Vladimir Putin y un mensaje colgando en la pared Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Martes, 09 de Mayo de 2023 21:27

Quizás fue el miedo de Vladimir Putin de sufrir un atentado. Tal vez la falta de euforia y la desconfianza popular a una convocatoria deslucida. O, por qué no, la escasez de armamentos y soldados para desfilar.

Vladimir Putin ofreció un almuerzo a sus invitados, los jefes de estado de países que pertenecieron a la Unión Soviética, luego de los tímidos festejos por el Día de la Victoria 2023 (Prensa Kremlin)

Lo cierto es que lo que se suponía sería una gran conmemoración por el “Día de la Victoria -como cada 9 de mayo que se recuerda el triunfo sobre la Alemania nazi en 1945- terminó siendo un trámite de menos de una hora, con un discurso efímero en el que se culpó a Occidente por los infortunios propios. “La civilización se encuentra de nuevo en un punto de inflexión”, dijo el jefe del Kremlin ante escaso público. Tan poca gente concurrió al desfile que incluso durante la pandemia hubo más.

Pero no sólo se presentó una tímida claque, sino que el espectáculo fue pobre en contraste con lo que se suele presentar para esta fecha: un sólo tanque T-34 fabricado durante la Segunda Guerra Mundial, pocas armas de porte y algunos vehículos blindados más pudieron verse. El consultor político norteamericano Jason Jay Smart, especialista en era post-soviética, fue cruel. Dijo que a esta altura de la guerra había más tanques en manos de los campesinos ucranianos que en poder de Moscú.

Desde el 24 de febrero de 2022 Rusia viene anunciando que celebrará este aniversario con grandes triunfos sobre terreno ucraniano. Ya van dos cumpleaños… y nada. La última promesa fue hecha por el patrón de los mercenarios del Grupo WagnerYevgueny Prigozhin, que alardeó que conquistaría Bakhmut este 9 de mayo. Un trofeo modesto teniendo en cuenta las ambiciones iniciales de la “operación militar especial”.

Bakhmut es una pequeña ciudad convertida en símbolo de la invasión -y la resistencia- donde los soldados a sueldo de Prigozhin luchan metro a metro desde agosto pasado. En estos interminables meses ganaron algo de territorio, aunque a un costo altísimo. Pese a la sangre derramada -de ambos lados- el multimillonario jerarca no puede plantar la bandera rusa. Incluso, hay reportes que aseguran que en las últimas 24 horas sus combatientes debieron retroceder 500 metros, una enormidad teniendo en cuenta lo que demanda conquistar cada centímetro.

Prigozhin se queja de estar solo. De no recibir el apoyo suficiente del Ministerio de Defensa ruso que conduce su enemigo interno Sergei Shoigu. De no contar con el armamento que necesita -dice- para terminar con su misión. Amenaza, periódicamente, con abandonar sus posiciones. Incluso afirma que el ministro le miente a Putin. Una osadía de ser cierto. Tiene un doble objetivo: presionar para continuar con su negocio y posicionarse políticamente para el futuro.

La soledad del oligarca en el frente se asemeja a la pobre popularidad que exhibió Putin en el “Día de la Victoria”. No sólo por la falta de público durante el desfile, sino también por la convocatoria de jefes de estado, todos de países que formaron parte de la Unión SoviéticaNikol Pashinyan de Armenia, Alexander Lukashenko de BelorrusiaKassym-Jomart Tokayev de Kazajstán, Sadyr Japarov de Kirguistán, Emomali Rahmon de Tayikistán, Serdar Berdimuhamedov de Turkmenistán y Shavkat Mirziyoyev de Uzbekistán.

Al finalizar el acto principal, Putin invitó un almuerzo a sus invitados de honor. Con una llamativa y repentina ausencia: Lukashenko, el fiel prestador de servicios del jefe del Kremlin, se excusó. Se informó que su salud no era la mejor y regresó a su país. Algunos ironizaron con malicia: no quería aceptar una taza de té sobre el epílogo del festín y prefirió marcharse de regreso a Bielorrusia.

Los demás jefes de estado se animaron a sentarse alrededor de la mesa redonda propuesta por Putin a cuyas espaldas colgaba, imponente, una pintura llena de simbología para estos tiempos. En él resaltaba la figura de Vladimir I, Gran Príncipe de Kiev. Lo acompañan sus hijos Boris Gleb, considerados los primeros santos rusos. Casi seguro que los comensales entendieron el singular mensaje.

Twitter: @TotiPI

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