Integración latinoamericana, sueño éxitoso o eterna quimera Imprimir
Escrito por Indicado en la materia   
Lunes, 10 de Junio de 2013 08:24


Los presidentes de la Alianza Pacífico

La integración latinoamericana es una antigua cantinela que no ha dejado de sonar desde que todo estos países se independizaron de sus respectivas metrópolis. Es un viejo sueño para algunos, quimera para otros, que se renueva, entra en decadencia y se evitaliza periódicamente.

(Especial para Infolatam por Rogelio Núñez)-. Algunos autores consideran que, en esta segunda década del siglo XXI, se vive un momento dulce de la integración, lleno de vitalismo y de múltiples proyectos que responden a la diferentes necesidades que acucian a la región y no a una dispersión de fuerzas y objetivos.

En este sentido, María Emma Mejía, exsecretaria general de Unasur, o académicos como José Antonio Sanahuja subrayan la gran vitalidad de una región que ha sabido construir diferentes mecanismos de integración (UNASUR, CELAC…) que vienen a cubrir los distintos escenarios en los que se mueve la región.

Sanahuja considera que “la integración y el regionalismo latinoamericano no necesariamente responde a un diseño racional, sino que es el resultado de opciones políticas, de acuerdos y desacuerdos. Son organizaciones distintas, sirven a distintos propósitos. Que se mantengan, coincidan y se solapen es el reflejo de opciones de países de la región”,

“A veces a uno le dicen ¿por qué tantos bloques? Que si la CELAC, Unasur, y que el Mercosur y la Comunidad Andina. ¡Todos los necesitamos! De alguna forma nos ayudan a ir en grupo y como región frente a un mundo, que está perdiendo todo paradigma”, apunta, por su lado, Mejía.

Otros son más escépticos.

Por ejemplo, el analista de Infolatam e  investigador principal del Real Instituto Elcano , Carlos Malamud quien subraya que “de entre todos los lugares comunes instalados en la opinión pública latinoamericana, y especialmente entre su clase política, uno de los más comunes es el de la integración regional. La idea más frecuente es que la integración es una suerte de panacea que, de aplicarse, debería permitir, de un modo casi mágico y automático, el crecimiento y el desarrollo económicos y la solución de buena parte de los problemas de toda índole (políticos, sociales, institucionales) que atenazan al continente. El problema es que llevamos más de medio siglo inmersos en este proceso, casi tanto como el que permitió la integración europea, y la cuestión de fondo es que siguen sin estar claras las motivaciones que han conducido a este estado de cosas”.

Un viejo sueño

La idea integracionista surge desde el mismo momento de la desintegración del Imperio español y ya Simón Bolívar soñaba con “una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene su origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse”.

24 de julio de 2012EFE/ David Fernández

Hugo Chávez, como su admirado Simón Bolívar, impulsó la integración

El siglo XIX está repleto de tentativas integracionistas (la Federación Centroamericana, la Confederación Peruano-boliviana) saldadas con sonados fracasos.

No es sino hasta después de la II Guerra Mundial, y al hilo del éxito de la Comunidad Económica Europea y la necesidad de expandir los mercados, cuando en la región se buscó repetir el modelo europeo.

Desde entonces se han vivido tres periodos claramente delimitados. Entre finales de los 50 y los 70 se desarrolló el llamado “regionalismo cerrado” vinculado al modelo de sustitución de importaciones.

Como explica Susanne Gratius “ALALC/ALADI, el Mercado Común Centroamericano (MCCA) y el Pacto Andino, todos creados en los años sesenta, reflejaron un regionalismo que, mediante el proteccionismo de altas barreras arancelarias hacia el exterior, sirvió de plataforma de industrialización”.

Entre la segunda mitad de los 80 y finales de los 90 predominó el “regionalismo abierto” que tuvo en MERCOSUR a su proyecto estrella y muy exitoso en los 90, hasta que llegaron las crisis brasileña (1997) y argentina (1999) que le colocaron en la actual situación de estancamiento. Junto a MERCOSUR recobraron vida la CAN, la CARICOM o el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA).

Raúl Castro es el presidente pro tempore de CELAC

“La integración subregional latinoamericana estaba comprometida con abrir las economías a la competencia del exterior, bajar los aranceles y crear uniones aduaneras. La meta era crear mecanismos subregionales para lograr una mayor inserción en la economía global a través de acuerdos de libre comercio subregionales y la creación de uniones aduaneras”, señala Gratius.

