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Mientras la economía cubana se hunde y las empresas privadas crecen, esto es lo que retrasa el cambio PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Viernes, 08 de Diciembre de 2023 12:51

Por Nora Gámez Torres.-

Cuba está atravesando la peor crisis que ha experimentado en décadas, con escasez generalizada de alimentos y medicinas, apagones continuos y una altísima tasa de inflación anual del 400%. Los llamados a los líderes comunistas para que abran la economía al mercado son cada vez más fuertes, incluso por parte de aliados políticos cercanos.

La isla sigue siendo una sociedad comunista cerrada, donde las discusiones en la cima son resguardadas de la vista del público. El siguiente reportaje fue elaborado a partir de entrevistas con alrededor de una docena de personas, incluidos empresarios en Cuba, cubanoamericanos que hacen negocios en la isla y expertos que observan de cerca las limitadas medidas adoptadas por La Habana para permitir un sector privado.

 

Mientras la economía cubana se hunde y las empresas privadas crecen, esto es lo que retrasa el cambio


Por Nora Gámez Torres

6 de diciembre de 2023 2:38 PM


Cuando el primer ministro de Cuba visitó recientemente a un aliado cercano en el extranjero, recibió una reprimenda inesperada frente a las cámaras.


El líder bielorruso, Aleksandr Lukashenko, rompiendo el protocolo que sostiene que los temas delicados entre amigos se discuten mejor a puerta cerrada, se quejó ante el primer ministro Manuel Marrero de que Cuba ha tardado demasiado en resolver sus problemas económicos.


El mensaje de Lukashenko a Cuba: Es hora de actuar.


“No hay movimiento”, le dijo Lukashenko a Marrero. “Tenemos las relaciones más cálidas. A nivel político no tenemos absolutamente ninguna diferencia. Pero usted, como persona práctica que dirige el gobierno, comprende perfectamente que la base de todo esto, el fundamento, es la economía”.


Cuba está atravesando la peor crisis que ha experimentado en décadas, con escasez generalizada de alimentos y medicinas, apagones continuos y una altísima tasa de inflación anual del 400%. Los llamados a los líderes comunistas para que abran la economía al mercado son cada vez más fuertes, incluso por parte de aliados políticos cercanos.


En 2021, el gobierno comunista de la isla comenzó a permitir que los cubanos fueran propietarios de pequeñas y medianas empresas por primera vez en décadas. Incluso con las severas restricciones del gobierno (como limitar la cantidad de personas que pueden contratar o cuánto dinero pueden retirar de cuentas bancarias), los negocios y cooperativas del llamado sector “no estatal” ha tenido un éxito inesperado. Lo que el gobierno llama ‘sector no estatal de la economía—que incluye también el autoempleo y las cooperativas— ahora emplea a más de un millón de personas y supera al gobierno como importador de alimentos y otros bienes de primera necesidad.


Pero las profundas divisiones en la cúpula del régimen sobre cuánta libertad dar al nuevo sector privado, agravadas por un vacío de liderazgo, están creando parálisis e impidiendo que el país adopte reformas de mercado más amplias.


Cuba sigue siendo una sociedad comunista cerrada, donde las discusiones en la cima son resguardadas de la vista del público. El siguiente reportaje fue elaborado a partir de entrevistas con alrededor de una docena de personas, incluidos empresarios en Cuba, cubanoamericanos que hacen negocios en la isla y expertos que observan de cerca las limitadas medidas adoptadas por La Habana para permitir un sector privado.


Las tensiones en los niveles más altos del gobierno sobre el futuro de la isla son en gran parte una consecuencia de la muerte de Fidel Castro en 2016: donde antes un hombre estaba indiscutiblemente a cargo de todas las decisiones importantes, ahora grupos en competencia comparten el poder y poco se mueve si no están todos de acuerdo.


Los revolucionarios ancianos bloquean el cambio


Entre las personas que más se oponen a cualquier cambio que huela a capitalismo se encuentran los intransigentes que más han invertido en el régimen que ha gobernado Cuba desde 1959: hombres de unos 90 años, con profundas raíces en la Revolución y vínculos históricos con Castro, que todavía sirven en puestos de alto perfil y que disfrutan de un nivel de vida muy superior al del cubano promedio. Se resisten a las reformas de mercado, considerándolas una traición a la ideología marxista y un desafío a la continuidad del régimen autoritario.


