Las calles de El Cairo se han convertido en un reflejo de que las advertencias de utilizar la fuerza contra los manifestantes hechas ayer por el presidente Hosni Mubarak han caído en saco roto, y pareciera que al gobernante cada día se le hace menos caso.
Fuentes informan que ya son 102 los muertos mientras que miles son los heridos tras los enfrentamientos.
Mientras, rodeado siempre de una lealtad política que raya el servilismo, con numerosos frentes abiertos en el plano político y económico, Mubarak se está convirtiendo en los últimos días en un líder autista.
“El presidente Mubarak no está entendiendo el alcance de la situación”, declaró el profesor universitario Abdalá Al Ashal.
El pueblo gana las calles
El cambio se viene pidiendo en las calles desde el martes pasado, día en el que la policía, uno de los pilares más importantes que sustentaba a Mubarak, cedió terreno ante miles de manifestantes que ocuparon la céntrica plaza de Tahrir, epicentro de las protestas.
La historia juzgará si esa decisión fue acertada. Pudo tener el propósito de evitar un baño de sangre parecido al que sufrió Túnez, pero hizo pensar a muchos egipcios que las calles podían ser conquistadas si se perseveraba en el intento.
Las calles de El Cairo tienen un nuevo dueño, miles de egipcios, en abierto desafío al toque de queda, invaden la ciudad para pedir el final del régimen.
La policía, acusada de prepotencia, ahora está prácticamente ausente, acosada por el sentimiento público generalizado y depende de que el Ejército garantice su seguridad.
Deterioro del régimen
El gobierno de Mubarak comenzó a perder pie cuando en las últimas elecciones parlamentarias el gobernante Partido Nacional Democrático (PND) se reservó casi todos los escaños en unas elecciones con descaradas maniobras de fraude.
El principal grupo de la oposición, los Hermanos Musulmanes, que hasta entonces ocupaban la quinta parte de la Cámara Baja del Parlamento, se convirtió en una fuerza extraparlamentaria, utilizando la calle como tribuna de expresión.
Y a la calle han salido sus partidarios desde el martes, a pesar de que el viernes, la Policía detuvo a siete dirigentes de ese grupo con la aparente intención de descabezar un movimiento que había adquirido ritmo propio, y no necesitaba líderes. Frente a esta reivindicación de las calles, el PND parece estar desmoronándose.
Medida desesperada
Mubarak, en un intento por atajar la ofensiva, anunció un relevo en el Gobierno, pero ignoró completamente la principal razón de las protestas, su renuncia.
Según dijo el analista Mustafa Kamel, Mubarak está sinceramente convencido de que las protestas están siendo manejadas por los Hermanos Musulmanes, y debe seguir en el poder para evitar el avance de los fundamentalistas islámicos.
Oasnal
El premio Nobel de la Paz Mohamed el Baradei llegó tres días después de que comenzaran las protestas, y su figura como líder político tiene más eco en el mundo internacional que entre el pueblo egipcio.
De momento, en círculos políticos se apuesta por la posibilidad de que, si cae Mubarak, pueda surgir un poder transitorio liderado por alguna figura militar, con un programa a corto plazo que le permita fijar una nueva senda.
Mubarak, una “ficha del dominó”
Luego de que el 14 de enero una revuelta expulsara al dictador en Túnez, los gobiernos autoritarios de la región están experimentando un verdadero “efecto dominó” que podría terminar echando varias “fichas”.
El efecto más dramático lo está viviendo el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, quien enfrenta masivas protestas de la ciudadanía, cansada de tres décadas de su gobierno personalista.
Mubarak, de 82 años, está en la presidencia desde 1981, año en que sucedió a Anuar el Sadat, asesinado el 6 de octubre de ese año.
En el poder, siguió con la política de su antecesor, manteniendo una postura equidistante entre los radicales nacionalistas y religiosos, por un lado, y las buenas relaciones con Israel y Estados Unidos.
Su política le granjeó la confianza y apoyo internacional, pero al interior de su país gobierna de manera personalista y, aunque se convocan elecciones regularmente, se sabe que solo son una fachada.
Gadafi
El autonombrado líder de la Gran República Arabe Libia Popular y Socialista, Muamar al Gadafi, dirige el país desde el 1 de setiembre de 1969.
Tiene 68 años y tomó el poder tras una revolución, antes de cumplir los 30.
Protegió a terroristas y se le acusa de haber propiciado personalmente actos de terrorismo.
En 2009 el presidente venezolano Hugo Chávez le concedió la Espada de Simón Bolívar la Orden del Libertador, las máximas distinciones en Venezuela.
Desde hace un tiempo, sin dar una explicación, ha ido moderando su discurso “antiimperialista”.
Jamenei
Tras la Revolución Islámica de 1979 se instauró en Irán un régimen teocrático, dirigido por el ayatolá Ruollah Jameini.
Tras su muerte, Jamenei le sucedió en el cargo, el 4 de junio de 1989.
La política antiestadounidense de la “teocrática” Revolución Islámica le ha granjeado, no obstante, el apoyo de las “ateas” dictaduras comunistas.
Bajo ese régimen rige la ley islámica, que castiga con severas penas faltas a la moral y delitos, incluso leves, pudiendo aplicarse castigos corporales, amputaciones, apedreamiento; la “ley del talión”.
La mujer posee menos derechos que el varón.
Bouteflika
Pronto a cumplir 74 años, Bouteflika dirige Argelia desde abril de 1999, logrando un acuerdo con el partido de los islamistas, consiguiendo luego acuerdos de paz con los principales grupos armados religiosos que durante años se habían enfrentado al Gobierno.
Esto le acarreó una gran popularidad.
Se le acusa, no obstante, de dirigir el país de manera personalista.
Es el principal aliado de Cuba en esa región de Africa.
Los hermanos Fidel y Raúl Castro han manifestado varias veces su amistad y apoyo al gobernante argelino.
Abdalá I
El monarca saudí llamó ayer al Presidente egipcio y le expresó su apoyo y solidaridad para con el gobierno y pueblo de Egipto.
Un gesto que otros líderes de la región también han tenido, ante la alarma por el temor de sufrir el “efecto dominó” que comenzó con la “Revolución de los Jazmines”, en Túnez.
La dinastía saudí gobierna Arabia desde 1932, y Abdalá bin Abdelaziz lo hace de facto desde 1995 cuando el entonces rey, su medio hermano, sufrió una apoplejía.
Coronado oficialmente en 2005, este monarca de 86 años, aunque en su gobierno existen ciertas libertades, tiene el poder absoluto reunido en su persona.
EFE