos más adelante.

Ahora analizaremos la evaluación del Departamento de Estado sobre la política de conciliación y pasos hacia Cuba.  En las declaraciones de Arturo Valenzuela, Subsecretario de Estado para Latinoamérica no hay una admisión explícita del fracaso, ni se plantea formular un nuevo enfoque.  Parecen una cortina de humo detrás de la que se esconde el fracaso, la ausencia de un nuevo enfoque o una determinación acerca de la que no se quiere hablar para no tener que pagar un precio político antes de las próximas elecciones en los Estados Unidos.

Continuará…

 

Última actualización el Miércoles, 06 de Enero de 2010 01:10
 
El Mundo Nuevo del Castrismo PDF Imprimir E-mail
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Martes, 05 de Enero de 2010 01:50

Por PEDRO CORZO

Recuerdo que en el ya lejano 1959, en una modesta casa de la ciudad de Santa Clara  nos reunimos un grupo de estudiantes para ofrecerles una fiesta de despedidas a dos amigos que partían hacia Estados Unidos. La mayoría de los jóvenes allí reunidos no considerábamos   el festejo como un acto político porque  en nuestra opinión era simplemente una familia  que se disponía a iniciar una nueva vida.

Pero a los pocos minutos más de un centenar de personas nos despertó y abrimos  los ojos ante la nueva realidad que vivía el país. Gritos de gusanos, váyanse todos, ustedes son basura  cargaron el ambiente. De las ofensivas palabras aquella turba enfurecida pasó a la acción y hubo más de una cabeza rota al ritmo que marcaban los también destruidos  instrumentos musicales de la banda que había amenizado el festejo.

Con el pasar del tiempo las cosas se complicaron más. No se podía escuchar música americana, Glenn Miller, era pecado mortal. Una casa de donde se escaparan los acordes de Bill Halley y sus Cometas, o de Elvis Presley, era un antro de perdición que tenía que ser exorcizado con el violento actuar del hombre nuevo. Hubo que dejar de celebrar las ya frecuentes despedidas ante la violencia e impunidad con la que actuaban  los titulados Jóvenes Rebeldes, sin embargo  a las turbas divinas no le faltaron cabezas que romper ni pelo que cortar. Su sed justiciera era hábil en descubrir un enemigo de pelo largo o de un vestir que faltase a las perturbadas normas de la nueva sociedad.

El tiempo mandó y nuestra generación cumplió  el imperativo de diversas maneras: Clandestinaje y  policía política,  alzamientos y las milicias,  exilio, cárcel y paredón .El país fue sesgado por la guadaña del odio y la intolerancia. Muy pocos pudieron agacharse lo suficiente para no ser advertidos. Eran los tiempos sagrados de “Con la Revolución todo, Contra la Revoluciona nada.” No había medias tintas, asumían el papel de Torquemada o Savaranola. Sin remordimientos. Profilácticamente. El que se iba era un traidor, el  que conspirara debía ser ejecutado.

Así fueron marchando las cosas. El egoísmo revolucionario prendió en los conversos y en los oportunistas. Salvo contadas excepciones la mentalidad del  hombre nuevo se hacía eco de la consigna oficial de aislar a los descontentos y aplastar a los contrarrevolucionarios. La unidad familiar sufrió. A mas de uno le escuchamos con pavor  “yo no creo ni en mi madre, si hace contrarrevolución yo mismo la fusilo”.

La delación asumió características de epidemia. El preso se convertía en una no persona que solo podía ser visitado por sus padres, esposas e hijos. El familiar de un fusilado era un apestado que no merecía ser asistido  porque su pariente había traicionado  la Revolución. Los bienes de los presos eran confiscados. Sus parientes podían ser concentrados en áreas inhóspitas y remotas  con la misión de colonizar esas regiones.

Desde la aurora revolucionaria el término antisocial se  uso para  identificar a las personas desafectas a la Revolución. El calificativo era suficiente para que un individuo fuese purgado y separados de sus familiares y amigos, como si padeciera una enfermedad contagiosa. Primero el Servicio Militar Obligatorio, mas tarde  la Unidad Militar de Ayuda a la Producción, UMAP,  simultáneamente las Brigadas Jhonson  o las Jacqueline, donde según el caso ubicaban a las personas que se suponía eran contrarias al proceso, o habían presentado documentos para abandonar el país.

Las cartas que provenían del extranjero no eran contestadas. Un familiar fuera del país era un lastre en el justo empeño de hacer carrera en la Revolución. Eran tiempos en que las convicciones o la vileza, según el caso,  primaban sobre los sentimientos. Tener una creencia religiosa o estar asociado a alguna organización fraternal convertía al individuo en desafecto de la Revolución y de ahí al infierno, el camino era muy corto.

