Las calles Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Miércoles, 18 de Marzo de 2015 11:21

Por Aecio Neves.-

Hay momentos en la vida de un país en que el alma de la nación parece inquietarse y desbordarse, creando identidades que nos ayudan a recordar que no somos un conjunto de individuos inmersos en problemas y desafíos personales sino un pueblo que tiene mucho en común.

(Artículo publicado en Folha de Sao Paulo. Brasil).- Ayer fue un momento así. En la que la individualidad dio paso a la colectividad. Un día del que debemos estar orgullosos.

Curiosamente, hace exactamente 30 años, Brasil vivía otro momento de fuerte identidad colectiva. En otro 15 de marzo debería haber sido la posesión del primer presidente civil y de la oposición después de 20 años de dictadura. El calvario personal de Tancredo, paradójicamente, ayudó en la creación y el fortalecimiento de los lazos colectivos.

En aquella época, justo antes de la muerte del presidente, circulaba en el país una anécdota diciendo que una enfermera estaba en la habitación con Tancredo cuando comenzó a oír el ruido de la multitud que se había congregado en la puerta del hospital, en oraciones y homenajes. ¿Qué es ese ruido? , preguntó. Es la gente, presidente, la gente es todo lo que hay abajo, dijo. ¿Y qué hace la gente aquí? Vienen a despedirse, presidente. Oye, ¿Hija y dónde está yendo el pueblo?, preguntó el presidente.

La delicadeza de esta escena ficticia, pero que combina bien con el espíritu de Tancredo, viene a la mente de vez en cuando. No podemos olvidar nunca que, en medio del legítimo sentimiento legítimo de indignación y protesta, existe una especie de agresividad y radicalización del entorno político que importa sólo a aquellos que carecen de argumentos, a los responsables de colapso del país.

La estrategia del PT ha sido clara. Para ocultar el verdadero alcance de la insatisfacción popular, trata de convertir a todos los críticos del gobierno en partidarios de un golpe de Estado o de la destitución de la presidente. Quieren convencer a Brasil de que las manifestaciones espontáneas, populares, nacidas en el corazón de millones de brasileños, en realidad son acciones astutas preparadas por los partidos políticos. No lo son. Actúan así para no enfrentarse a la realidad de que el gobierno debe una explicación a los millones de brasileños. Lo hacen para tratar de entorpecer el debate sobre temas que no interesan al partido.

Las calles están ocupadas por diferentes reivindicaciones y por la indignación con la corrupción, pero también contra la hipocresía del discurso de parte de los dirigentes del país que, por conveniencia, y contradictoriamente, hoy repudian posiciones defendían ayer.

Las manifestaciones de este domingo, que superaron todas las expectativas, no se refieren al pasado ni a los resultados de las elecciones. Hablan del futuro. Y, por eso, preocupan tanto al gobierno.