¿Dónde va la isla de Cuba? Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Miércoles, 13 de Mayo de 2015 11:05

Por Sergio Fausto.-

Anunciadas por Barack Obama y Raúl Castro el 17 de diciembre pasado, las medidas volcadas a la normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba originan esperanzas y preguntas. Este artículo se ocupa de responder dos de ellas: ¿por qué los dos países decidieron tomar ahora esa iniciativa y cuáles son sus posibles desdoblamientos a más largo plazo? Las respuestas se basan en entrevistas sobre la cuestión cubana que realicé con Bernardo Sorj a políticos, diplomáticos e intelectuales en América Latina, Europa y Estados Unidos, de las cuales resultó un informe disponible en internet (www.ifhc. org.br).

A lo largo del último año se produjo una convergencia de intereses en Washington y La Habana en favor de la normalización de las relaciones bilaterales. Aproximándose a la segunda mitad de su último mandato, Obama vio en la reaproximación con Cuba la oportunidad para dejar un legado histórico en la política exterior, área en la cual viene sufriendo sucesivos reveses. Además de ser políticamente significativo, el aprovechamiento de esa oportunidad se volvió una tarea más fácil a medida que disminuyó la resistencia de la comunidad cubano-americana a la normalización de las relaciones entre los dos países y aumentó el interés de compañías norteamericanas a ampliar sus relaciones económicas y comerciales con Cuba. El presidente norteamericano avanzó dentro de los límites de la competencia del Ejecutivo, determinados por la ley de embargo, cuya derogación dependería del apoyo del Congreso.

Para Cuba, la re-aproximación con Washington parecía igualmente oportuna y todavía más urgente. Con el virtual colapso de la economía de Venezuela, el gobierno cubano necesita desesperadamente de nuevas fuentes de divisas para financiar sus cuentas externas. China le puede abrir líneas de crédito a voluntad, pero jamás será para Cuba lo que en el pasado fue la Unión Soviética.

Junto con los recursos para financiar su balance de pagos y realizar inversiones en infraestructura, la Isla depende de divisas para fomentar su economía y dar impulso al lento y gradual proceso de reformas iniciado por el gobierno. El futuro de Cuba pasa por los Estados Unidos. Desde luego la laxitud de las restricciones a los viajes y los envíos de recursos a partir del territorio norteamericano, son los principales focos de las medidas anunciadas.

CIUDAD DE PANAMÁ (PANAMÁ), 11/04/2015.- EFE/Estudios Revolución/MÁXIMA CALIDAD DISPONIBLE/SOLO USO EDITORIAL/NO VENTAS

El mayor temor de los Estados Unidos es una crisis que transforme a Cuba en un estado fallido, sumando riesgos para la seguridad norteamericana y produciendo una nueva ola de inmigraciones en masa para los Estados Unidos.

Washington tiene interés en el éxito de las reformas económicas. El mayor temor de los Estados Unidos es una crisis que transforme a Cuba en un estado fallido, sumando riesgos para la seguridad norteamericana y produciendo una nueva ola de inmigraciones en masa para los Estados Unidos. Es por eso que altos funcionarios del gobierno de Obama, cuando se refieren a las reformas en Cuba, prefieren hablar de “cambio evolutivo” y no en “proceso de transición”. No quieren provocar en La Habana el miedo de que estén interesados en promover el cambio del régimen.

Para el régimen cubano, las reformas económicas son una cuestión de supervivencia. El partido comunista sabe que éstas son inevitables y que es más seguro realizarlas mientras esté vivo y en ejercicio el presidente Raúl Castro, último remanente de la generación revolucionaria, hombre que tiene el control de las Fuerzas Armadas, la más ponderosa institución del país. Con 83 años, el presidente cubano ya anunció que dejará el poder en 2018. La estrategia del régimen es promover las reformas sin poner en riesgo el monopolio que ejerce sobre el poder. Sin una agenda clara a largo plazo, el gobierno las implementa por ensayos y errores, avanzando en zig- zag.

Pretende ampliar gradualmente la libertad de comercio y crear negocios por cuenta propia, fomentando el crecimiento de un sector privado compuesto por pequeños propietarios, al mismo tiempo que el sector público es sometido a una drástica reducción con despidos a gran escala. No obstante, la “nueva clase media” no debe sobrepasar los límites impuestos por el control estatal sobre los principales sectores y los grandes negocios de la economía. En estos sectores, la idea es reproducir el modelo chino o vietnamita, con la atracción de inversiones extranjeras para zonas especiales de exportación, como por ejemplo la que se planea construir en torno al puerto de Mariel.

Las chances de que la estrategia del régimen resulte, depende de que las reformas produzcan los resultados económicos pretendidos sin efectos colaterales perturbadores, es decir, presiones para que a mayor libertad económica corresponda mayor libertad política. El régimen da señales de que admite volver más pluralista el de- bate interno al partido comunista, pero no puede aceptar el fin del sistema de partido único. Cuentan a favor de su estrategia la capacidad que el gobierno tiene de reprimir y desarticular selectivamente la oposición. Además de enfrentar al gobierno, la oposición tiene que construirse en una sociedad que se refugió en el cinismo para adaptarse a las privaciones del régimen castrista.

Por otro lado, por la enorme diferencia de poder y capacidad de negociación internacional de Cuba en comparación con China y con Vietnam, así como por las características socioculturales de la nación caribeña, situada a unos pocos cientos de millas de la costa norteamericana, es poco creíble la hipótesis de un cambio según el modelo asiático. Más probable es un cambio más accidentado, lo que abre posibilidades fuera del programa trazado por el régimen. Por la real democratización de Cuba, trabajan audazmente grupos opositores internos.

América Latina tiene un papel a jugar en ese proceso. La insistencia de los países de la CELAC en la reincorporación plena de Cuba a la OEA, fue factor relevante en la decisión de Washington de normalizar sus relaciones con La Habana. Ahora, es fundamental que los países de la región, respetando el principio de no interferencia, encuentren medios eficaces para favorecer la democratización en Cuba. Por lo tanto, no se trata sólo de ayudar a la construcción de puertos, sino de establecer un diálogo abierto con las fuerzas políticas cubanas y no silenciar frente a violaciones de derechos humanos en la Isla.

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Artículo publicado en Puente DEmocrático
Traducción de Carina Di Marco.