Cuba, una transición sin motor político Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Lunes, 11 de Noviembre de 2013 08:28

Por Sonia Alda.-

Podría decirse que entre buena parte de los observadores críticos con el régimen cubano hay plena coincidencia en señalar la lentitud de las reformas. Algunos incluso consideran que además son meramente cosméticas y, en cualquier caso, todos coinciden en que su naturaleza es fundamentalmente económica. Otra coincidencia, está aún mayor, radica en la inexistencia de reformas de carácter político, pues se mantiene el inmovilismo y el mantenimiento del esencialismo dictatorial que ha marcado el régimen desde su origen.

Pese a compartir buena parte de estas percepciones, aunque no todas, quizás sea de interés introducir matizaciones, que complican el proceso de transición cubano. Sin duda, las reformas introducidas van más despacio que las urgentes necesidades de la isla, pero no por ello ha de considerarse que al menos algunas de las reformas no hayan modificado principios fundamentales de la ortodoxia comunista. Al punto de modificar el paisaje de manera impensable, hasta no hace tanto tiempo, tal y como se aprecia en la capital. En La Habana es evidente la ebullición y el bullicio de la iniciativa privada, que se ha extendido con especial rapidez desde 2010, cuando entra en vigor las primeras reformas de Raul Castro. La iniciativa privada es una de las grandes novedades de la nueva política y por tímidas o/y lentas que sean sin duda hacen imposible una marcha atrás.

Sin embargo el proceso es irreversible, mas allá de su velocidad. La impresión es que no parece tan claro que haya una dirección política firme y planificada por un modelo concreto de sociedad. Esta impresión lleva a preguntarse si el régimen actual cubano sabe exactamente hacia dónde se dirige y hasta dónde pretende llegar, o hasta qué punto está dirigiendo el proceso de cambio que la sociedad está experimentando.

Ciertamente donde no hay cambios formales es en el ámbito político. El motivo podría ser la adopción de una alternativa concreta como la china, donde los cambios tienen lugar en el ámbito económico, pero no en el político. No obstante esto no significa que el régimen chino no tenga control de los cambios económicos y una planificación sobre los efectos de los mismos en la sociedad. En Cuba pareciera que más que una opción de transición concreta, hay un vacío por omisión del régimen. La cotidianidad de la Habana, como he podido comprobar por mí misma el pasado mes de junio, trasmite esta impresión. La sociedad va incorporando cambios, introducidos por el gobierno, pero sin una dirección concreta.

La falta de mensajes oficiales que orienten sobre el proceso o expliquen el significado de los mismos, hace pensar en la falta de un proyecto integral concreto. De hecho más que ideologización “orientadora”, para dirigir el proceso, como cabría suponer en un régimen autoritario, hay una completa desideologización. En un momento tan crucial como éste, donde hay riesgos de perder la identidad revolucionaria, no hay siquiera presencia gráfica de los Castro, en las calles o edificios, no hay testimonios, ni viejos ni nuevos mensajes revolucionarios que conduzcan el proceso hacia un modelo de sociedad concreto.

En este sentido el museo de la revolución puede ser una representación simbólica, pero muy gráfica, de este vacío político. Este es un espacio emblemático de la revolución, visitado por muchos jóvenes cubanos, e idóneo para transmitir mensajes, en algún sentido concreto, respecto al momento qué se está viviendo, o incluso representar la proyección hacia el futuro. Sin embargo únicamente es posible encontrar unas estanterías polvorientas, que dan testimonio del origen de la revolución hasta la década de los ochenta/noventa.

Pero lo mas reseñable es que la falta de concreción sobre el momento o el fututo, tampoco parece deberse a la voluntad de aferrarse al pasado y rememorar los valores esenciales y a los héroes de la revolución. Sin pretender quedar en la anécdota o la banalidad no deja de ser representativa la propia tienda del museo. Donde los objetos de venta nada tienen que ver con la liturgia y la imaginería revolucionaria, ni clásica, ni mucho menos nueva. Los objetos en venta son unos cuantos bolsos de cuero y algún vestido de niña, con bordados de colores.

No hay reacción oficial en ningún sentido, no hay una interpretación creativa sobre una nueva alternativa para “actualizar el modelo” y garantizar así la pervivencia del régimen. Pero tampoco se detecta una vuelta nostálgica hacia el pasado como intento de perpetuarlo. Un vacio así sólo puede generar desorientación y desconcierto. Esta apariencia pueda deberse a una situación de bloqueo generada por luchas internas, entre los partidarios del cambio y de los que se oponen o realmente a la inexistencia de un cambio pautado hacia un modelo de sociedad concreta. Quizás se deba a ambas cosas. En cualquier caso de confirmarse este supuesto no parece que esta desorientación beneficie a nadie y mucho menos a la sociedad cubana.

Sin duda son muchas las necesidades urgentes de la Cuba, así como los cambios que han de operarse pero no puede olvidarse que en una transición de semejante magnitud no conviene la improvisación, ni la falta de rumbo en aquellos que la llevan a cabo. Este es un componente que puede complicar extraordinariamente un proceso de por sí nada sencillo.

Tomado de INFOLATAM