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Cuando los Castro no dejan ver el bosque… de la democracia en Cuba PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Lunes, 22 de Diciembre de 2014 10:59

Por Carlos Malamud.-

Tras el anuncio de Barack Obama y Raúl Castro de restablecer relaciones entre Cuba y EEUU, el Wall Street Journal apuntaba en uno de sus editoriales que el deshielo iniciado consolida a los Castro en el poder, mientras el ex congresista cubano americano Lincoln Díaz-Balart habló del “matrimonio” de Obama con los Castro. Son sólo dos declaraciones provenientes de un sector importante de la opinión pública estadounidense, comenzando por parte del exilio de Miami, que rechaza tajantemente este impulso a la relación bilateral.

Hay grandes dudas de que esto sea así, pero en el supuesto caso de que tanto el WSJ como tantos otros que opinan del mismo modo tengan razón, habría que intentar pensar en el medio y corto plazo, con el fin de dejar atrás polémicas estériles. Para ello hay que dejar de lado argumentos meramente coyunturales, que en algunos casos son sólo electorales, ya que sobran las miradas cortoplacistas, algunas con intereses políticos inmediatos.

En ese grupo variopinto encontramos opiniones honradas, inclusive de muchos buenos amigos que durante años se han enfrentado al régimen reclamando más libertades y defendiendo los derechos humanos. Se da la circunstancia de que la mayor parte de estas reacciones han estado movidas más por la fuerza de la pasión que por el poder de la razón.

Decir que los Castro se consolidan en el poder después de más de medio siglo de revolución es pura tautología. ¿Si en 2014 no están consolidados, cuándo lo estarán? Y decir que Obama se casó con los Castro (¿con cuál de ellos?) es una opinión más en un debate tan polarizado como el del comunismo en Cuba. Pero, el inexorable paso del tiempo, la biología al decir de Moisés Naím, sentencia que Fidel Castro tiene 88 años y Raúl 83. Y que Fidel ya se jubiló de la política activa pese a su deseo de seguir siendo el guardián de las esencias de la Revolución, mientras Raúl ha anunciado su retiro en 2018, cuando concluya su actual mandato.

A ninguno de los dos le queda mucho tiempo por delante. Por eso, sólo cuando ambos hermanos hagan un mutis definitivo de la escena política cubana se podrá decir que la transición ha comenzado. Otra cosa es hacia dónde y cómo. Y esto será así con o sin acuerdo entre Obama y Raúl Castro. De ahí la importancia de estar bien posicionado para poder influir en este proceso. Se trata actuar a largo plazo para poder estar presentes en la transición. Todos quieren estar allí, Brasil, México, China, Rusia, incluso España, y, ¿por qué no el gobierno estadounidense?

Una vez iniciada la transición, EEUU podría ser uno de los actores más relevantes, incluso el más confiables no sólo para el pueblo cubano, sino también para su gobierno. El atractivo cultural, político y económico, los lazos familiares y personales, la historia y la geografía (cercanía) cuentan y mucho. Cuando hablo de la influencia de EEUU no me refiero únicamente al presidente o al Departamento de Estado, también a los cubano americanos. Muchos de ellos están en la mejor condición para ser oídos, muchos vienen trabajando seriamente para ello desde hace años y muchos conocen mejor que nadie fuera de Cuba la compleja realidad de la isla. Se trata, obviamente, de un activo que no puede ser despreciado.

EEUU puede ser más confiable que la mayoría de los países latinoamericanos. A partir de la reconciliación de América Latina con Cuba en la primera década del siglo XXI, buena parte de sus presidentes justificó todo lo justificable del proceso cubano y toleró, al menos públicamente, todo lo injustificable. Ésta fue la conducta cotidiana de Lula, Rousseff, Mujica o Bachelet, para no hablar de los defensores del régimen castrista (Chávez, Maduro, Morales, Correa, Ortega o los Kirchner). El muro de silencio también se extendió a gobiernos de derecha y centro, incapaces de decir nada ante el temor de la condena del vecindario.

La economía es un argumento multiusos para explicar el acercamiento entre Obama y Castro. Casi todo el mundo habla de fabulosos y multimillonarios negocios y de la presión de lobbies empresariales para conquistar un mercado vital para el futuro de sus negocios y de EEUU. El otro lado de la moneda es el enriquecimiento personal de la élite gobernante cubana, comenzando por los hermanos Castro y siguiendo con el resto de la nomenklatura.

Pero, ¿cuál es el tamaño de la economía cubana y el de su mercado?, ¿cuál es el potencial de su sector turístico, presentado como la locomotora del desarrollo cubano en los próximos años? Según la CEPAL, el PIB de Cuba en 2013, fue de 75.792 millones de dólares corrientes, el noveno de toda la región. Con una población de 11,3 millones de habitantes su PIB per capita en 2012 era de 6.288u$a, en el 20º lugar, incluyendo el Caribe. Estas cifras deberían hacernos reflexionar acerca de cuánto dinero estamos hablando y de su significado en el mercado global.

En realidad debería hablarse de la construcción de la democracia en Cuba en vez de tantas otras cuestiones menos importantes. Pero como ha venido ocurriendo con bastante asiduidad en todo lo vinculado con este tema, los Castro no dejan ver el bosque… de la democracia cubana. Es un debate en el que se mezclan sentimientos legítimos y mucho oportunismo. Sin embargo, lo que hoy está en juego no es ni el presente y ni siquiera el pasado de Cuba, es fundamentalmente su futuro, un futuro que sin lugar a duda sólo podrán construir los propios cubanos, básicamente los que viven en Cuba y que se hará sin los Castro ni el castrismo.

(Infolatam)

 

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