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Cuba


Por qué fracasarán las reformas de Raúl Castro PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Viernes, 19 de Octubre de 2012 13:47

Por Carlos Alberto Montaner.-

Comencemos por una definición sencilla de "fracaso". Ya llegaremos a las reformas de Raúl.

Podemos calificar como fracaso a la obtención de unos resultados muy diferentes y notablemente inferiores a los objetivos originalmente procurados en cualquier acción que emprendemos.

De alguna manera, ésa es la historia de la revolución cubana: una creciente sucesión de fracasos magnificados por el desproporcionado tamaño de los objetivos que sus gestores se habían propuesto, pero invariablemente ocultados bajo una montaña de sofismas.

¿Cuáles eran los no siempre revelados objetivos de Fidel Castro y de su pequeño grupo de seguidores e íntimos cómplices el 1 de enero de 1959?

Entendámoslo: aunque eran comunistas, el propósito final de Fidel, Raúl y el Che no era transformar a Cuba en un satélite de Moscú. Ése sólo era el medio para lograr al menos tres grandes objetivos:

  • Convertir a Cuba en un país próspero, industrializado y desarrollado. Pensaban hacerlo de una manera fulminante, como anunció el Che en Punta del Este en 1961, cuando aseguró que en una década superarían a Estados Unidos.
  • Situar a la Isla en el centro de la lucha antinorteamericana y anticapitalista, ungiendo a Fidel Castro como el líder de esa batalla en el Tercer Mundo. Ese es el sentido mesiánico de la carta del Comandante a Celia Sánchez del verano del 58, en la que declara que su destino es luchar contra Estados Unidos.
  • Participar en el triunfo contra Washington y contra el capitalismo, dándole a Cuba y a su líder un relevante papel internacional. Esta visión se la explicará Fidel Castro al historiador venezolano Guillermo Morón quien lo visita en La Habana en 1979, tras el triunfo del sandinismo, el fortalecimiento de los No Alineados, ahora danzando bajo la batuta de la URSS, y los éxitos en África de las tropas cubanas en Angola y Etiopía. Fidel, pletórico de certezas, le asegura que en una década el Caribe sería el mare nostrum cubano y él podrá pasearse triunfalmente por Washington.

Fracaso económico

Muy pronto, en la primera mitad de los años sesenta, Fidel Castro y su corte descubrieron que la revolución era incapaz de desarrollar al país. Por eso, entre otras razones, el Che se marcha a pelear a África. La frustración era excesiva.

El primer fracaso evidente fue el económico. Los sesenta fue la década del desbarajuste total, de la inflación y del desabastecimiento, culminada en el desastre de la Zafra de los 10 millones. Tras ese colapso de la etapa guevarista, fundada en los incentivos morales, sobrevino la sovietización administrativa de Cuba, periodo al que llamaron de la "institucionalización de la revolución".

¿Por qué fracasaron en el terreno económico? Hay diversas razones, pero estas cinco son fundamentales:

  • Porque los dirigentes eran una colección de revolucionarios ignorantes y voluntariosos sin la menor experiencia laboral o empresarial. No tenían la más remota idea de cómo se crea la riqueza o cómo se conserva.
  • Porque desbandaron y lanzaron al exilio a la laboriosa clase empresarial cubana, destruyeron el capital acumulado y desordenaron severamente el tejido empresarial forjado a lo largo de siglos de trabajo intenso.
  • Porque era una locura arrancar a Cuba del marco histórico, económico y geopolítico en donde se había forjado el país para uncirlo a un imperio remoto torpemente gobernado por una ideología disparatada.
  • Porque ese cambio de alianzas, en medio de la Guerra Fría, acompañado de un comportamiento político agresivo, significaba un peligroso y costoso enfrentamiento con Estados Unidos.
  • Porque, en suma, el colectivismo suele fracasar donde quiera que se impone, dado que es contrario a la naturaleza humana, como me admitió Aleksander Yakolev la tarde que, en Moscú, le pregunté por qué se había hundido su reforma al comunismo de la URSS durante la época de la perestroika.

En todo caso, Fidel y su corte, a partir de cobrar conciencia del inocultable fracaso económico, eliminaron los objetivos del desarrollo y la industrialización, refugiándose en supuestos logros sociales: niños nacidos vivos, niveles de escolaridad, acceso a cuidados de salud y triunfos deportivos.

La batalla por desarrollar a Cuba se trasladaba a una discusión estadística bizantina donde el régimen de los Castro intentaba justificar la dictadura eligiendo arbitrariamente ciertas dudosas informaciones estadísticas (casi todas ellas desmentidas por los estudios de Carmelo Mesa Lago) donde comparaban los "logros de la revolución" con lo que sucede en Holanda o Bélgica.

Objetivamente, el país se estaba (y está) cayendo a pedazos por la terrible improductividad del sistema y la incapacidad casi asombrosa de sus gerentes, pero se les exige a todos, dentro y fuera de Cuba, que se juzgue a la revolución por el número de analfabetos o por informaciones sanitarias sesgadas, ignorando deliberadamente que, juzgada por esos mismos parámetros, la Cuba prerrevolucionaria hubiera sido catalogada como un país del primer mundo, como puede confirmar cualquiera que se asome al aséptico Atlas Económico publicado por Ginsburg antes del triunfo de la revolución.