Han  transcurrido cincuenta y un años del castrismo en el poder. La herencia del totalitarismo es sumamente dolorosa. Primero robó la esperanza de un futuro mejor de una parte considerable de la población, mas tarde ejecutó, encarceló y obligó al exilio  a un número importante de ciudadanos. Después subvirtió el orden político hemisférico causando más muertes y conflictos. Envió a miles de sus partidarios a la muerte para satisfacer su voluntad imperial, destruyo la economía  del país, pero el daño mas devastador se ha producido en los valores mores y espirituales de la nación en su conjunto.

Nuestro ser nacional ha quedado profundamente afectado y la recuperación va a demandar el mayor de los esfuerzos, mucha solidaridad y comprensión. La tarea será ardua, difícil, pero no queda otra alternativa que aceptar el reto y andar juntos con nuestras respectivas culpas y errores si queremos reconstruir una Cuba en la que todos tengamos el espacio que podamos merecer.

Pedro Corzo

Última actualización el Martes, 05 de Enero de 2010 01:56
 
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Domingo, 03 de Enero de 2010 17:20

Por RAUL RIVERO

Madrid -- En Madrid, bajo un recado de frío, lluvia y alguna nieve porfiada que llega a España, puedo saber que la semana pasada se robaron en La Habana un teléfono público. Y que en la cárcel de Boniato, en Santiago de Cuba, se ahorcó en su celda de castigo, un muchacho que se llamaba Lenin Pérez.

Son noticias de una realidad, de una parte del latido de la vida en la Cuba profunda. Esa existencia que discurre al margen de la crónica de la televisión oficial en la que aparecen las mismas papas y los plátanos verdes, salvajes y abundantes, en los planes especiales de utilería como los discursos, las reuniones y los llamados al combate y a apretarse el cinturón mientras se cierran, con mano firme, los cinturones de seguridad de los Mercedes Benz.

Las notas de la calle, las del suicido y el teléfono arrancado de la pared las escribe la periodista Aini Martín, en el riesgo y la precariedad del periodismo independiente. La otra es pura crónica social que paga la gente para que los jefes se crean que los cubanos se lo creen, cuando unos y otros saben que no se lo cree nadie, pero que si se deja de fingir que se cree se pueden quedar ciegos los pozos.

Ellos, los reporteros de la sociedad marginada, los cronistas de un país que estuvo oculto bajo las montañas temblorosas de la propaganda, son los que le dan a conocer el pulso real del país, por encima de la información tramitada por unos mecanismos descubiertos ya, y petrificados en los museos. Observados ahora con el mismo desdén con que el mundo civilizado conoció los resortes de la gangarria del nazismo.

Son los comunicadores independientes --algunos de los cuales llevan más de una década en ese trabajo-- quienes permiten que se sepa, día a día, lo que pasa con la vida de los presos políticos. De allí sale el inventario de arbitrariedades, el plano general de la ruina del país que la burocracia local y una cofradía multicolor de extranjeros trata de disimular, de disfrazar como si el planeta Tierra fuera el mismo que fue el siglo pasado.

Las decenas de periodistas que informan sin mandatos desde Cuba son hombres y mujeres que decidieron un día escribir la verdad. No conozco a ninguno que aspire a ser heroico. Conozco a muchos que se hicieron libres por cuenta propia y comenzaron a trabajar con modestia y tenacidad en condiciones muy difíciles y allí están, en las calles, con sus libretas de notas llenas de apuntes de las pequeñas historias de la vida.

Hablo de reporteros de toda la nación. De cubanos que informan y opinan, gente de todas las edades y de origen diverso que escriben en un mundo en el que hay 136 periodistas en prisión (24 de ellos en Cuba), bajo el fuego cruzado de los represores y de los insultadores profesionales que hacen maromas por terrones de azúcar o por el puro placer de la cabriola.

El periodismo independiente --sus profesionales-- con sus reportes y sus piezas diarias nos ayuda a recordar con respeto y decencia a los periodistas y escritores que esperarán el año 2010 en las cárceles de Cuba. Estos son algunos nombres: Ricardo González Alfonso, Normando Hernández, Rolando Arroyo, Regis Iglesias, Héctor Maseda, Adolfo Fernández Saíz, Pedro Argüelles Morán y Jorge Luis García Paneque.

Los que están presos y los que siguen en las ciudades y en el campo con la policía a unos metros de sus sombras, sacaron a la superficie --y mantienen en un plano visible--, la Cuba que necesita enterrar los discos de los himnos de guerra. Esas piezas se rallaron y suenan fuera de revolución. Los conflictos verdaderos tienen otros escenarios en progreso. Y allí ya están acreditados los enviados especiales.