“Hay un temor a que el proceso de apertura conduzca a la pérdida del poder, a la pérdida del control”, dijo Carlos Alzugaray, exdiplomático cubano que vive en la isla, durante un evento organizado por el Centro David Rockefeller de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Harvard en octubre.


Alzugaray, que a menudo presenta los puntos de vista del gobierno cubano en los medios extranjeros, dijo que los líderes cubanos deben ser tan pragmáticos como los líderes comunistas en China, quienes abrazaron con éxito el capitalismo manteniendo el control político.


“Qué importa el color del gato si casa ratón”, dijo Alzugaray, citando al líder reformista chino Deng Xiaoping. “Si la empresa estatal socialista no funciona, ¿por qué la vas a mantener? ¿Por qué tienes que defenderla si no funciona?


Que Alzugaray se sienta libre de hacer tales comentarios es una señal reveladora del debate interno que tiene lugar en la sociedad cubana acerca del sector privado.


Si bien algunos funcionarios cubanos han apoyado pública o privadamente la expansión de la empresa privada, “el problema es que hay fuerzas más oscuras que detienen el impulso, frenan el cambio o lo limitan”, dijo Carlos Saladrigas, un empresario cubanoamericano de Miami que desde hace mucho tiempo estado involucrado en esfuerzos para apoyar a los empresarios en la isla.


Es difícil poner nombres a esas fuerzas oscuras, dice, porque el proceso de toma de decisiones en La Habana sigue siendo opaco.


Pero las personas entrevistadas por el Miami Herald coinciden en que los miembros de la vieja guardia de la guerrilla de Castro, como el comandante Ramiro Valdés, de 91 años, el otrora temido jefe del Ministerio del Interior, y el resto del aparato de seguridad del país se encuentran entre los más hostiles a las reformas de mercado.


En medio del debate, el gobernante Miguel Díaz-Canel, está tratando de realizar un difícil acto de equilibrio, saliendo ocasionalmente en defensa de las pequeñas empresas privadas pero asegurándose de presentarse como un fidelista devoto.


“La alta dirección del país está constituida por personas que tienen visiones muy dogmáticas de la realidad y muy aferradas a determinadas cosas del pasado”, afirmó Alzugaray. “Hay una visión ideológica que prevalece en muchos sectores, puede ser en gente ya de la vieja guardia como Ramiro Valdés o gente nueva como Díaz-Canel, una visión ideológica cerrada”.


Los observadores también culpan a una burocracia inflada por la falta de urgencia.


En el evento de Harvard, Alzugaray señaló con el dedo a la “inmensa burocracia cubana que tiene muchas veces más discrecionalidad a la hora de producir los cambios”.


Las burocracias normalmente “cobran vida propia” en los sistemas autoritarios marxistas, dijo Saladrigas, creando obstáculos para diluir las decisiones políticas y retener control. “Lo vimos en la ex Unión Soviética y lo estamos viendo en Cuba”, dijo.


Sin una idea clara de quién está realmente a cargo, los burócratas se han vuelto más reacios a correr riesgos, dijo John Kavulich, presidente del Consejo Económico y Comercial Estados Unidos-Cuba, un grupo de Nueva York que monitorea los negocios con Cuba y que tiene tres décadas de experiencia en el trato con funcionarios del gobierno cubano.


Kavulich describe a los funcionarios de la administración de Díaz-Canel como “asustados o desconfiados, y ciertamente aversos a los riesgos”.


“No tienen una brújula política ni una filosofía que los guíe”, señaló. “Es simplemente, ‘¿cómo puedo sobrevivir de hoy a mañana?’”


Las centros de poder


Los entrevistados coinciden en que actualmente hay varios grupos compitiendo por el poder en Cuba, aunque dijeron que es difícil identificar claramente las facciones gubernamentales.