Pero Fidel Castro, inasequible al desaliento revolucionario, dado que no tenía respuestas, cambió las preguntas: a partir de cierto momento, proclamará las virtudes de la frugalidad y el no-consumismo frente al grosero comportamiento de los países capitalistas. A partir de su fracaso, desapareció el desarrollista y compareció el anacoreta.

El objetivo ya no era enriquecer a los cubanos para que vivieran confortablemente, sino disfrutar de las ventajas morales de la pobreza. A todas éstas, él, que disfrutaba de yates, cotos de caza, y medio centenar de viviendas suntuosas, desmentía con su estilo de vida lo que predica en todas las tribunas, como sucedía con los comandantes históricos Guillermo García o Ramiro Valdés.

No obstante, el cambio en los objetivos económicos no quiere decir, sin embargo, que cancela los otros objetivos políticos. Por el contrario, los reforzará. Cuba se convertirá en la filosa punta de lanza de la conquista planetaria, proclamando paladinamente su derecho irrestricto a practicar el internacionalismo revolucionario, dado que el deber de cada revolucionario, de acuerdo con la doctrina, es, precisamente, hacer la revolución donde quiera que se necesite.

Durante treinta años Cuba organiza, adiestra, protege y ayuda de diversas maneras a guerrilleros y terroristas de medio planeta, desde El Chacal hasta las FARC, o utiliza a sus propios soldados en prolongadísimas guerras africanas que comienzan en el Magreb, en los años sesenta, peleando contra Marruecos, y luego siguen en Angola y Etiopía en la siguiénte década. Su última y más audaz hazaña, como contó Jesús Renzolí, el exembajador provisional de Cuba en la URSS que deserta a partir de esos hechos, es colaborar con los golpistas que en la URSS intentan desalojar del poder a Gorbachov. En esa aventura serán aliados del general Nikolai Sergeyevich Leonov, segundo hombre del KGB y viejo amigo de los Castro y del Che Guevara desde los años cincuenta, cuando comenzaron la fascinación y el vínculo castrista con Moscú.

Fracaso político e ideológico

La llegada de la perestoika, el derribo del Muro de Berlín y la desaparición de la URSS, del bloque socialista y del marxismo-leninismo como referencia ideológica razonable, hicieron fracasar los objetivos políticos e históricos de la revolución cubana.

Pero, de la misma manera que en los sesenta, Fidel Castro y su camarilla cambiaron los objetivos económicos, a partir de los noventa, a regañadientes, cambiaron los objetivos políticos e ideológicos para justificar la estancia en el poder del mismo núcleo gobernante.

Modifican la Constitución de 1976, reclaman el nacionalismo como fuente primigenia de inspiración revolucionaria, buscan su filiación en los mambises y declaran que el objetivo es salvar a la nación cubana de un zarpazo imperial norteamericano. De paso, anacrónica y abusivamente desempolvan a José Martí, un liberal decimonónico que amaba la libertad, y le asignan la responsabilidad ideológica final de una revolución totalitaria.

Como han desaparecido la URSS y el marxismo leninismo, ya no es posible insistir en la conquista del planeta para implantar la justicia revolucionaria. Ahora la coartada de la revolución será otra: presentarse como víctimas del embargo y del acoso estadounidense, y salvar a la nación cubana de la voracidad imperial de Washington. Según el nuevo discurso revolucionario, solo la unidad tras el líder y el Partido son capaces de preservar a Cuba como una entidad soberana.

Nadie se pregunta por qué veinte naciones latinoamericanas pueden ejercer su soberanía, e incluso ejercer diversas formas de antiyanquismo, sin necesidad de recurrir a la dictadura unipartidista como forma de organización.

Por otra parte, inventan una nueva variante económica del comunismo: el Capitalismo Mixto de Estado. El Gobierno se asocia a empresarios extranjeros para explotar la mano de obra cubana en empresas público-privadas.

Simultáneamente, y dentro del mismo espíritu de Estado-Patrón, pero más cerca del esquema de los negreros de la época esclavista, el Gobierno cubano arrienda grandes cantidades de trabajadores a los países extranjeros que pueden pagarlos. La mayor parte son profesionales de la sanidad, pero hay también entrenadores deportivos y toda clase de especialistas.

Es el Periodo Especial y todo vale para sostener a la dinastía familiar de los Castro. Incluso, tratan tibiamente de alejarse del colectivismo y convierten las Granjas del Pueblo, verdaderas comunas asombrosamente improductivas, en cooperativas agrícolas. Esto ocurre en 1993 y, naturalmente, fracasa, entre otras razones, como señala el economista Oscar Espinosa Chepe, porque continúan planificando y dirigiendo burocráticamente la producción y el consumo.

Y en eso llegó Hugo Chávez

Esa cháchara neoestalinista perdura hasta la aparición de Hugo Chávez en el panorama. El venezolano llega a Cuba con los bolsillos repletos de petrodólares y el encefalograma ideológico totalmente plano, aunque todavía fértil.

