El gran fenómeno político de la Argentina en este 2015 está siendo, por ahora,  Mauricio Macri. Ese puesto no lo están consiguiendo ocupar ni Sergio Massa, quien fuera estrella ascendente en 2013, ni nadie vinculado al oficialismo (ni Daniel Scioli ni los más fervientes cristinistas -Florencio Randazzo).

Las cifras muestran su liderazgo ascendente: en pocos meses ha pasado de ser el tercer candidato en intención de voto, a unos diez puntos de Scioli y Massa, a estar empatados con ellos. Ha pasado, dependiendo de las encuestas, del 15-16% en enero de 2014 al actual 25-27% mientras que sus principales rivales lucen estancados o en descenso.

(Infolatam,  por Rogelio Núñez)-. Con estas cifras Macri ya puede encarar con más opciones su camino hacia la Casa Rosada, un camino no exento de dificultades. Un trayecto que además pasa por:

1-. Evitar que el kirchnerismo alcance, en primera vuelta, el 40% y diez de diferencia sobre el segundo

La única posibilidad de que el kirchnerismo siga en el poder tras las presidenciales es que el candidato oficialista (Daniel Scioli o quien sea finalmente el elegido por Cristina Kirchner) llegue en primera vuelta al 40% de los votos con diez de diferencia con respecto al segundo. Eso le daría, de nuevo, la presidencia al kirchnerismo sin necesidad de segunda vuelta.

Si bien es cierto que Scioli actualmente reúne en torno al 25%, si lograra sumar tras las internas de agosto al resto de precandidatos kirchneristas y obtuviera el apoyo abierto de Cristina Kirchner, llegar al 40% no sería una posibilidad tan remota como actualmente.

Sumados ese 25% de Scioli con el 8-10% del resto de kirchneristas (Florencio Randazzo, Sergio Urribarri, Aníbal Fernández…) el kirchnerismo supera la barrera del 30%.

2-. Pasar a la segunda vuelta

Para evitar ese posible escenario, Mauricio Macri se presenta como la encarnación del cambio responsable.

Macri junto a su nueva aliada Elisa Carrió

Cambio porque aspira a ser una alternativa al kirchnerismo en el poder desde 2003.

Cambio verdadero porque se esfuerza en mostrar que no ha sido ni un histórico partidario del oficialismo (como Scioli) ni aliado de Cristina Kirchner como Massa.

Pero es un cambio responsable que apela a la gobernabilidad. Macri es desde 2007 intendente de Buenos Aires lo que garantiza que posee herramientas y experiencia para gobernar.

Además, incentiva su perfil de cambio estableciendo alianzas con figuras como Elisa Carrió quien tiene un fuerte liderazgo moral y moralizante en la lucha contra la corrupción.

Macri legitimó su acercamiento a su antigua rival y dura crítica acentuando su común visión “moral” y “republicana”: “Coincidimos en muchas cosas, ante todo en que queremos una república, un gobierno de equipo, sin líderes mesiánicos, para transformar al país para todos los argentinos, no para pocos”.

Pero a la vez Macri no olvida la vertiente más pragmática y añade a su candidatura una “pata peronista”: la alianza con Carlos Reutemann.

En ese contexto en el que se inscribe su reivindicación del justicialismo: “Reivindico cien por cien las banderas del justicialismo. Lo que no reivindico es lo que ha hecho el PJ en los últimos 25 años. El tema es que aquellos que bajo esas banderas condujeron, se preocuparon de ellos mismos. Ellos se salvaron. Es difícil encontrar un seco entre todos ellos: no se acordaron de la gente que los votó”.

Macri y la pata peronista de su proyecto, Carlos Reutemann

Esto le garantiza apoyos en el interior de la República y atraer apoyos del peronismo no kirchnerista que es fuerte en provincias tan importantes como Córdoba o Santa Fe.

Además supone un duro golpe para Massa quien en 2013 contó con el respaldo de Reutemann.

“Reutemann representa para Macri, además, mucho más de lo que parece a simple vista. El actual senador por Santa Fe es uno de los pocos peronistas bien vistos y recibidos por la clase media argentina, incluida la clase media alta. Tiene un fuerte predicamento entre los ruralistas argentinos, porque él mismo es un productor rural. Y podría suministrarle a Macri, por último, la imagen de control de la gobernabilidad que siempre acompaña a los peronistas, buenos o malos”, señala el analista del diario La Nación, Joaquín Morales Solá.

A esa gran coalición que va desde Carrió al peronismo (Reutemann) solo falta añadirle un elemento que puede ser desequilibrador: a la Unión Cívica Radical. Pero el radicalismo está dividido en tres alas: la macrista (Óscar Aguad y Ernesto Sanz -quien es presidente del partido), la partidaria de acercarse a Massa y la que se inclina por ir en coalición con la izquierda en UNEN.

El salto cualitativo del macrismo sería conseguir el respaldo del radicalismo que unido al de sectores peronistas como el de Reutemann le permiten llegar al interior del la República y no quedarse enclaustrado en las zonas más modernas y desarrolladas (la capital y algunas ciudades de la provincia de Buenos Aires así como del interior).

Mauricio Macri: “Reivindico cien por cien las banderas del justicialismo. Lo que no reivindico es lo que ha hecho el PJ en los últimos 25 años”.

Como apunta Andrés Malamud en un artículo en El Estadista “una alternativa electoral viable no es consecuencia automática de un mal gobierno. Las clases medias provinciales no tienen los mismos reclamos que las clases medias porteñas. Si en las provincias modernas lo que irrita es el estilo y la estética del gobierno, en las menos modernas fastidia su desempeño. Los sectores a seducir son diferentes en cada geografía. Para combinarlos hace falta articular discursos paralelos”.

“Eso es lo que lograron históricamente el radicalismo y el peronismo, que expresaban al mismo tiempo a los estratos conservadores del interior y a las modernos (medios u obreros) de las zonas metropolitanas…La debilidad de Macri en el interior, sólo parcialmente compensada con celebridades, puede ser neutralizada por el aparato radical”, concluye Malamud.

3-. Aglutinar el voto antikirchnerista

Si logra que Scioli, o el que sea el candidato oficialista, gane en primera vuelta y ser él quien dispute el balotaje, Mauricio Macri solo tiene que esperar a que se congregue, casi de forma natural, en torno a él el voto antikirchnerista (en torno al 60% del electorado).

En realidad, en estas elecciones la dificultad para Macri reside más en pasar a esa segunda vuelta que en triunfar en un hipotético balotaje en el que se mida al oficialismo kirchnerista cuyo techo electoral coincide con su suelo electoral (40%).

De todas formas, la batalla por la Casa Rosada recién empieza y es tal la igualdad que todo es posible y más en un país como Argentina en el que nada es seguro, ni siquiera el pasado.

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