Hay al menos cinco centros de poder en el país:


▪ El poder administrativo del gobierno, incluidos Díaz-Canel, el Primer Ministro Marrero, el Consejo de Ministros, los ministerios y las grandes empresas estatales.


▪ El Partido Comunista, “la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”, según la Constitución del país de 2019.


▪ GAESA, un vasto conglomerado empresarial dirigido por militares, que dirige la mayor parte de la economía de la isla, especialmente la industria del turismo.


▪ El propio ejército, que gestiona otras industrias fuera de GAESA y ha desarrollado estrechas relaciones con los militares rusos y chinos, y cuyos generales y otros altos funcionarios actuales y anteriores ocupan posiciones de liderazgo en todo el gobierno.


▪ El Ministerio del Interior, que supervisa la policía, el aparato de seguridad del Estado y las agencias de inteligencia y contrainteligencia. Los servicios de inteligencia son los que más temen a una transición a una economía de mercado que podría traer demandas de cambio de régimen.


En este juego de poder, los militares parecen tener la ventaja.


Ejercen una influencia notable no sólo al comandar las fuerzas armadas y los organismos de seguridad sino también a través de GAESA, cuyas finanzas se consideran intocables, incluso para el Ministerio de Economía. Los generales tienen escaños en todos los principales órganos de toma de decisiones, incluido el Buró Político del Partido Comunista, el Comité Central y el Consejo de Ministros. El primer ministro del país, Marrero, es un ex coronel del ejército que luego sirvió como ministro de Turismo. En última instancia, los militares podrían ver al sector privado como un competidor no deseado.


Más allá de las preocupaciones ideológicas, los burócratas de nivel medio y los funcionarios del Partido Comunista, los partidarios de la línea dura en los medios oficiales y otros que viven de salarios gubernamentales ven pocas ganancias en permitir que algunos cubanos se enriquezcan mientras ellos mismos permanecen en las magras nóminas estatales.


Los empresarios cubanos que hablaron con el Herald de forma anónima para hablar sobre sus interacciones con funcionarios del gobierno dijeron que han identificado a algunas personas dentro de los ministerios a quienes consideran aliados, que ven la apertura a la empresa privada como la salida a la crisis económica. Pero se negaron a revelar los nombres de los funcionarios para no poner en peligro sus puestos en el gobierno.


En general, dicen, quienes están abiertos a las reformas son tecnócratas más jóvenes que han tenido más oportunidades de viajar al extranjero y experimentar la vida en otros lugares.


Las divisiones se han vuelto más evidentes a medida que las empresas privadas se han expandido y han aparecido en todo el país tiendas privadas que venden productos importados, pero también alimentos, ropa y otros artículos producidos localmente.


Los funcionarios del gobierno, incluido Díaz-Canel, han defendido estas empresas como necesarias, aunque se esfuerzan por enfatizar que están bajo el estricto control de la dirección socialista.


Pero las autoridades cubanas han ignorado los llamamientos para permitir que las empresas privadas obtengan inversión y financiación extranjera.


Incluso mientras Cuba experimenta con la empresa privada, funcionarios gubernamentales, generales y líderes del Partido Comunista han cortejado intensamente a aliados tradicionales como Rusia, China y Bielorrusia, con la esperanza de encontrar un salvavidas para mantener la economía a flote sin darle más espacio al capitalismo. Esa estrategia funcionó bien para Fidel Castro, quien llegó a un acuerdo con los líderes soviéticos en los primeros años de la Revolución que resultó en miles de millones de dólares en subsidios durante la Guerra Fría.


Pero por estos días, a pesar de las giras de Díaz-Canel por el extranjero y los estrechos vínculos militares con Rusia y China, las autoridades cubanas tienen poco que mostrar en términos de inversiones o mayor flujo de dinero a la isla.


Esto se debe a que esos aliados tradicionales también quieren que Cuba acelere las reformas prometidas. Eso incluye al presidente ruso Vladimir Putin, a quien las autoridades cubanas pidieron orientación sobre la gestión del emergente sector privado.