Fidel, rápidamente, lo esquilma y lo fecunda. Primero, lo libera de las prédicas islamo-fascistas de Norberto Ceresole, un argentino peronista que había convencido al pintoresco bolivariano de las virtudes del modelo libio y de la verdad profunda del Libro Verde atribuido a Gadafi, suma y compendio de la Tercera Teoría Universal, versión renovada y pasada por el desierto de la "tercera posición" propuesta por Juan Domingo Perón varias décadas antes.

En segundo lugar, dota al Socialismo del Siglo XXI proclamado por Chávez de una visión y de una misión. La visión es muy clara: el eje La Habana-Caracas será el representante de los pueblos oprimidos del planeta. De donde se deduce la misión: sustituir a los traidores soviéticos y luchar contra el imperialismo y el capitalismo hasta la victoria final.

Los dos personajes, parecidos en la excentricidad y el disparate, coinciden y comienzan a estudiar la unión de ambos países. Como se sienten tan bien uno con el otro, deducen que Cuba y Venezuela pueden integrarse en una misma entidad. Al fin y al cabo, ¿no son ellos la encarnación de sus respectivos países? Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, entonces delfines de Fidel, lo anuncian a media lengua fines del año 2005.

Estos sueños, en los que no falta una dosis de puerilidad y voluntarismo, se hunden en el verano del 2006. Fidel se enferma gravemente y debe traspasarle la autoridad a su hermano Raúl.

Raúl hereda el poder y una economía en ruinas. Es más pragmático que su hermano y quiere acelerar los cambios para aumentar la productividad. Probablemente, no comparte la visión mesiánica de Fidel y de Chávez, ni a estas alturas cree en la misión de salvar al planeta de la voracidad del imperialismo, pero esos son los bueyes discursivos con que le ha tocado arar y no se aparta del grandioso guión que su megalomaníaco hermano le ha dejado escrito.

Se propone, eso sí, rescatar la catastrófica economía que heredó de Fidel. ¿Cómo? Con medidas que parecen sacadas de un plan que, en su momento, lo deslumbró, y luego, públicamente, rechazó: la Perestroika de Gorbachov.

La Prestroika se fundaba en la renovación de los cuadros del partido con el propósito de atraer a los más jóvenes e idealistas, descentralizar la autoridad y los mecanismos de toma de decisiones, aumentar el perímetro de las actividades económicas privadas, mejorar la gerencia del país con técnicas del mundo capitalista y combatir la corrupción y los privilegios de la nomenklatura.

En los ochenta, cuando Raúl leyó el libro de Gorbachov titulado Perestroika, quedó convencido de que, a la escala diminuta de la Isla, los males que afectaban a la URSS eran los mismos que aquejaban a Cuba, de manera que los remedios debían ser los mismos. Hizo traducir el libro del ruso al español, tarea que le encargó a su entonces secretario en las fuerzas armadas, el mencionado oficial Jesús Renzolí, y se lo regaló a los oficiales de las Fuerzas Armadas.

Cuando Fidel se enteró, montó en cólera, le exigió recoger la edición y lo regañó severamente, como cuenta su también exsecretario Alcibíades Hidalgo, un periodista especialmente sagaz hoy exiliado en Estados Unidos que llegó a ser representante de Cuba en Naciones Unidas y miembro del Comité Central.

En todo caso, llamándole de otra manera, lineamientos, o sin siquiera mencionar a sus pretendidas reformas, Raúl, cuando le tocó gobernar, puso en marcha unos cambios que, supuestamente, le devolverían el pulso a la moribunda economía cubana sin abandonar el unipartidismo, la planificación económica y el rol de la clase dirigente.

Todo eso está condenado al fracaso. ¿Por qué? Al margen de la necesidad de libertad que tienen todos los seres humanos para alcanzar algún grado de felicidad, fracasará al menos por siete razones, algunas de las cuales he apuntado en otros papeles:

