A nadie le pedirán disculpas Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Miércoles, 25 de Junio de 2014 08:28

Por Camilo Venegas.-
Medio siglo después, el Paradero de Camarones no ha olvidado los nombres originales de las cosas; por eso mencionan a sus antiguos dueños cuando las señalan: el Bar de Roberto, la Barbería de Felipe Marín, el Garaje de Luzbel Cabrera, la Carnicería de Rao, la Tienda de Luis Bada, el Cine de Chena…

Tengo recuerdos muy nítidos de aquellos emprendedores frente a las ruinas de sus sueños. Una vez, en el bar de mi tío Roberto Yero, había una larga cola para comprar guarapo. Ya él se había tomado los dos rones de "por las tardes" y reaccionó molesto cuando me vio al final de la larga fila.

—¿Cómo tu vas a hacer cola en algo que era de nosotros, Camilito? —me dijo mientras me tiraba del brazo—. ¿Tú estás loco, chico? Ve a la casa y dile a Helemenia [su esposa] que te haga una limonada.

Mi tío Rao Yero nunca dejó de cortar filetes, alfileres, palomillas, hígados y ternillas en el aire. Sus brazos se agitaban como dos cuchillos, mientras él manoteaba sus recuerdos, frustraciones y rabias. "Antes hasta el más pobre comía carne por las tardes —repetía una y otra vez—. Ahora todos estamos comiendo mierda a partes iguales".

Pero quizás el caso más triste fue el de Chena, quien aceptó la humillación de convertirse en el portero de su propio cine por tal de seguir abriéndolo todas las noches. Un tarde me llevó una enorme caja de regalo: Eran las fotos de la cartelera, una estremecedora colección de los rostros que habían hecho reír y llorar a mi pueblo por décadas.

La idea de intervenir todos los negocios, abolir a los pequeños empresarios y hacer que el Estado se encargara hasta de remendar zapatos, fue del argentino Ernesto Guevara (quien también tiene el tristísimo "mérito" de ser el extranjero que más cubanos ha fusilado).

55 años después, con una Cuba arruinada y una cultura empresarial destruida, el régimen anuncia que todos los servicios volverán a ser privados. A nadie le pedirán disculpas. A ninguna de las miles de familias arruinadas se les devolverá nada, ni siquiera el cascarón vacío donde estuvo su negocio.

Nadie asumirá la responsabilidad por algo que obligó a los cubanos a pasar innumerables y absurdas carencias por más de medio siglo. Ya sabemos que el bienestar de los cubanos es lo que menos le importa a la anciana dictadura, tan concentrada como está en sobrevivir a su propia muerte.

Mientras tanto, en el Paradero de Camarones se seguirá llamando a las cosas por su nombre: el Bar de Roberto, la Barbería de Felipe Marín, el Garaje de Luzbel Cabrera, la Carnicería de Rao, la Tienda de Luis Vada, el Cine de Chena…

DIARIO DE CUBA


Este texto fue publicado en el blog El Fogonero. Se reproduce con permiso del autor.