“Cuba hoy es Rusia; más precisamente, la U.R.S.S., a finales de los años 1980. Básicamente, todo está prohibido, pero algo ya está permitido”, dijo Boris Titov, presidente del Consejo Empresarial Rusia-Cuba, a empresarios rusos reunidos en Cuba a principios de este año. Les dijo que pensaba que la reforma del mercado era “inevitable” en Cuba.


“Esta es la dolorosa realidad que los conservadores en Cuba tienen que afrontar ahora: el resto del mundo hoy basa sus relaciones en los negocios, en las inversiones”, dijo Ric Herrero, director ejecutivo del Cuba Study Group, una organización radicada en Washington compuesta por líderes empresariales y jóvenes profesionales cubanoamericanos. “Hoy en día, la solidaridad política tiene sus límites”.


¿Quién está a cargo?


La falta de medidas decisivas cuando la situación económica continúa deteriorándose pone de relieve una pregunta clave: ¿quién manda en Cuba?


“Parece haber una especie de parálisis y una falta de jerarquía clara en el proceso de toma de decisiones que ha empeorado en los últimos años”, dijo una fuente que ha interactuado con las autoridades de la isla a lo largo de los años para ayudar a las empresas estadounidenses a hacer negocios con Cuba y que pidió permanecer en el anonimato para hablar sobre reuniones con funcionarios cubanos. “Lo que alguna vez fue una jerarquía de poder bastante clara ahora es una especie de mosaico, y es un juego de adivinanzas comprender qué se rechaza una propuesta y quién toma esta decisión. Y ese es un cambio fundamental”.


Cuando Fidel Castro estaba vivo, el gobierno cubano tenía una sola voz: la suya. Pero las divisiones comenzaron a surgir poco después de que lo sucedió su hermano Raúl Castro.


Después de que Castro entregara el poder a su hermano en medio de una emergencia médica en 2006, Raúl Castro se embarcó en una misión para asegurar la supervivencia de un gobierno comunista a 90 millas de Estados Unidos. Consiguió el apoyo del Partido en 2011 para un conjunto de reformas de mercado limitadas que incluían permitir la propiedad privada de empresas bajo estrictas restricciones.


Pero hizo falta otra década para que eso empezara a suceder.


Raúl Castro no solo fracasó en la implementación de sus propias reformas de mercado, sino que tampoco pudo forzar el retiro en 2016 de algunos pesos pesados de la vieja guardia como los comandantes Valdés y José Ramón Machado Ventura, comandantes veteranos cercanos a Fidel Castro desde la década de 1950. Ambos hombres son ampliamente considerados ideólogos marxistas acérrimos.


Machado, de 93 años, renunció a su puesto como segundo secretario del Partido Comunista en 2021, aunque no se ha retirado del todo y se le ve con frecuencia en reuniones gubernamentales y visitas oficiales por todo el país. Valdés, de 91 años, ex asistente de Fidel Castro que dirigió el Ministerio del Interior y los servicios de inteligencia durante años, sigue siendo el vice primer ministro del país.


El último gran proyecto de Raúl Castro, asegurar una transición ordenada hacia un gobierno no dirigido formalmente por un Castro, se ha convertido en otro fracaso.


Tratando de garantizar que ninguna persona pudiera desmantelar repentinamente el socialismo en Cuba, ideó un modelo de poder compartido entre un presidente, que también debía ser el líder del Partido Comunista, y un primer ministro a cargo de las decisiones administrativas. Mientras tanto, dejó que los militares se hicieran cargo de la mayor parte de la economía de la isla y amplió el alcance del aparato de seguridad del Estado para sofocar cualquier posible disidencia.


Bajo Díaz-Canel, quien asumió el cargo de presidente de Raúl Castro en 2018 y se convirtió en secretario del Partido Comunista en 2021, ese esquema de gobierno ha resultado en una falta de liderazgo claro, mala gestión, respuestas políticas fallidas y una mayor represión.


En los últimos dos años, Díaz-Canel presidió las mayores protestas antigubernamentales en décadas y la migración de casi el cuatro por ciento de la población cubana, el mayor éxodo desde los primeros años de la Revolución.