  • Sin una moneda fuerte que mantenga su valor y poder adquisitivo para realizar las transacciones comerciales, es casi inútil intentar superar la situación en la que se encuentra el país. Cuba tiene al menos dos monedas. Una mala, con la que se les paga a los trabajadores, y otra buena, en la que se les vende todo lo que vale la pena adquirir. Esa práctica es lo más parecido a una estafa continuada de cuantas puede practicar un Estado.
  • Sin propiedad ni empresa privada no hay desarrollo. En Cuba la reforma de Raúl no consiste en devolverle a la Sociedad Civil la posibilidad de crear empresas que generen beneficios y crezcan, base del desarrollo capitalista en Suiza o en China, sino autorizan el surgimiento de unos pequeños timbiriches o chiringuitos, como les llaman en España a estas microentidades, bajo la estricta vigilancia de funcionarios implacables, sin otro objeto que el de absorber la mano de obra improductiva que existe en el sector público y, de paso, cobrarles altos impuestos.
  • Sin un sistema de precios regidos por la oferta y la demanda es imposible asignar eficazmente los recursos disponibles. La planificación centralizada a cargo de los técnicos del Estado es un desastroso camelo. Esto no es un caprichoso dogma ideológico sino una observación confirmada en el mundo real.
Nadie tiene toda la información para poder dirigir una economía compleja. Los precios son el lenguaje en que la sociedad expresa sus necesidades y preferencias. No hay modo de sustituir eficientemente ese mecanismo.
  • Sin competencia no hay manera de aumentar y mejorar la producción y la productividad. El ejemplo se ha utilizado mil veces: la razón por la que los ingenieros alemanes en Occidente fabricaban Mercedes Benz, mientras los de Oriente debían conformarse con los Trabant, era la existencia en Occidente de la competencia.
  • Pero competencia significa libertad económica para investigar, invertir, innovar, asociarse. Nada de eso es posible en la encorsetada economía cubana. Sin libertad económica y reglas claras que faciliten la creación de empresas, obstaculicen la corrupción y premien el ahorro y la inversión local y extranjera, jamás se generará de forma sistemática de riqueza.
  • Sin un ordenamiento jurídico, un poder judicial eficaz, equitativo e independiente que resuelva los conflictos, castigue a los culpables, proteja los derechos de las personas y dé seguridades, no se sostiene una sociedad próspera. Las economías exitosas son las de sociedades que se guían por reglas administradas por personas independientes, no por ideólogos o por partidos. La independencia del Poder Judicial no es un capricho. Es una necesidad de cualquier sociedad basada en reglas justas y equitativas.
  • Sin transparencia ni rendición de cuenta de los actos de Gobierno, sin funcionarios colocados bajo la autoridad de la ley, guiados por la meritocracia y legitimados en elecciones periódicas entre opciones diferentes, tampoco se alcanzan cotas decentes de desarrollo. Una de las razones que explican el fracaso del comunismo cubano —al margen del carácter erróneo del marxismo como planteamiento teórico, lo que lo invalida de raíz—, es que durante más de medio siglo quienes cometían los errores y los horrores eran los mismos que juzgaban los hechos.

¿Qué puede hacer, realmente, Raúl Castro, si de verdad quiere ponerle fin a la penosa improductividad de ese sistema? Tal vez, reconocer algo que apuntó hace muchos años el dirigente comunista yugoslavo-montenegrino, y luego disidente antiestalinista, Milovan Djilas: ese tipo de régimen no es salvable. Hay que echarlo abajo y sustituirlo por un modelo que funcione, y el más acreditado es la democracia liberal acompañada de la economía de mercado que va poco a poco implantándose en el planeta desde fines del siglo XVIII y hoy rige en las treinta naciones más desarrolladas del mundo.

La ilusión de crear un sistema fundamentalmente estatista y monopartidista que sea, al mismo tiempo, productivo, es una quimera. China, aunque todavía es una dictadura unipartidista, ya ha dejado de ser comunista y lo probable es que, eventualmente, deje de ser unipartidista, como previamente sucedió en Taiwán.

Llega un punto en que las personas, incluso en sociedades con escasa tradición democrática, reclaman libertades. En Cuba hace mucho tiempo que esa hora ya ha llegado.

Finalmente, sería impropio terminar estas líneas sin una referencia a la tímida reforma migratoria anunciada esta semana por el régimen de Raúl Castro.

Sin duda, es algo positivo, porque abarata las gestiones y elimina ciertos trámites absurdos a los que se veían obligados los cubanos que querían salir del país. Pero la actitud del Gobierno permanece intacta: el Estado sigue siendo el dueño de los ciudadanos y a él le corresponde decidir quién puede salir y quien debe quedarse.

De ahora en adelante, el filtro no será un permiso de salida, sino la posesión de un pasaporte adecuado para viajar, de manera que los demócratas de la oposición, los médicos, los catedráticos y quienes arbitrariamente decida el Gobierno, no podrán trasladarse fuera del país aunque posean catorce visas, como en el pasado le ha sucedido a Yoani Sánchez.

En Cuba, simplemente, no se reconoce la libertad de movimiento, uno de los Derechos Humanos consagrados por Naciones Unidas.

En Cuba el movimiento es un privilegio otorgado por el Estado en función de criterios políticos. Eso llega al extremo de que ni siquiera los cubanos pueden elegir dentro de Cuba el lugar donde desean vivir.

Para la dictadura, sin embargo, esa actitud tendrá un costo. Todas las personas privadas del privilegio de poder viajar al extranjero se sentirán víctimas de un agravio comparativo y tendrán más razones para detestar a quienes les causan ese daño.

En suma, la mínima reforma migratoria emprendida por el régimen tiene un costo para el raulismo. Unos lo verán como algo que les pertenecía y el Gobierno les negaba cruelmente. Otros pensarán que la dictadura los penaliza por ser estudiosos y valiosos.

Vuelvo a la conclusion de Milovan Djilas: esos regímenes no son modificables. Hay que sustituirlos. Pacíficamente, pero hay que sustituirlos.


Texto de la conferencia pronunciada en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos, Universidad de Miami, Coral Gables, el 17 de octubre de 2012. Se reproduce con autorización del autor.

