CUMBRE DE LAS AMÉRICAS. LUCES Y SOMBRAS Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 20 de Diciembre de 2009 21:32

Jorge Hernández Fonseca

19 de Abril de 2009

 

A pesar de la falta de unanimidad para la firma de la declaración final, acaba de concluir la V Cumbre de las Américas en Trinidad Tobago con un ribete verdaderamente histórico por la manera de comportarse el presidente de los Estados Unidos de América hacia sus homólogos de la región, así como por los resultados de los contactos entre los presidentes participantes.

 

La Cumbre, como se esperaba, tuvo dos estrellas: una presente y dialogante, contemporizadora y directa, el flamante presidente norteamericano Barck Obama, que no dudó despejar desde el principio sus intenciones de hablar directamente con Hugo Chávez. La otra, ausente, no tan dialogante o contemporizadora, pero si muy apoyada por el resto de los presidentes: Cuba.

 

El hecho que la isla haya sido el centro de debates y de las atenciones durante la Cumbre nos lleva de la mano a hacer un análisis no centrado en un punto de vista único, sino en una dualidad de puntos de referencias, por la dicotomía que implica abordar el “tema Cuba” en el contexto latinoamericano sin jerarquizar (como se debería haber hecho) los valores democráticos, la libertad y la dignidad de los cubanos oprimidos por 50 años de dictadura.

 

Obama, la otra estrella del cónclave, se vio cercado por dos maneras diferentes de abordar el tema Cuba: la primera de ellas, de mucho poder de convocatoria encabezada por Chávez --que el día anterior llamó a Caracas a los países miembros del ALBA para componer sus puntos de vista-- y otra dirigida por Lula da Silva, que previamente se había reunido con Obama en Washington para interceder por la dictadura cubana. En ambos casos, los intereses del pueblo cubano de la isla fueron ignorados y se defendió sin ambages la dictadura castrista.

 

Lula pretendió llevar a Raúl a la Cumbre de Trinidad, para provocar el primer encuentro de contendientes en un terreno propicio al diálogo. Chávez no quería un acercamiento tan abrupto, en parte por razones asociadas al antagonismo que profesa a EUA y en parte porque de esa manera, él no podría acaparar --como finalmente lo hizo-- los mejores momentos de la Cumbre al lado del presidente Obama. Las estrategias chocaron y prevaleció la voluntad de Chávez.

 

Tanto Lula como Chávez insistieron en introducir el tema Cuba colocando la isla como víctima del “coloso del norte” y sin culpar de absolutamente nada a su gobierno represivo, victimario del pueblo cubano. De ahí el enfoque doble que es necesario hacer de los resultados de una Cumbre en la que el único perdedor, por ignorado, fue el pueblo cubano, aunque el consenso generalizado es que el encuentro presidencial fue un verdadero éxito.

 

Por un lado, un Obama estructurando una nueva estrategia política de distensión hacia la Habana (llevándolo a callar ante los reclamos que Latinoamérica le hizo en defensa del gobierno castrista). Por otro lado, la ausencia de una voz digna que jerarquizara los valores democráticos para la isla y su pueblo entre los presidentes, lo que sirve adicionalmente para continuar sometiendo al pueblo de Cuba al peor ambiente dictatorial que nación alguna sufrió en toda la historia latinoamericana. En ese punto, la Cumbre fue una verdadera vergüenza.

 

Por otro lado, Obama tuvo que enfrentar un cúmulo mayúsculo de problemas acumulados por EUA con sus vecinos, los que sorteó cediendo por el flanco que más perjudicó los valores libertarios: sacrificó al sufrido pueblo cubano, que no fue siquiera mencionado dentro del cónclave (hablamos del pueblo cubano, no de su gobierno represivo). Esta Cumbre tuvo muchas luces, pero la gran sombra de no haberse solidarizado con las víctimas de la dictadura cubana, figurará (para los cubanos) como el peor baldón en la obscuridad de la larga noche que se ha abatido sobre el pueblo de la isla, distorsionando su pasado, su presente y su futuro.