Públicamente, Díaz-Canel es un firme defensor de las ideas ortodoxas de Fidel Castro y se presenta como un líder que busca la “continuidad” más que la reforma. En directo en la televisión estatal, ordenó personalmente la represión contra los manifestantes pacíficos que salieron a las calles en julio de 2021. Su gobierno mantiene a unos mil presos políticos en las decrépitas cárceles de Cuba.


Sin embargo, algunos empresarios cubanos y cubanoamericanos que hacen negocios con Cuba dijeron al Herald que creen que Díaz-Canel comprende la necesidad de expandir el sector privado pero carece del poder para impulsar reformas, a pesar de su posición en la cima del Partido Comunista.


En una señal reveladora de la lucha interna que está teniendo lugar, Díaz-Canel recientemente dedicó varios minutos a defender la decisión de permitir que los cubanos sean propietarios de empresas después de que los medios estatales le preguntaran si la política equivalía a “neoliberalismo”, una mala palabra en la Cuba socialista. donde se entiende simplemente como sinónimo de capitalismo.


Pero el simple hecho de permitir de manera limitada la empresa ya no será suficiente, dice Pavel Vidal, un economista cubano que cree que los problemas del país son demasiado grandes y demasiado urgentes, incluida una creciente deuda externa, una moneda devaluada, una fuerte caída de las exportaciones y una inflación de tres dígitos.


Vidal, que enseña en la Pontificia Universidad Javeriana en Colombia, cree que los economistas en Cuba, tanto en el mundo académico como en el Ministerio de Economía, saben que la situación es terrible. Pero dijo que “no están convencidos de la alternativa, que es una economía más abierta al mercado y al sector privado, por razones ideológicas, o no tienen el poder político para implementar los cambios”.


Cualquiera sea la razón, añadió, el resultado es el mismo: “El costo de no hacer nada es muy alto”.

 

Mientras la economía cubana se hunde y las empresas privadas crecen, esto es lo que retrasa el cambio

Por Nora Gámez Torres
6 de diciembre de 2023 2:38 PM

Cuando el primer ministro de Cuba visitó recientemente a un aliado cercano en el extranjero, recibió una reprimenda inesperada frente a las cámaras.

El líder bielorruso, Aleksandr Lukashenko, rompiendo el protocolo que sostiene que los temas delicados entre amigos se discuten mejor a puerta cerrada, se quejó ante el primer ministro Manuel Marrero de que Cuba ha tardado demasiado en resolver sus problemas económicos.

El mensaje de Lukashenko a Cuba: Es hora de actuar.

“No hay movimiento”, le dijo Lukashenko a Marrero. “Tenemos las relaciones más cálidas. A nivel político no tenemos absolutamente ninguna diferencia. Pero usted, como persona práctica que dirige el gobierno, comprende perfectamente que la base de todo esto, el fundamento, es la economía”.

Cuba está atravesando la peor crisis que ha experimentado en décadas, con escasez generalizada de alimentos y medicinas, apagones continuos y una altísima tasa de inflación anual del 400%. Los llamados a los líderes comunistas para que abran la economía al mercado son cada vez más fuertes, incluso por parte de aliados políticos cercanos.

En 2021, el gobierno comunista de la isla comenzó a permitir que los cubanos fueran propietarios de pequeñas y medianas empresas por primera vez en décadas. Incluso con las severas restricciones del gobierno (como limitar la cantidad de personas que pueden contratar o cuánto dinero pueden retirar de cuentas bancarias), los negocios y cooperativas del llamado sector “no estatal” ha tenido un éxito inesperado. Lo que el gobierno llama ‘sector no estatal de la economía—que incluye también el autoempleo y las cooperativas— ahora emplea a más de un millón de personas y supera al gobierno como importador de alimentos y otros bienes de primera necesidad.

Pero las profundas divisiones en la cúpula del régimen sobre cuánta libertad dar al nuevo sector privado, agravadas por un vacío de liderazgo, están creando parálisis e impidiendo que el país adopte reformas de mercado más amplias.