Tomado del DIAIRO DE CUBA

 
La muerte de Fidel, la muerte de Raúl (1 de 2) PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Jueves, 18 de Octubre de 2012 09:12

Por Huber Matos Araluce.-

La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida

José Martí


En estos días las especulaciones sobre la muerte de Fidel Castro se han intensificado. No se sabe si está muerto o si lo mantienen respirando en forma artificial.  Como los últimos años de Castro están unidos al fracaso, a la pérdida del poder y al ridículo, su desenlace tendrá una importancia relativa.  La muerte de Raúl Castro será más importante porque cuando suceda es probable que el hermano menor tendrá todavía el control del régimen. 

La muerte de Fidel


La desaparición de Fidel Castro será un acontecimiento que afectará a los fidelistas que quedan en la isla.  Para estos, que son una minoría, será el fin de una época, el fin de todo.   Morirá dentro de ellos algo importante y solo les quedará un recuerdo: lo que fue y lo que pudo ser.  También su fallecimiento será  motivo de interés para algunos medios de la prensa internacional.


Pero para la mayoría de los cubanos Fidel Castro ya no cuenta.  Para ellos  él  es el responsable principal del desastre que padecen.  Tienen poco o nada bueno que recordar de quien ofreció un paraíso y los metió en un pantano. Los cubanos están  conscientes de que poco cambiará en Cuba el día en que entierren al maestro del engaño.  El que les robó lo mejor de sus vidas.


Entre quienes han envejecido sirviendo al régimen y no han querido o no han podido enriquecerse en la corrupción hay un profundo nivel de resentimiento contra Castro.  Lo dieron todo por nada y se quedan con el amargo trabajo de aceptar la derrota del sistema por el que tanto lucharon. Son ellos y no él quienes tienen que darle la cara al fracaso, al pueblo  y al mundo.


Incluso para quienes tuvieron el privilegio y el orgullo de convertirse en profesionales en la Cuba, el país  no ofrece oportunidades.   El camino del destierro es la puerta de escape.  Para alcanzar un nivel de vida razonable y tener oportunidades sin depender de condicionamientos políticos o del favor de alguien en la cúpula del poder, tienen que irse de Cuba. 

Su peor enemigo


En mayor o menor grado los cubanos están informados que la senilidad de Fidel Castro lo ha convertido en el hazmerreír de mucha gente.  Hecho evidenciado por los disparates que decía y publicaba hasta hace algún tiempo.


A un periodista estadounidense le dijo que el sistema en Cuba ya no funcionaba, para luego negar lo que había dicho.  En otra oportunidad anunció con exactitud la fecha del inicio de una guerra atómica que nunca tuvo la menor posibilidad de materializarse.


Puede ser que Raúl Castro no haya tenido el valor de frenarlo, contradecirlo o impedirle que continuara haciendo el ridículo.  O que permitiera que Fidel Castro se perjudicara a sí mismo con sus disparates.  Era una forma de descrédito que le convenía para destacar su figura contra las aberraciones de su hermano mayor. Pero cualquiera que fuera la razón, maquiavelismo o temor a contradecirlo, Fidel Castro se convirtió  involuntariamente en su peor enemigo.


La oportunidad perdida


Fidel Castro es el responsable de que el castrismo perdiera  la oportunidad de un arreglo con los Estados Unidos, otra muestra de su mala cabeza y de la cobardía de Raúl Castro.  En los momentos en que Barack Obama asumió la presidencia de los Estados Unidos, el nuevo presidente tenía la mejor disposición de lograr un entendimiento con el gobierno cubano.


Lo inteligente habría sido  iniciar un diálogo que lograra  lo mínimo necesario para la supervivencia del régimen, teniendo en cuenta las posibilidades y limitaciones políticas del gobierno de Obama respecto a Cuba. No fue así. Fidel Castro exigía a los Estados Unidos una especie de rendición incondicional.  Cuando Raúl Castro declaró que él estaba dispuesto a conversar de cualquier tema con Obama, Fidel Castro lo desautorizó en público diciendo que eso no era lo que había querido decir Raúl.


La tiranía pudo haber ofrecido una liberalización en los viajes de los cubanos en la isla y el exterior a cambio de que los Estados Unidos eliminaran a los estadounidenses la restricción de viajar como turistas a Cuba.  Lo ha hecho ahora a destiempo, cuando Obama tiene las manos atadas por una próxima elección, y cuando aun si fuera reelecto  ya la oferta castrista no tendría la misma credibilidad.


Si se hubiera llegado a un acuerdo así cuatro años atrás, en la actualidad hoy tendrían el ingreso adicional de algunos miles de millones de dólares anuales por el turismo norteamericano, que sumados a los ingresos que le llegan del exilio le habría permitido a la tiranía un mayor margen de maniobra.  Era casi como desmantelar el embargo sin que Washington tuviera que capitular. El gobierno de Obama estaba listo a convertir cualquier concesión en una muestra del éxito de su política de negociación.