 

Esta duplicidad de enfoques debe ser hecho a la luz de una verdad como un templo: Obama permitió que “el problema cubano” continuara siendo dilucidado como estando asociado al diferendo político entre Cuba y Estados Unidos. El problema cubano real es la dictadura que oprime a su pueblo y no la política exterior de los EUA. Este asunto --de nuevo-- no quedó claro en la Cumbre, en la que triunfó --aceptado por Obama-- que es EUA la esencia del problema, mientras el pueblo de la isla se mantiene oprimido por la bota dictatorial, que no sufrió en el embate de la Cúpula siquiera un arañón por parte de ninguno de los presidentes presentes.

 

Fuera de esta dicotomía respecto a lo que se discutió y lo que debería haberse discutido sobre Cuba –principal sombra del cónclave-- la Cumbre de Puerto España tuvo también sus luces evidentes: Estados Unidos retomó el diálogo con Venezuela y Bolivia y disminuyó la tensión con Nicaragua y Ecuador. Adicionalmente, la percepción de un presidente norteamericano menos estereotipado, según la difundida imagen que hace de él la izquierda, contribuyó (y en el futuro contribuirá) a disipar modelos negativos contra EUA en Latinoamérica, lo que favorece el clima internacional de la América Latina, en relación a un vecino del norte menos altanero.

 

El exilio cubano de Miami hizo llegar un anuncio pagado en la prensa escrita de Trinidad Tobago, lo que dice mucho del espíritu de lucha que subsiste en amplios sectores de la oposición cubana fuera de la isla. El Movimiento Cristiano de Liberación por su parte, también envió un mensaje dirigido a los presidentes de la Cumbre, así como numerosos opositores, presos políticos y otros valiosos luchadores pacíficos desde el interior del país.

 

No obstante lo anterior, la falta de una institución representativa de la oposición política cubana se ha hecho sentir en estos debates definitivos, donde su falta redundó en una concesión que se hace a la dictadura, porque le deja el campo expedito para que sus puntos de vistas sean los asumidos por la Cumbre y se hable de la dictadura cubana como representante de su pueblo.

 

A partir de los resultados positivos para la dictadura decurrentes de la Cumbre, se abre ahora un período doblemente perjudicial para los intereses democráticos cubanos. Por un lado, el cambio de política de Obama, que si bien no se encamina a apoyar el régimen cubano de manera directa, implican medidas y conversaciones, todas las cuales redundarán --de inicio-- en un beneficio directo a la estructura dictatorial. En este sentido la apuesta de Obama es un tanto arriesgada al hacer lo que la dictadura siempre ha pedido de EUA, con la esperanza que este cambio de política termine ayudando de manera indirecta a la democratización de la isla.

 

Por otro lado Cuba ya se encamina, totalmente reconocida en el ámbito interamericano, a un estatus de participación en todas las instituciones regionales (a pesar de ser una dictadura represiva) lo que representa un paso adelante en la consolidación del régimen raulista en la isla, en detrimento de los luchadores internos y externos por la libertad de los cubanos.

 

No caben dudas que la recién concluida Cumbre ha tenido sus luces, básicamente asociadas a la nueva atmósfera americana provocada por la actitud abierta y directa del presidente Obama, así como ha tenido sus sombras, todas ellas asociadas a la visión distorsionada que la dictadura cubana ha sabido sembrar entre los países latinoamericanos sobre la realidad interna cubana y a la puesta en práctica del cambio de política de Obama respecto a Cuba.

 

No obstante los resultados adversos analizados, la lucha del pueblo cubano debe continuar en pos de sus derechos democráticos. Este revés de la Cumbre debe servir de acicate para concientizarnos de la necesidad de luchar por tener representantes de consenso ante las instituciones internacionales, que puedan hablar a nombre de la oposición política cubana de dentro y fuera de la isla. No hacerlo, sería continuar dejándole el terreno abonado a los generales de Raúl, que a la muerte de Fidel --y ahora con el beneplácito de EUA-- continuarán la segregación política, económica y social, que ha hundido en el lodo a la Nación cubana.

 

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