CUBA: EL ENROQUE NECESARIO Imprimir
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Domingo, 23 de Mayo de 2010 03:17

Por RAÚL FERNÁNDEZ RIVERO

Durante 51 años el gobierno cubano se ha negado al diálogo con las organizaciones de la Sociedad Civil. En los primeros meses del 59 enfrentó -con su ya   inherente estilo populista y sus  frases demagogas- a las fuerzas revolucionarias de  otras organizaciones que pretendían mantener sus armas ganadas en la lucha contra el ejército regular  batistiano, y sin más les lanzó  la frasecita  “armas para que”, sin dignarse a sentarse a conversar sobre los temas de orden.   Y ese fue sin duda, un principio fundamental del sistema comunista: “con la Revolución todo, sin la revolución nada”. Este nefasto medio siglo, bajo el poder de la dinastía de los Castro, se ha caracterizado por la negativa del régimen a dialogar con nadie que no ponga en la mesa por delante, su aceptación a los postulados marxistas y los caprichos castristas. Incluso una determinada figura puede hacer críticas moderadas, pero dentro de un preámbulo de aceptación del sistema y jamás será llamado a conversar sobre propuestas y mucho menos sobre el tema criticado. Ni en los peores momentos del Período Especial (años que siguieron a la quiebra de la Unión Soviética y el derrumbe del Socialismo en la Europa del Este) el régimen se permitió  consultar, conversar o escuchar a los que diferían de su ortodoxia radical. Jamás tomó en cuenta a los miles de opositores que reclamaban cambios. Se negó a aceptar el proyecto Varela que recogió 14,000 firmas para modificar la constitución y respondió suspendiendo el trabajo por 3 días para obligar a toda la población votar una radical medida que convertía el socialismo en irreversible.

Esta negativa al diálogo se ha visto incluso cuando el gobierno llama a reuniones con el exilo o “los cubanos que viven en el exterior”. Después del Diálogo del 78 -salida airosa para justificar su necesidad de vaciar las cárceles, requisito que le ponían los inversionistas, la UE y sus amigos de A.L.- comprendieron que no era apropiado llevar allí a quienes resultaban respondones y las invitaciones se convirtieron en falsas reuniones con quienes aceptan sus propuestas y soluciones sin chistar y van de agentes suyos de vuelta a casa.

Nunca un Castro se ha sentado ni 15 minutos con un representante de una organización cubana independiente. Prefiere hablar con representantes extranjeros que con cubanos independientes de pensamiento propio.

¿Por qué entonces hablar por 4 horas con el Presidente de la Conferencia Episcopal y el Arzobispo de la Habana Cardenal Ortega? ¿Acaso hablaron de las relaciones gobierno-iglesia por 4 horas? ¿Qué justifica esta sorpresiva conversación con los representantes de  una Institución que repudia al marxismo por principio y que no forma parte de Institución Gubernamental alguna? ¿Por qué toca con la Iglesia temas prohibidos de conversar en Cuba?

Habría toda una opción amplia de posibilidades, que van desde la conversión de la Iglesia Cubana o su Cardenal al marxismo – que no dudo alguien tenga en mente- hasta la búsqueda de un interlocutor aceptable a todos los sectores.

Hay que analizar el entorno del momento actual. Las Damas de Blanco se han convertido en una espina que penetra y desgarra el caparazón castrista. Sus marchas y su presencia constante en los medios con la inmediatez de la tecnología moderna, le producen un escozor constante al Castro II.  Ya los actos de repudio son contraproducentes; agravan el suceso en lugar de detenerlo.

La muerte de Zapata Tamayo penetró más profundo, no solo habían dejado morir a un recluso en huelga de Hambre sino que se pudo conocer y probar que los tratos infames por parte de sus custodios lo habían llevado a un grave estado  irreversible. La respuesta fue un vano intento por colocar a Zapata como un preso común y no de conciencia, que pretendía aprovechar la situación política para buscar beneficios. Fallo intento. Pues el real asesinato de Zapata crea una respuesta valiente, pacífica y amplia entre las damas de Blanco y la disidencia toda, que se convierte en tema de la prensa mundial y se agrava ante la brutal represión del gobierno. Sus tradicionales intentos por dividir a la oposición son respondidos con una marcha multitudinaria en Miami, que muestra la unión sólida del exilio.

La situación interna se tensa puesto que aun precedidas por el prólogo aclaratorio de “la revolución ante todo”, diversos cubanos con acceso a los medios nacionales y extranjeros, y muchos de los amigos tradicionales de Cuba, emiten sus quejas y críticas sobre ambos temas. Personalidades y organizaciones de todo el mundo levantan la voz condenando la muerte de Zapata y la represión a las Damas de Blanco y los señalan como actos represivos de un régimen dictatorial. Sobre el escritorio de Castro II se acumulan declaraciones y comunicados.

Las relaciones con la UE y varios de Congresos de A.L. se enturbian. Zapatero, la esperanza blanca de Castro II, no puede, desde la presidencia de España en la UE,  lograr un cambio en el protocolo con Cuba. A pesar del supuesto éxito de retirar la condena que separó a Cuba de la OEA, el castrato no pide su reingreso porque tendría que aceptar la Carta Democrática de la OEA que su gobierno no puede cumplir. Se vende al público la decisión como motivada por la dignidad cubana, que no acepta  la OEA como organismo representante de la América toda, pero la realidad es que se pierde un foro donde el acercamiento  silencioso y progresivo con USA y otras naciones podrían haber mejorado las cosas para Cuba.

De todos los rincones del mundo intelectuales y organizaciones levantan su voz contra el medio siglo de dictadura cubana.

