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El Estado cubano, vasallo de Rusia y bajo Putin PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Jueves, 24 de Noviembre de 2022 13:14

Miguel Díaz-Canel y Vladimir Putin en la inauguración de una estatua de Fidel Castro en Moscú.

Por MANUEL CUESTA MORÚA.-

Con más claridad que en cualquier momento anterior, venimos observado desde 2018 un declive acelerado del discurso, del repertorio, de la capacidad y de la visión de Estado en el Gobierno cubano. Todo un desafío para el presente y futuro de la nación.

Las recientes declaraciones del presidente no electo de Cuba en su viaje a Rusia, expresión retórica de este declive, preocupan e indignan. No cabrían dudas de que, por su naturaleza cultural diversa, el pueblo cubano es y puede ser amigo del pueblo ruso. Es lo propio de los pueblos universales: su apertura a lo otro y a los otros. Pero jamás sería amigo de Putin y de un régimen genocida al que, con cada derrota en su guerra bárbara, injustificada e ilegal, solo se le ocurre bombardear indiscriminadamente ciudades, infraestructura civil y a la población.

La víspera de la visita de Miguel Díaz-Canel, Rusia había lanzado más de cien misiles a poblaciones indefensas. Con ello, está a punto de lograr en Ucrania lo que los expertos están llamando ya un Holodomor, un genocidio bajo el duro invierno ucraniano, nombre que toma como referencia la hambruna por la que murieron casi cuatro millones de ciudadanos de ese admirable pueblo entre 1932 y 1933, provocada también por Rusia.

Es peligroso del mismo modo que, en nombre de Cuba, se legitime la anexión de territorios de un Estado soberano, miembro de las Naciones Unidas y con el que nuestro país mantiene vínculos diplomáticos. Esto podría provocar la ruptura de relaciones entre dos países por la explícita negación política y diplomática de la integridad territorial de un Estado por parte de otro. Y no en las Naciones Unidas, donde podría ser legítimo cuestionar el juego político, sino bajo la fastuosidad del Kremlin, en las fauces del más fuerte. Desconocer a un Estado agredido, frente a frente y en la casa del Estado agresor, es, además de un rebajamiento de la dignidad del Estado cubano, un acto del típico neófito político, que debe estar despertando, junto a la risa, la desconfianza de todo el círculo estrecho de los hombres de Putin: el cinismo ruso, que bien describía el escritor Paul Valery, enseña desconfiar del hombre débil que halaga.

Tamaña irresponsabilidad solo puede incubarse en la ignorancia, en la ausencia de miras y en la falta de altura de Estado. También, en el desprecio a las premisas del derecho internacional que tanto se invocan.

Es ridículo que se justifiquen los impulsos imperiales de la élite rusa en un supuesto conocimiento riguroso de la historia. También, anticubano. Y asombroso que se haga desde y en nombre de Cuba. El presidente no electo de nuestro país, cuyos conocimientos de historia son equiparables a los de economía, debería saber que el revisionismo de la historia está en los orígenes de las apetencias imperiales contra las que se revuelve toda la historia de Cuba, se funda nuestra tradición de política exterior antimperialista y que, además, es anticonstitucional. Debería saber también que, puestos a revisar la historia, Ucrania podría reclamar su hegemonía sobre Rusia.

Esto es sumamente arriesgado y grave. Supera, en términos del derecho internacional, el apoyo que entonces el Gobierno cubano dio a la invasión de la antigua Checoslovaquia y al silencio que guardó cuando la invasión de Kuwait por Iraq. En los años 60, época de maduración de las reglas del derecho internacional, la justificación fue ideológica: qué tipo de modelo de Estado permitía una potencia en lo que consideraba su esfera de influencia, pero donde las naciones quedaban intactas. Ahora se está avalando el desmembramiento de un país. Solo aprendices de brujo de cómo se manejan los Estados pueden llevar su retórica a semejante sima.

Y su genuflexión, rayana con la podredumbre diplomática. Cuba no es un Estado aliado de Rusia, sino un Estado vasallo que intercambia obsecuencia por un aplazamiento de la deuda. Y que cobra barato. Semejante reconocimiento internacional al intento de romper y apoderarse de otra nación, que los ucranianos están frustrando con valentía, debería ser pagado al menos con un segundo perdón de la deuda cubana. Pero, como es propio de los gobiernos con mucha miseria y poca dignidad, el de Cuba cobra a la baja una boutade diplomática de alto riesgo internacional.

De igual alarma para Cuba. ¿Se acuerdan de Guantánamo? Y preocupante para la región. ¿Recuerdan los conflictos territoriales de Nicaragua con Colombia, de Venezuela con Guyana o de Bolivia con Chile? ¿Qué tendría que decir el Gobierno cubano si a algunas cabezas calientes del hemisferio les diera por arreglar sus reclamos y conflictos históricos a lo Putin? ¿Invocaría la rigurosa lectura de la historia latinoamericana?

Increíble que esto esté pasando desde Cuba. El Gobierno cubano se pone a la cabeza hoy de una inversión en la arena mundial que pocos intuían. En una ironía histórica indigerible. Cuando las antiguas metrópolis están defendiendo el orden que nació, contra ellas, para el reconocimiento igual de nuevas y viejas naciones que entonces eran colonias ―con su integridad territorial correspondiente―, ahora muchas de ellas defienden, miran hacia otro lado o se muestran neutrales con las políticas francamente imperialistas que está desparramando Rusia y que ambicionarían otros, como Hungría, por ejemplo.

El campeón de los No Alineados termina liderando una disrupción imperialista de viejo estilo, que condena y de la que dice defenderse en otro supuesto imperialismo. E intenta hacernos creer, en una proyección de su propia estulticia, que es un Estado igual a Rusia, defendiéndose de un mismo enemigo, Estados Unidos, el que precisamente más recursos emplea para proteger la integridad territorial que Cuba, por su propia historia, debería estar reclamando para Ucrania.

Esta gente no aprende. Estados Unidos y Rusia se volverán a poner de acuerdo, en su momento. ¿Y Cuba?

Hay en todo esto una perversión que no cabe escudarla ni explicarla en la mediocridad, por muy exuberante que esta se haya venido mostrando en estos casi cinco años.

Parecemos una provincia rebelde de Estados Unidos, al que le exigimos el pago de una deuda que en realidad no tiene, y actuamos como una provincia obediente a Rusia, frente a la que contorsionamos para que prorrogue una deuda que nunca podremos pagar. El Gobierno quiere hablar en pie de igualdad con el "enemigo", y conversa en pie de desigualdad con el "amigo".

Cualquier esfuerzo por respetar al Gobierno cubano no encuentra asidero con esta insustancialidad política. En Díaz-Canel, la élite cubana tiene un defensor de muy escasas credenciales. Cuba, un liquidador.

https://youtu.be/nGvxFVgoANo

DIARIO DE CUBA

Última actualización el Jueves, 01 de Diciembre de 2022 14:06
 

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