Cuba sigue siendo una sociedad comunista cerrada, donde las discusiones en la cima son resguardadas de la vista del público. El siguiente reportaje fue elaborado a partir de entrevistas con alrededor de una docena de personas, incluidos empresarios en Cuba, cubanoamericanos que hacen negocios en la isla y expertos que observan de cerca las limitadas medidas adoptadas por La Habana para permitir un sector privado.

Las tensiones en los niveles más altos del gobierno sobre el futuro de la isla son en gran parte una consecuencia de la muerte de Fidel Castro en 2016: donde antes un hombre estaba indiscutiblemente a cargo de todas las decisiones importantes, ahora grupos en competencia comparten el poder y poco se mueve si no están todos de acuerdo.

Los revolucionarios ancianos bloquean el cambio

Entre las personas que más se oponen a cualquier cambio que huela a capitalismo se encuentran los intransigentes que más han invertido en el régimen que ha gobernado Cuba desde 1959: hombres de unos 90 años, con profundas raíces en la Revolución y vínculos históricos con Castro, que todavía sirven en puestos de alto perfil y que disfrutan de un nivel de vida muy superior al del cubano promedio. Se resisten a las reformas de mercado, considerándolas una traición a la ideología marxista y un desafío a la continuidad del régimen autoritario.

“Hay un temor a que el proceso de apertura conduzca a la pérdida del poder, a la pérdida del control”, dijo Carlos Alzugaray, exdiplomático cubano que vive en la isla, durante un evento organizado por el Centro David Rockefeller de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Harvard en octubre.

Alzugaray, que a menudo presenta los puntos de vista del gobierno cubano en los medios extranjeros, dijo que los líderes cubanos deben ser tan pragmáticos como los líderes comunistas en China, quienes abrazaron con éxito el capitalismo manteniendo el control político.

“Qué importa el color del gato si casa ratón”, dijo Alzugaray, citando al líder reformista chino Deng Xiaoping. “Si la empresa estatal socialista no funciona, ¿por qué la vas a mantener? ¿Por qué tienes que defenderla si no funciona?

Que Alzugaray se sienta libre de hacer tales comentarios es una señal reveladora del debate interno que tiene lugar en la sociedad cubana acerca del sector privado.

Si bien algunos funcionarios cubanos han apoyado pública o privadamente la expansión de la empresa privada, “el problema es que hay fuerzas más oscuras que detienen el impulso, frenan el cambio o lo limitan”, dijo Carlos Saladrigas, un empresario cubanoamericano de Miami que desde hace mucho tiempo estado involucrado en esfuerzos para apoyar a los empresarios en la isla.

Es difícil poner nombres a esas fuerzas oscuras, dice, porque el proceso de toma de decisiones en La Habana sigue siendo opaco.

Pero las personas entrevistadas por el Miami Herald coinciden en que los miembros de la vieja guardia de la guerrilla de Castro, como el comandante Ramiro Valdés, de 91 años, el otrora temido jefe del Ministerio del Interior, y el resto del aparato de seguridad del país se encuentran entre los más hostiles a las reformas de mercado.

En medio del debate, el gobernante Miguel Díaz-Canel, está tratando de realizar un difícil acto de equilibrio, saliendo ocasionalmente en defensa de las pequeñas empresas privadas pero asegurándose de presentarse como un fidelista devoto.

“La alta dirección del país está constituida por personas que tienen visiones muy dogmáticas de la realidad y muy aferradas a determinadas cosas del pasado”, afirmó Alzugaray. “Hay una visión ideológica que prevalece en muchos sectores, puede ser en gente ya de la vieja guardia como Ramiro Valdés o gente nueva como Díaz-Canel, una visión ideológica cerrada”.

Los observadores también culpan a una burocracia inflada por la falta de urgencia.

En el evento de Harvard, Alzugaray señaló con el dedo a la “inmensa burocracia cubana que tiene muchas veces más discrecionalidad a la hora de producir los cambios”.

Las burocracias normalmente “cobran vida propia” en los sistemas autoritarios marxistas, dijo Saladrigas, creando obstáculos para diluir las decisiones políticas y retener control. “Lo vimos en la ex Unión Soviética y lo estamos viendo en Cuba”, dijo.

