A 30 años del desplome del Muro de Berlín Imprimir
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Jueves, 07 de Noviembre de 2019 23:59

Berlineses sobre el Muro de Berlín.

Por Vicente Echerri.- 

No puedo creer que hayan pasado 30 años desde que derribaran el Muro de Berlín que daría paso al derrumbe del mundo comunista en Europa Oriental y en la Unión Soviética. Recuerdo vívidamente las noticias de esos días, el júbilo de las muchedumbres que celebraban el fin simbólico de la opresión que ese muro había representado y que, casi enseguida, se traducía por el desplome de todos esos regímenes artificiales. El experimento marxista se caía a pedazos y la humanidad lo celebraba. El capitalismo se reafirmaba como símbolo del progreso. Los partidos socialistas de medio mundo se apresuraban a distanciarse de sus orígenes.

Mi amigo Wolfgang Porschen, que vivía entonces en Aquisgrán, vino a visitarme poco tiempo después y, como regalo, me trajo un fragmento del muro (aún lo conservo) que una de sus tías había arrancado con sus propias manos. Un genuino fragmento de historia: el hormigón armado con que los soviéticos habían querido construir el socialismo. ¡Qué alegría me producía ese sueño despedazado! ¡Que regocijo infundía el retorno de la razón, de las lógicas leyes del mercado, allí donde había prosperado la aberrante ilusión de la igualdad totalitaria!

Los cubanos teníamos razones para esperanzarnos. ¿Cómo pensar que el precario régimen cubano pudiera sobrevivir cuando sus principales sostenes, representados por los países del Pacto de Varsovia, habían dejado atrás la fantasmagoría socialista y reingresado en la historia real? Iba contra todo pronóstico cuerdo suponer que el castrismo podría sostenerse cuando todos sus cimientos se hundían, cuando su arbitraria y fracasada gestión se evidenciaba poco antes con la farsa del "Caso Ochoa" que culminaba con el asesinato de sus propios verdugos. Muchos abrigamos ilusiones para nuestro país, cierto es, en aquella gigantesca convulsión de hace 30 años.

Los hechos posteriores sirvieron para decepcionarnos. El castrismo decidió resistir el embate y nuestros compatriotas de adentro no tomaron ninguna iniciativa ni los estadounidenses aprovecharon la ocasión para extirpar de una vez y por todas el tumor purulento; sino que permitieron que sobreviviera y se replicara un decenio después. En la escarmentada Europa Oriental el comunismo no volvería levantar cabeza, pero en los países del llamado Tercer Mundo, especialmente en América Latina, los socialistas asaltaban el poder valiéndose esta vez de la vía electoral y reciclando sus viejas monsergas. Este bandazo regional a sinistra vendría a darle un segundo aire a la tiranía cubana por otros 20 años. ¡Quién lo habría imaginado!

El castrismo se ha conservando como una reliquia. Esa es su justificación y nuestra vergüenza. Se trata de una enfermedad que ha terminado por hacerse crónica y que ha emponzoñado la médula de un pueblo noble hasta la más abyecta desfiguración, como para que no creamos en la posibilidad de alguna redención, como para que —los que vivimos fuera— no anhelemos volver. La excepcionalidad de Cuba se fundamenta en su propio fracaso: en la incapacidad de los que mandan de gobernar medianamente bien, y en la incapacidad de los mal gobernados de exigir sus derechos, en el profundo escepticismo en el destino nacional que se les inculca a todos desde "arriba".

El único buen anuncio que puede hacerse es que el socialismo es un mal incurable y una desgracia irredimible. De ahí que en Cuba no habrá ni un atisbo de prosperidad ni de equidad social, ni de libertad, desde luego —que es elemento imprescindible para la feliz convivencia de los seres humanos—, hasta que la estructura de ese poder absurdo se desmorone, al igual que ocurrió hace 30 años con el infame Muro de Berlín.

DIAIRO DE CUBA

Última actualización el Martes, 12 de Noviembre de 2019 12:10