Dsde la primera década del siglo XXI surge un “regionalismo político-social” o posliberal según Sanahuja, que convive con nuevas iniciativas de corte librecambista.

El primero busca sustituir el paradigma del Consenso de Washington y es una apuesta más ideológica (el ALBA impulsado por el régimen chavista o la CELAC con un componente claramente latinoamericano frente al panamericanismo de EEUU.).

“UNASUR y el ALBA representan este nuevo regionalismo que, en términos económicos, está más orientado hacia el capitalismo de Estado y, en términos políticos, busca una mayor autonomía de Washington”, Gratius.

Dos modelos frente a frente

En la actualidad, por lo tanto, emergen dos modelos de integración en la región. Uno claramente ideologizado como el ALBA y otro más pragmático como la Alianza del Pacífico.

Los Presidentes de la Alianza Pacífico

Colombia, Chile, México y Perú encarnan la vertiente librecambista de la integración. Países como Bolivia, Ecuador y Venezuela son más “desarrollistas” y antineoliberales.

El ALBA, la UNASUR y la CELAC responden a esta tendencia, que no es un retorno al regionalismo cerrado, pues cambia el enfoque económico de los años 90 por uno más político.

El Presidente chileno Sebastián Piñera admitía recientemente en una entrevista en el diario colombiao El Tiempo esta situación.

“No cabe la menor duda de que en América Latina hay visiones distintas, no todos tenemos las mismas visiones, ni seguimos las mismas estrategias, ni transitamos los mismos caminos. América Latina tiene una diversidad. Pero al interior de los países de la Alianza es fuerte el compromiso con la democracia, con el Estado de derecho, con el respeto a la propiedad privada y con la economía social de mercado. Esto lo queremos expresar con claridad”, reflexionaba el mandatario chileno.

Además, explicaba cuáles eran las características del modelo de integración que persigue la Alianza del Pacífico: “hay dos factores que hacen la diferencia. El primero es que los cuatro países que la fundamos tenemos una visión común del mundo… valoramos plenamente la importancia de una democracia estable, vital, participativa y transparente. También valoramos enormemente la economía social de mercado libre, abierta, integral y competitiva…El segundo es la actitud que hemos tomado los presidentes de los cuatro países, al fijarnos metas y plazos muy exigentes para lograr resultados. Hemos llegado más lejos de lo que lo han hecho iniciativas de integración anteriores”.

El ALBA

En esta nueva coyuntura, y en estos momentos, es difícil de predecir cuál de los dos modelos tendrá más éxito, si sobrevivirán los dos o alguno acabará desapareciendo.

Es cierto que en estos momentos la Alianza del Pacífico está de moda mientras que el ALBA debido a la crisis venezolana y a la muerte de Hugo Chávez ha perdido relevancia.

Como le dijo al diario La Nación Félix Peña, subsecretario argentino de Comercio Exterior (1998-1999) y de Integración Económica “llamar la atención internacional es algo frecuente  en los momentos fundacionales de los procesos de integración entre naciones (la reciente cumbre de Cali resultó un) ejercicio exitoso de diplomacia mediática”.

Lo que si parece más claro es que las iniciativas de los años 80-90 (MERCOSUR y la CAN) están atravesando momentos muy difíciles.

“La CAN es un organismo moribundo”, comentaba recientemente el académico José Antonio Ocampo en el Seminario Internacional organizado por el IELAT en la Universidad de Alcalá.

Y el analista Andrés Oppenheimmer señala que “el mundo se encamina hacia una economía de super bloques –la Asociación Trans Pacífica, la Asociación Trans Atlántica, y el bloque económico de China con sus vecinos– y la Alianza del Pacífico está dando los pasos adecuados para insertarse en la nueva realidad mundial. Mientras tanto, Brasil, Argentina, Venezuela y sus vecinos siguen mirándose el ombligo. Estos países crecieron a pesar de su aislacionismo durante la década pasada, cuando se dispararon los precios internacionales de las materias primas, pero ahora están estancados y probablemente lo sigan estando, mientras los precios de las materias primas sigan en sus niveles actuales o caigan”.

Más allá de quien tenga la razón, lo cierto es que como dijo alguien “América Latina y el Caribe no es una sumatoria de naciones, es una gran nación deshecha”.

Tomado de INFOLATAM