Sin una idea clara de quién está realmente a cargo, los burócratas se han vuelto más reacios a correr riesgos, dijo John Kavulich, presidente del Consejo Económico y Comercial Estados Unidos-Cuba, un grupo de Nueva York que monitorea los negocios con Cuba y que tiene tres décadas de experiencia en el trato con funcionarios del gobierno cubano.

Kavulich describe a los funcionarios de la administración de Díaz-Canel como “asustados o desconfiados, y ciertamente aversos a los riesgos”.

“No tienen una brújula política ni una filosofía que los guíe”, señaló. “Es simplemente, ‘¿cómo puedo sobrevivir de hoy a mañana?’”

Las centros de poder

Los entrevistados coinciden en que actualmente hay varios grupos compitiendo por el poder en Cuba, aunque dijeron que es difícil identificar claramente las facciones gubernamentales.

Hay al menos cinco centros de poder en el país:

▪ El poder administrativo del gobierno, incluidos Díaz-Canel, el Primer Ministro Marrero, el Consejo de Ministros, los ministerios y las grandes empresas estatales.

▪ El Partido Comunista, “la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”, según la Constitución del país de 2019.

▪ GAESA, un vasto conglomerado empresarial dirigido por militares, que dirige la mayor parte de la economía de la isla, especialmente la industria del turismo.

▪ El propio ejército, que gestiona otras industrias fuera de GAESA y ha desarrollado estrechas relaciones con los militares rusos y chinos, y cuyos generales y otros altos funcionarios actuales y anteriores ocupan posiciones de liderazgo en todo el gobierno.

▪ El Ministerio del Interior, que supervisa la policía, el aparato de seguridad del Estado y las agencias de inteligencia y contrainteligencia. Los servicios de inteligencia son los que más temen a una transición a una economía de mercado que podría traer demandas de cambio de régimen.

En este juego de poder, los militares parecen tener la ventaja.

Ejercen una influencia notable no sólo al comandar las fuerzas armadas y los organismos de seguridad sino también a través de GAESA, cuyas finanzas se consideran intocables, incluso para el Ministerio de Economía. Los generales tienen escaños en todos los principales órganos de toma de decisiones, incluido el Buró Político del Partido Comunista, el Comité Central y el Consejo de Ministros. El primer ministro del país, Marrero, es un ex coronel del ejército que luego sirvió como ministro de Turismo. En última instancia, los militares podrían ver al sector privado como un competidor no deseado.

Más allá de las preocupaciones ideológicas, los burócratas de nivel medio y los funcionarios del Partido Comunista, los partidarios de la línea dura en los medios oficiales y otros que viven de salarios gubernamentales ven pocas ganancias en permitir que algunos cubanos se enriquezcan mientras ellos mismos permanecen en las magras nóminas estatales.

Los empresarios cubanos que hablaron con el Herald de forma anónima para hablar sobre sus interacciones con funcionarios del gobierno dijeron que han identificado a algunas personas dentro de los ministerios a quienes consideran aliados, que ven la apertura a la empresa privada como la salida a la crisis económica. Pero se negaron a revelar los nombres de los funcionarios para no poner en peligro sus puestos en el gobierno.

En general, dicen, quienes están abiertos a las reformas son tecnócratas más jóvenes que han tenido más oportunidades de viajar al extranjero y experimentar la vida en otros lugares.

Las divisiones se han vuelto más evidentes a medida que las empresas privadas se han expandido y han aparecido en todo el país tiendas privadas que venden productos importados, pero también alimentos, ropa y otros artículos producidos localmente.

Los funcionarios del gobierno, incluido Díaz-Canel, han defendido estas empresas como necesarias, aunque se esfuerzan por enfatizar que están bajo el estricto control de la dirección socialista.

Pero las autoridades cubanas han ignorado los llamamientos para permitir que las empresas privadas obtengan inversión y financiación extranjera.