De todas formas de Cuba han continuado saliendo miles de cubanos.  Los presos políticos más conocidos fueron liberados por la presión que provocó el asesinato de Orlando Zapata y el protagonismo de las Damas de Blanco.


Cuando en 1979 Deng Xiaoping llegó a los Estados Unidos a negociar  y a pedir ayuda para los cambios en China, un grupo de congresistas le habló sobre la libertad de emigrar de los chinos. La enmienda Jackson-Vanik exigía que los países comunistas que quisieran tener relaciones comerciales normales con los Estados Unidos tenían que permitir la emigración de los ciudadanos que quisieran salir.


Ante la insistencia Xiaoping les pregunto qué cuantos millones de chinos querían ellos que él le mandaran a los Estados Unidos: ¿10 milones, 15 millones?  Desde ese momento los norteamericanos dejaron de un lado el asunto.  La dictadura castrista pudo haber ensayado una variante de esta propuesta. Lo van a intentar con las nuevas medidas migratorias, pero perdieron cuatro años por culpa de Fidel Castro.


En conclusión  Fidel Castro perdió la oportunidad de negociar con el gobierno de Obama por su senilidad y sus caprichos. Raúl Castro demostró al mismo tiempo su incapacidad como líder.


Fidel Castro ya ha muerto para la mayoría del pueblo cubano.  A ellos no les importa si es un vegetal descerebrado o si aparece balbuceando más disparates.  Para la minoría fidelista será el último aldabonazo del sueño que se convirtió en pesadilla.

Continuará

Última actualización el Jueves, 18 de Octubre de 2012 09:25
 
Angel Carromero: rehén y chivo expiatorio PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Martes, 16 de Octubre de 2012 19:22

Editorial de LA NUEVA REPÚBLICA.-

Los regímenes que se apoyan en el castigo indiscriminado usan las leyes para justificar  sus  abusos.  Angel Carromero era un amigo de la familia de Oswaldo Payá y manejaba el automóvil accidentado; no había ninguna justificación para impedirle a la esposa y a los  hijos de Payá reunirse con él, como ellos pidieron con insistencia. Esta familia había declarado públicamente que no acusaría a Carromero. Mientras investigaban el caso en cualquier país civilizado lo habrían puesto en libertad inmediatamente. No había necesidad de mantenerlo preso e incomunicado. Tampoco había razón alguna para condenarlo.


Según la lógica castrista si la viuda de Payá hubiera estado manejando el automóvil la habrían condenado igualmente. El Estado totalitario es la máxima autoridad en todas las instancias. Es el responsable de vigilar y de “velar” por todos.


Pero Angel Carromero se convirtió en una oportunidad.  En un rehén y en un chivo expiatorio. Su verdadero pecado fue viajar a Cuba a brindarle solidaridad a un líder de la oposición democrática.  Con su condena - los que quieran apoyar a la oposición - están advertidos del precio a pagar.   Su segunda falta es su ciudadanía española.  En España gobierna un partido, al que él pertenece, que no simpatiza con la dictadura castrista.  Por el primer pecado -la solidaridad- había que castigarlo cruelmente. El segundo brindaba la oportunidad del chantaje, la negociación y el compromiso.


Angel Carromero no correrá la suerte de otro rehén, el ingeniero Alan Gross, un norteamericano condenado a 15 años de prisión por haber llevado a Cuba equipo para facilitarle a la oposición la comunicación por Internet.  Una falta tan ridícula como insustancial.  Pero el gobierno español parece manejar buenas relaciones con la tiranía y los empresarios españoles son socios importantes del castrismo.  Una vez que se hayan cumplido las apariencias del “indebido proceso”, que no sabemos cuánto tiempo esto tomará, Carromero, podrá viajar a su país y tratar de olvidar la pesadilla.


Este ha sido una conjura política que ha culminado con un juicio político.  La dictadura en Cuba cree que causando  confusión, miedo y dolor doblega a sus víctimas.  No parece haberse dado cuenta que esa es una táctica  que corresponde a la primera etapa del proceso totalitario.  Una vez que el comunismo fracasa, los atropellos se vuelven contra su propia estabilidad.  Independiente de lo que el régimen tiene que esconder en este caso,  la forma en que ha procedido, lejos de beneficiarlo, lo ha perjudicado.  Entre todos los atropellos de este caso el colmo de la crueldad  fue negarle a la familia de Oswaldo Paya presenciar el  juicio de Angel Carromero.


En su pena por la pérdida irreparable de su ser querido y la forma  inhumana en que ha sido tratada, la familia Payá debe saber que el pueblo cubano, la oposición y el mundo democrático han estado a su lado. 

Editorial de
La Nueva República, el semanario del CID en Cuba.

 

Última actualización el Martes, 16 de Octubre de 2012 19:24
 
Oxígeno robado y tiempo muerto PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Lunes, 15 de Octubre de 2012 00:34

Por Raúl Rivero.-

El régimen cubano consiguió el domingo pasado abrir otro plazo de supervivencia en una geografía distante. Fue en el proceso electoral para la presidencia de Venezuela y de la mano de Hugo Chávez, un fanático del totalitarismo que aspira a calcar en el triángulo de tierra de su país el modelo político que arruinó a Cuba y dejó sin libertad a los cubanos.