Mas todo esto ocurre siguiendo el curso de una situación económica muy grave. El sustituto soviético, el petróleo venezolano, ha caído, la situación en la colonia sudamericana es tensa y de crisis. Una inflación cercana al 30 %, única en A.L., graves problemas de abastecimiento que obligan a gastar más dólares en la importación, desmoronamiento gradual de la aprobación interna a Chávez, pérdidas en la CITGO, disminución de la producción petrolera, necesidad de grandes inversiones urgentes en la recuperación de la generación eléctrica y la recuperación de perforadores, pozos y centros de destilación, agotan la ayuda del “hijo putativo” al enfermo Castro I. Tres ciclones de fuerza ingente han dejado  la Isla, que estaba en malas condiciones, en estado de crisis total. Se pierde la cosecha de tabaco y grandes áreas de producción. Los daños en viviendas, que en Cuba son escasas, abren un hueco en el presupuesto nacional. El Jefe de Gobierno, Castro II, anuncia que el 51% de la tierra cultivable está improductiva y en su mayoría llena de un arbusto llamado marabú, de difícil extracción. Castro apela a los pequeños productores privados y les ofrece tierra en comodato por 10 años con tal que la hagan productiva. La respuesta no es la esperada. En Cuba no hay abonos, ni semillas ni implementaos agrícolas. El trabajo con animales es llamado a ser reforzado por el Gobierno. Retrocedemos a la época de la Guerra de Independencia, la imagen  del campesino es un hombre delgado, de piel curtida que vive atado a sus bueyes, a su lentitud y la inclemencia del tiempo.

En las reuniones del transporte o la construcción, los llamados son dirigidos solo al aumento de la eficiencia y la productividad, más trabajo y escaso salario, en un ambiente de desanimo y falta de interés por el esfuerzo. Ramiro Valdés reconoce en ambas reuniones que el 80 % de los objetivos no se han alcanzado. Un impávido Secretario General de la CTC pide a sus afiliados que delaten al que no trabaja o no se esfuerza y a los sindicatos que presionen a los dirigentes para que se hagan las cosas bien. El sindicato es esclavista y sus conceptos son diabólicos. Solo prometen más hambre y horas de trabajo a los cubanos, después de 51 años de promesas de una vida mejor.

El tablero del ajedrez que esta frente a Castro II es amenazador, una Dama Blanca amenaza al Rey Negro. Los caballos negros cansados de halar camiones y carretas y hasta los arados, se retiran a buscar un aire. Las torres se desmoronan y están apuntaladas, el salitre y los años sin mantenimiento amenazan su estructura. Solo están en pie resistiendo por muchos años expulsiones y rechazos, los afiles. Los obispos.

Castro no tiene quien le defienda al Rey, no le queda más remedio que un enroque, pero las torres no se mueven apuntaladas y roídas, Castro se enroca con los alfiles. Con los Obispos.

Ese Gobierno Comunista, no tiene con quien conversar, no puede llamar a Fariñas y decirle “deja la huelga y pongo en libertad a 10 presos enfermos”. Jamás Castro I habló con quien lo presiona, jamás Castro II lo hará. ¿Con quien hablar que sea independiente, no militante opositor, pero tampoco agente de los Castro o sumiso a sus órdenes? ¿Quién siendo reconocido opositor al marxismo cubano puede tener acceso, sin que el resto de la gerontocracia (o gerontosauria como dice una conocida bloquera) grupo gobernante reaccionario, inmóvil negado al cambio, lo rechace?

La solución para el enroque no se consigue con Zapatero o Moratinos, con Chávez o Correa o Lula, hay que comenzar un diálogo fructífero con cubanos con prestigio y nombre, y Castro II no le va a dar prestigio ni nombre a un opositor disidente. Su única opción es el alfil (el Obispo).

Aunque las opiniones sobre el Prelado cubano son muy variadas, es indiscutible que es un hombre preparado, con asesores diversos y capaces. Este cardenal tomó el mismo camino que los millones de cubanos que han tenido que quedarse o han querido quedarse en Cuba, sobrevivir. Y hacerlo no tanto él, como la institución que carga en sus espaldas. Una institución milenaria, que acompañó a los primeros occidentales que llegaron a la América y que fue objeto de expulsiones, represiones y amenazas a sus fieles para que no se acercaran ni a las iglesias, acción que estuvo amenazada por años. ¡Cuántos jóvenes cubanos no pudieron estudiar la carrera que les gustaba  por ser católicos reconocidos! Lo mismo ha sucedido a funcionarios y profesionales acechados y marginados por sus creencias durante largos años. Pero la Misión del cardenal y del episcopado estaba clara había que mantenerse y se han mantenido. Y pueden ahora asumir un importante rol, ser interlocutores de quien necesita diálogo y no tiene con quien. El Cardenal no es un gobernante ni un político, no puede hacer concesiones  ni firmar tratados o convenios. Solo puede ayudar facilitar el diálogo -que hoy es con él pero en el futuro necesariamente tendrá que ser con o a través de otros-  que Raúl tiene que dar para bajar las tensiones, y que significa cesiones, y que abrirán la puerta a otros. Nadie quiere hablar con asesinos, nadie está dispuesto a dialogar con el tirano, solo el cardenal y la Iglesia por su carácter amplio y tolerante pueden hacerlo. No sé qué se puede esperar de esto, pero es muchísimo mejor que nada y puede ser el principio de una transición, Porque o se hace la transición o se  llena Cuba de sangre, sangre de los que están allí, puesto que nadie va intervenir hasta que se tiñan los ríos de rojo, y no creo que los exilados tengamos fuerzas para evitarlo.

Raúl Fernández Rivero

Última actualización el Domingo, 23 de Mayo de 2010 03:18