Tamboril de casa ajena Por ELENA LARRINAGA Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Miércoles, 28 de Septiembre de 2016 10:12

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Cartagena de Indias ha sido el escenario de un acontecimiento que marcará el futuro de Colombia: el acuerdo de paz. Más de 50 años de enfrentamiento se cierran gracias al diálogo, la generosidad, el arrepentimiento, el perdón y el homenaje a quienes lo merecen.

La mesa de diálogo para el acuerdo de la paz estaba compuesta por los implicados en el proceso, a saber, los mediadores, el Gobierno colombiano, la guerrilla de las FARC  y los afectados por la guerra, es decir, las víctimas.

Este proceso tendrá sus detractores y defensores, como lo tienen todos los acuerdos. No es mi objetivo analizar en profundidad sus debilidades ni fortalezas. Pero sí lo es aseverar que para resolver  un conflicto es condición sine qua non reconocer que existe. Este ha sido el valor del presidente Juan Manuel Santos y de las FARC, y esa ha sido la cobardía del gobierno Cubano.

Mi naturaleza femenina me hace ser proclive a la mediación como sistema de resolución de conflictos, método muy alejado del uso de la fuerza, la intolerancia, y el abuso de poder. Las mujeres, madres y esposas, tienen esta cualidad innata que es la de conciliar la libertad individual de los miembros de una familia, con la exigencia del buen funcionamiento de la misma. Es decir, compaginar libertad individual, respeto y autoridad.

Medio siglo de conflicto subyace en Cuba, cuyo jefe de Estado ha tenido un papel relevante en la no reconciliación de las partes. Alabo su implicación en Colombia, pero es un hecho absolutamente surrealista que mientras aplaude el esfuerzo de los ajenos, su policía política reprime a la sociedad civil independiente en la Isla, golpea a las Damas de Blanco todos los domingos, impide el acceso a la libre información y la libertad de expresión y pensamiento, les niega el derecho a asociarse y por supuesto en ningún caso sometería a la ratificación del pueblo ninguna decisión gubernamental.

Impasible, Raúl Castro acepta el beneplácito de la comunidad internacional por su participación activa en el proceso colombiano, mientras sigue humillando a la población cubana, con el consentimiento de buena parte de esa misma comunidad internacional.

Los cubanos nos merecemos y agradeceríamos que los esfuerzos de todos vayan dirigidos en la dirección de sentarnos en la misma mesa, en igualdad de condiciones, y ayudarnos a construir nuestro futuro en libertad, democracia y prosperidad.

DIARIO DE CUBA