El gobierno de la isla tiene una experiencia de más de 50 años a la hora de depender de circunstancias políticas, eventos económicos y naturalezas ajenas. Lo ha demostrado durante todos sus años de poder impuesto. Ese camino comenzó con la dependencia de la Unión Soviética y los países del campo socialista, cuando todavía los teóricos marxistas creían en la eternidad.

Siguió la costumbre después que el comunismo en el este de Europa pasó de la lenta agonía a la muerte súbita. Se entregaron entonces a las alternativas de los lejanos despachos gestores de las empresas extranjeras que fueron a sacarle los boniatos del fuego a la burocracia criolla incapaz de garantizar ni el desayuno de los ciudadanos de un municipio.

Y, finalmente, apareció Hugo Chávez desde Caracas, para recatarlos del orfanato capitalista con ínfulas maternales y apoyado por el dinero y el petróleo de los venezolanos que regala a Cuba y a sus otros aliados regionales, al decir de un amigo periodista, como si los dólares salieran de la alcancía de su abuela y el combustible de un pozo del patio de su finca privada en Barinas.

En los últimos tiempos, con la salud del benefactor convertida en un secreto continental y en un posible problema para la estabilidad de toda la corriente populista del socialismo del siglo XXI, y la creciente fortaleza de la oposición venezolana, La Habana se lanzó a toda prisa a buscar respaldos, inversiones, ayudas, dádivas de sus viejos camaradas asiáticos (China y Viet Nam) entregados ahora al capitalismo de estado.

Se giró, además, con los brazos abiertos, para las grandes empresas brasileñas, apadrinada por la izquierda Chanel, y acentuó sus gestos, en todas las direcciones, para que se hagan en el país grandes inversiones. Se pusieron, como se dice en buen cubano para identificar el estado de ánimo de la desesperación, a pedir el agua por señas.

Ahora les llega de lejos un poco de sosiego. Los resultados de los comicios de Venezuela le dan al grupo cubano del poder un nuevo tiempo para dedicarse a conseguir socios, cómplices, seguidores, viudas nostálgicas del socialismo que le ayuden a continuar con el control de una nación secuestrada.

Entretanto, la oposición pacífica, las Damas de Blanco, los ex presos políticos, los periodistas independientes y los activistas de derechos humanos reciben directamente la violencia de la represión y trabajan todos los días en la calidez y la riqueza de la realidad interior de Cuba. Ellos dicen es allí donde está la solución definitiva.


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Laura Pollán: la dama de blanco que saltó más allá de su propia sombra PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 14 de Octubre de 2012 11:33

Por Yoani Sánchez.-

De estatura pequeña, ojos claros y voz firme, Laura Pollán fue durante años uno de los rostros más visibles de las Damas de Blanco en Cuba. Maestra de profesión y activista cívica por decisión, participó en la gestación y fortalecimiento del más importante grupo disidente que tiene hoy la Isla. Este 14 de octubre se conmemora el primer aniversario de su fallecimiento y muchos intentan repasar su legado y el estado actual del movimiento que ella ayudó a fundar. Hace doce meses la gran pregunta era si esta agrupación femenina podría sobrevivir a la muerte de su líder principal, pero la interrogante ya ha sido despejada.

La actual portavoz, Berta Soler, ha asegurado a este diario que las Damas de Blanco han crecido tanto en número como en extensión a lo largo del país. Si en un principio las actividades organizadas por el grupo se circunscribían a La Habana, ahora se extienden también a Guantánamo, Santiago de Cuba, Matanzas, Holguín, Villa Clara y Pinar del Río. Aunque prefiere no dar una cifra exacta de mujeres afiliadas, estima que superan las 180 en toda Cuba. Mientras hace estas declaraciones, Berta se ve segura, enérgica. Para ella también este último año ha significado un cambio importante en su vida. Sobre sus hombros recae ahora una responsabilidad que parece llevar con gusto. Siempre que alude a su predecesora lo hace con cariño y respeto.

Este domingo, si las dejan llegar, las Damas de Blanco harán una peregrinación especial alrededor de la Iglesia de Santa Rita, en homenaje a Laura Pollán. Desde las primeras horas de la mañana en su sede de la calle Neptuno estarán abiertas las puertas para todo aquel que quiera brindar sus respetos o firmar un libro de recordatorio a la fallecida líder. Desde ya, un altar vestido en blanco adorna la esquina de la salita donde vivió y una foto de Laura sonriendo se va llenando de gladiolos alrededor.

Desde el pasado viernes el tráfico por la calle Neptuno, importante arteria capitalina, haba sido cortado. Justo frente a la sede de las Damas de Blanco se acumulaban partidarios del gobierno que aseguraban estar allí “para conmemorar el 45 aniversario de la muerte de Ernesto Guevara y los 53 años de la desaparición de Camilo Cienfuegos”. Ninguno de los consultados hizo alusión alguna a las mujeres vestidas de blanco que se podían observar a través de la puerta entreabierta de la vivienda con el número 963. El volumen de la música del acto tenía molestos desde la mañana a muchos vecinos. “Yo no sé por qué arman tanto barullo contra mujeres desarmadas y pacíficas” declara a este diario un joven, que después rehúye decir su nombre ante el temor a represalias. Mientras, la conga que difunden los altavoces sigue subiendo de tono en todas direcciones.