 

Última actualización el Domingo, 03 de Enero de 2010 17:32
 
Rafael Correa, recetario para un desastre PDF Imprimir E-mail
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Domingo, 03 de Enero de 2010 17:23

Por CARLOS ALBERTO MONTANER

Rafael Correa, el presidente de Ecuador, acaba de publicar un libro. Lo llamó Ecuador: de Banana Republic a la No República. Supone que el país, bajo su mando, dejó de ser una república bananera, gobernada arbitrariamente en beneficio de una oligarquía deshonesta y del capital extranjero, para convertirse en otra cosa que no es, tampoco, una república tradicional con su separación y equilibrio de poderes, su constitución neutral y sus instituciones abiertas que propician los cambios suavemente al amparo tranquilo del Estado de Derecho.

En la solapa del libro Correa aporta sus notables credenciales académicas y declara su filiación ideológica. Dice ser un seguidor de la doctrina social de la Iglesia y de la hoy muy de-

sacreditada teología de la liberación. Pero es en el texto, compuesto por artículos previamente publicados, donde encontramos las claves de su visión de los problemas de Ecuador. Es ahí donde comparece una abultada lista de malos a los que fustiga junto a los buenos a los que cita elogiosamente.

La lista de los villanos es muy extensa: prácticamente todos los presidentes que lo precedieron en el poder, los organismos internacionales de crédito, ``la nefasta burocracia internacional y sus corifeos'', el mercado y ``la mano invisible'' que lo guía, el Consenso de Washington, la independencia del Banco Central, la dolarización del país, el comercio libre internacional (el ALCA), la privatización, lo que llama ``la larga y triste noche neoliberal'', las concesiones de los servicios a la empresa privada y la ``tercerización'' o contratación a terceros para evitar cargas fiscales o presiones sindicales. En la página 64 manifiesta una intención que me parece encomiable: ``Liberar al Estado de los grupos de poder que lo controlan''.

Sus héroes son el Estado, la teoría de la dependencia, la planificación, el gasto público, el dirigismo desarrollista, una moneda nacional que sirva para encajar las crisis y compensar la improductividad del país, Raúl Prebisch, J. M. Keynes, James Petras --un disparatado economista marxista radical--, las protecciones arancelarias para desarrollar la industria nacional, cierta conveniente inflación y hasta Facundo Cabral y Eduardo Galeano, como para poner cierta nota folclórica a un texto que es semiacadémico.

El libro tiene algunos errores impropios de un economista formado en Estados Unidos como, por ejemplo, afirmar que el gobierno de F. D. Roosevelt revocó el patrón oro en 1933, algo que sucedió, realmente, durante la administración de Richard Nixon varias décadas más tarde. Roosevelt lo que hizo fue devaluar el dólar con relación al oro: de 20 dólares la onza a 35, medida que, en su momento, fue considerada por muchas personas como una violación de los derechos de propiedad.

Estamos, pues, ante un gobernante que posee cierta visión ideológica perfectamente calificable como estatista (``tercermundista'', le llamaba Carlos Rangel), acompañada por una acendrada desconfianza en la economía de mercado y en las intenciones de las grandes democracias desarrolladas. Lamentablemente, a esta equivocada forma de entender cómo debe gobernarse, cuarenta veces fracasada en América Latina a lo largo del siglo XX, se une un temperamento claramente autoritario, según su propio hermano, y la perniciosa arrogancia intelectual de quien no conoce la duda y se mantiene indiferente ante una realidad que desmiente constantemente las premisas de las que parte.

Si, de acuerdo con el análisis de Correa, la clase política ecuatoriana es totalmente venal e ignorante, y está rodeada por un ejército de funcionarios indolentes, ¿por qué cree que el Estado va a solucionar los problemas de la sociedad mejor que la sociedad civil? Si el sector público ecuatoriano es un minucioso desastre y su propio gobierno naufraga en medio de la corrupción y la ineficacia (según también opina su hermano) y ni siquiera pudo prever el anunciado colapso de la distribución de energía eléctrica, ¿qué le hace pensar que dándole más poder y entregándole más recursos ese Estado va a hacer mejor su trabajo?

En lugar de mirar hacia Venezuela, que es el modelo perfecto de cómo no debe gobernarse a una sociedad, el señor Correa debería observar cuidadosamente el tipo de Estado que los chilenos han construido a partir de los años ochenta, y luego, inteligentemente, han conservado y profundizado los posteriores cuatro gobiernos de la democracia, como hará el que salga electo en las próximas elecciones. Es verdad que los chilenos hacen lo contrario de lo que Correa prescribe, pero parece aconsejable imitar los ejemplos exitosos, no los fallidos.

Al final de su libro, Correa cita a dos economistas que, probablemente, no ha leído o, peor aún, no ha entendido, Ronald Coase y Douglas North, y asume con ellos que la prosperidad, el desarrollo y la estabilidad dependen de la calidad de las instituciones y del carácter predecible de las reglas. Exactamente lo opuesto a lo que hace su gobierno. Eso se llama cultivar la esquizofrenia intelectual.

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Última actualización el Domingo, 03 de Enero de 2010 17:34
 
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