Esta semana, a la vez que arreciaban las protestas contra el Canal Interoceánico con la manifestación de miles de campesinos y productores agropecuarios en el departamento de Chontales, en el centro-sur de Nicaragua y cerca de la eventual ruta del proyecto, apareció un artículo que arroja nueva luz sobre el papel del gobierno de China en cuanto al origen de la mega-obra y que, curiosamente, también, arrecia las dudas que ya se han levantado sobre la naturaleza y alcances de la concesión que Ortega otorgó al oscuro empresario chino Wang Jing.

Por Edmundo Jarquín

(Infolatam).- El artículo está en el blog de Tim Johnson, que escribe para la inmensa cadena McClatchy, dueña entre otros medios del Miami Herald, y treinta otros periódicos, así como de otros servicios informativos. Más importante aún, Johnson conoce muy bien Nicaragua, habiendo trabajado en este país durante mucho tiempo, y además vivió cinco años en China.

El largo artículo está muy bien documentado y es, en cierto sentido, una muy buena recopilación de lo publicado hasta ahora sobre el canal en cuanto a dimensiones, magnitud del trabajo requerido, el tema del financiamiento, e incluso de las implicancias geopolíticas que en el artículo se ven aliviadas por una declaración del ex Secretario de Estado norteamericano, y gurú de la política exterior, Henry Kissinger, quien afirma que los Estados Unidos no tendrían problemas con el proyecto.

Aunque la opinión de Kissinger es consistente con la visión, un tanto ingenua, que plasma en su libro sobre la dinámica geopolítica de China, tiene el valor, ante el mutismo de los oficiales del gobierno de Obama, e incluso de los líderes republicanos del Congreso de los Estados Unidos, de ser casi la única voz autorizada del establecimiento estadounidense que se ha pronunciado al respecto.

Pues bien, en el mencionado artículo el Presidente de la Autoridad Nicaragüense del Gran Canal, el ex Vicecanciller de Ortega, Manuel Coronel Kautz, confirma una versión que ha circulado ampliamente, pero con un matiz que levanta dudas adicionales y, ciertamente, nuevas.

Se conoce que uno de los hijos de Ortega, en su carácter de Asesor de Inversiones de la Agencia ProNicargua, viajó en 2012 a China, encabezando una delegación de la mencionada Agencia promotora de inversiones extranjeras. Fue recibido con sus compañeros de delegación a un nivel relativamente alto del Partido Comunista chino, lo cual no es de extrañar, así como no extraña que hace poquísimos días le haya recibido el Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, porque no se trata de un asesor más, sino del hijo del Sultán en un régimen Sultanístico.

Lo interesante del artículo no es lo anterior, sino cómo se gestó la aparición de Wang Jing en escena. Según Coronel Kautz, el hijo de Ortega “habló de la posibilidad del canal, y ellos (los chinos) estuvieron tan interesados” que le enviaron a hablar con el Ministro de Infraestructura y autoridades del Banco de China. Siempre, según la misma fuente, en las reuniones que sostuvo el hijo de Ortega le dijeron que el proyecto sería emprendido por alguno de los multimillonarios chinos y le pasaron una lista, de la cual habría escogido a Wang Jing.

La versión, de confirmarse, dejaría en claro que el gobierno de China está detrás del proyecto. Esto aumentaría las posibilidades del mismo, independientemente de otras consideraciones (ambientales, desplazamientos de población, etc), y si los Estados Unidos no tuvieran dificultades geopolíticas como dice Kissinger, porque China tiene la capacidad financiera y técnica para hacerlo, con lo cual, a su vez, se demostraría que declaraciones de Wang Jing afirmando que lo va a financiar en los mercados internacionales de capital, “en bolsa”, dijo, no pasan de ser disparates.

Pero, a su vez, y como dijimos al principio, la extrema generosidad de la concesión canalera queda bajo nuevas dudas. Cuando la concesión, en que se entrega al país atado de pies y manos, se aprobó, un dirigente empresarial de los que hablan con frecuencia con el gobierno, frente a mis reclamos, me dijo en tono interrogativo: “¿Y cómo se te ocurre que un empresario va a venir, con este sistema judicial y gobierno tan corruptos, a arriesgar semejante inversión si no es bajo jurisdicción internacional, y que Nicaragua renuncie a todo derecho?”.

Bueno, ahora lo sabemos: no fue frente a un inversionista privado, sino ante un gobierno extranjero, que Ortega renunció a todo derecho soberano de Nicaragua. Ni más, ni menos, mientras pronuncia discursos contra el imperialismo y el “capitalismo salvaje”, refiriéndose a Europa y los Estados Unidos.

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