Más allá de su propia sombra

Cuando su esposo fue detenido durante la llamada Primavera Negra de 2003, la vida de esta Laura Pollán experimentó un cambio radical. Pasó del anonimato y la rutina doméstica, a estar en el centro de los elogios de las fuerzas democratizadoras y de los insultos de la prensa oficialista.

El último domingo de marzo de 2003 un grupo de mujeres vestidas con ropas blancas asistieron por primera vez a la parroquia de Santa Rita, en el hermoso barrio habanero de Miramar. Después de aquello la apacible Quinta Avenida se convirtió en escenario de la marcha dominical de este grupo femenino que fue creciendo en número y prestigio con los años. Su reclamo principal se estructuró alrededor de la excarcelación de los 75 opositores condenados a largas penas de cárcel. El gobierno de Fidel Castro había asestado un golpe devastador a la disidencia y lo había justificado jurídicamente con la Ley 88, también conocida como "Ley Mordaza". Las acusaciones versaban alrededor de la supuesta implicación de los acusados con planes desestabilizadores provenientes de Estados Unidos.

Los familiares de los detenidos en aquella primavera se vieron sumidos en el rechazo de las instituciones y en la suspicacia de sus vecinos y allegados. La creación de las Damas de Blanco vino a ser no solo una forma de denunciar lo ocurrido, sino también de acompañarse mutuamente en medio del clima de rechazo que la propaganda oficial creó alrededor de ellas. Como en todo grupo humano, rápidamente comenzaron a aflorar los liderazgos y a perfilarse las estrategias para lograr el objetivo de la excarcelación. Fue justamente Laura Pollán una de las mujeres que sobresalió desde el principio, junto a nombres como Blanca Reyes, Miriam Leyva y Gisela Delgado. Se destacaba por su voz paciente, atemperada por la larga experiencia frente a las aulas como maestra. Poco a poco se constituyó en la vocera principal de las Damas de Blanco y en su figura más reconocida internacionalmente.

En 2005 estas mujeres siempre vestidas de blanco fueron reconocidas con el Premio Sájarov del Parlamento Europeo, pero el Gobierno no les permitió viajar para participar en la ceremonia de entrega. Sin embargo, ellas continuaron sus peregrinaciones de cada domingo y también otras actividades principalmente en la ciudad de La Habana. La sede del grupo se definió también en la Calle Neptuno, en la humilde casa de Laura Pollán. Los mítines de repudio arreciaron contra ellas y también los ataques en los medios oficiales. Era raro el mes en que no apareciera algún programa televisivo que las acusara de “asalariadas del imperio” o las calificara con el agresivo epíteto de “Damas de Verde”. El asesinato de la reputación y la lapidación pública de su imagen ha sido uno de los métodos más usados contra las Damas de Blanco. Laura Pollán fue el objetivo predilecto y sistemático de esas difamaciones.

Entre 2010 y 2011 el gobierno cubano llevó a cabo una proceso de excarcelaciones, en el que la Iglesia Católica y la cancillería española hicieron el papel de mediadoras. Fueron liberados los prisioneros de la Primavera Negra que quedaban tras las rejas. Muchos marcharon al exilio en España y otros pocos decidieron permanecer en Cuba. Las Damas de Blanco tuvieron que redefinir su papel cívico y se erigieron entonces como un movimiento de derechos humanos que trasciende hoy sus preceptos iniciales. La sede del movimiento sigue siendo el domicilio de Laura Pollán.

Cuando Laura Pollán fue ingresada de urgencia en un hospital habanero, muy pocos creyeron que se tratara de un situación terminal. La fortaleza de ánimo de esta pequeña mujer daba a entender que se recuperaría rápidamente. Pero en la noche del 14 de octubre la noticia de su fallecimiento consternaba a toda la comunidad disidente cubana. Aunque el reporte médico aseveró que la causa de la muerte fue una insuficiencia respiratoria, las dudas rodean aún el deceso de la activista.

Cuando expiró, ella solo había podido disfrutar durante ocho meses de la compañía de su esposo, después de que este estuviera encarcelado por más de siete años.

Un año después

El movimiento femenino y pacífico que Laura Pollán ayudó a gestar y consolidar muestra señales de redefinición y crecimiento. No parece probable que el Gobierno cubano pueda erradicar a las Damas de Blanco con actos de repudio, con la difamación o los arrestos breves. Tampoco se ve cercano el día en que las reconozcan y les permitan asociarse legalmente.

Según ha asegurado Berta Soler a EL PAÍS, “ahora la represión es más grande y más fuerte”. Y esa declaración la ha hecho en la sala donde hace un poco más de un año Laura Pollán se sentaba, hablaba, brindaba declaraciones a la prensa… vivía.

Tomado de EL PAÍS, MADRID, ESPAÑA

 
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