Los rumores de las muertes diarias, el ajetreo médico visible en todos los barrios y los inmuebles rodeados de cal son las noticias de cada amanecer en Santiago de Cuba. El cólera está ahí, es una amenaza intangible que nos asedia y no sabemos por dónde atacará.

Parece que el cólera llegó para quedarse. Desde su aparición, hace más de año y medio, su erradicación, al igual que la del dengue, se ha convertido en un objetivo difícil de lograr. No son pocos los que aseguran que ya es endémico. Los orígenes de la contaminación no están claros, la enfermedad brota aleatoriamente en diversos puntos de la ciudad y lo que sí es evidente es que los barrios más afectados son los pobres y marginados.

Para nadie es un secreto que la insalubridad es la causa de la epidemia. El contagio de agua y alimentos con heces y su consumo por los humanos es resultado de un deficiente sistema de desagüe y también de la falta de medidas de higiene básicas. Así lo confirma una médico general integral en su diario recorrido por las casas pesquisando posibles focos y enfermedades: "La higiene es pésima, basurales y aguas albañales por todos lados, así no acabaremos nunca con las epidemias". Su solución inmediata es convocar un trabajo voluntario de higienización el domingo siguiente.

La falta de higiene en la ciudad es reconocida también por las autoridades y la prensa. En una emisión reciente del programa "En línea contigo" de la televisión provincial, que contó con la presencia del primer secretario del Partido en la provincia, se reconocieron más de 360 obstrucciones de aguas albañales que fluyen hacia las calles, solo en Santiago de Cuba. Allí también se transmitieron espeluznantes videos de consumo de aguas de coloración verdosa extraídos de un embalse de Contramaestre, líquido que, irónicamente, estos pobladores deben comprar.

Las autoridades de Aguas Santiago no dan abasto, ni siquiera con el aumento de contratación de nuevo personal. Se escudan en las carencias materiales que padece la empresa y en problemas subjetivos, abstractos a los oídos de los damnificados.

La realidad es que el mal de fondo es el deficiente estado del sistema de alcantarillas y desagües de la ciudad y de los inmuebles, ya sea por envejecimiento, por precarias instalaciones o por su inexistencia en barrios como Altamira. A esto se añade la ausencia de hábitos higiénicos personales óptimos, agravados por la falta de agua corriente.

El ejemplo claro lo ofreció una maestra primaria que se quejó de que sus alumnos no podían lavarse las manos al salir del baño de la escuela. Les dijo a los padres que lo único que podía hacer era obligarles a que se lavaran las manos con el agua que los niños traían para beber.

A pesar de los enormes esfuerzos de las autoridades sanitarias, el cólera se incrementa. La intensa sequía es su gran causante, porque sin agua es muy difícil mantener la higiene.