Incluso mientras Cuba experimenta con la empresa privada, funcionarios gubernamentales, generales y líderes del Partido Comunista han cortejado intensamente a aliados tradicionales como Rusia, China y Bielorrusia, con la esperanza de encontrar un salvavidas para mantener la economía a flote sin darle más espacio al capitalismo. Esa estrategia funcionó bien para Fidel Castro, quien llegó a un acuerdo con los líderes soviéticos en los primeros años de la Revolución que resultó en miles de millones de dólares en subsidios durante la Guerra Fría.

Pero por estos días, a pesar de las giras de Díaz-Canel por el extranjero y los estrechos vínculos militares con Rusia y China, las autoridades cubanas tienen poco que mostrar en términos de inversiones o mayor flujo de dinero a la isla.

Esto se debe a que esos aliados tradicionales también quieren que Cuba acelere las reformas prometidas. Eso incluye al presidente ruso Vladimir Putin, a quien las autoridades cubanas pidieron orientación sobre la gestión del emergente sector privado.

“Cuba hoy es Rusia; más precisamente, la U.R.S.S., a finales de los años 1980. Básicamente, todo está prohibido, pero algo ya está permitido”, dijo Boris Titov, presidente del Consejo Empresarial Rusia-Cuba, a empresarios rusos reunidos en Cuba a principios de este año. Les dijo que pensaba que la reforma del mercado era “inevitable” en Cuba.

“Esta es la dolorosa realidad que los conservadores en Cuba tienen que afrontar ahora: el resto del mundo hoy basa sus relaciones en los negocios, en las inversiones”, dijo Ric Herrero, director ejecutivo del Cuba Study Group, una organización radicada en Washington compuesta por líderes empresariales y jóvenes profesionales cubanoamericanos. “Hoy en día, la solidaridad política tiene sus límites”.

¿Quién está a cargo?

La falta de medidas decisivas cuando la situación económica continúa deteriorándose pone de relieve una pregunta clave: ¿quién manda en Cuba?

“Parece haber una especie de parálisis y una falta de jerarquía clara en el proceso de toma de decisiones que ha empeorado en los últimos años”, dijo una fuente que ha interactuado con las autoridades de la isla a lo largo de los años para ayudar a las empresas estadounidenses a hacer negocios con Cuba y que pidió permanecer en el anonimato para hablar sobre reuniones con funcionarios cubanos. “Lo que alguna vez fue una jerarquía de poder bastante clara ahora es una especie de mosaico, y es un juego de adivinanzas comprender qué se rechaza una propuesta y quién toma esta decisión. Y ese es un cambio fundamental”.

Cuando Fidel Castro estaba vivo, el gobierno cubano tenía una sola voz: la suya. Pero las divisiones comenzaron a surgir poco después de que lo sucedió su hermano Raúl Castro.

Después de que Castro entregara el poder a su hermano en medio de una emergencia médica en 2006, Raúl Castro se embarcó en una misión para asegurar la supervivencia de un gobierno comunista a 90 millas de Estados Unidos. Consiguió el apoyo del Partido en 2011 para un conjunto de reformas de mercado limitadas que incluían permitir la propiedad privada de empresas bajo estrictas restricciones.

Pero hizo falta otra década para que eso empezara a suceder.

Raúl Castro no solo fracasó en la implementación de sus propias reformas de mercado, sino que tampoco pudo forzar el retiro en 2016 de algunos pesos pesados de la vieja guardia como los comandantes Valdés y José Ramón Machado Ventura, comandantes veteranos cercanos a Fidel Castro desde la década de 1950. Ambos hombres son ampliamente considerados ideólogos marxistas acérrimos.

Machado, de 93 años, renunció a su puesto como segundo secretario del Partido Comunista en 2021, aunque no se ha retirado del todo y se le ve con frecuencia en reuniones gubernamentales y visitas oficiales por todo el país. Valdés, de 91 años, ex asistente de Fidel Castro que dirigió el Ministerio del Interior y los servicios de inteligencia durante años, sigue siendo el vice primer ministro del país.

El último gran proyecto de Raúl Castro, asegurar una transición ordenada hacia un gobierno no dirigido formalmente por un Castro, se ha convertido en otro fracaso.

Tratando de garantizar que ninguna persona pudiera desmantelar repentinamente el socialismo en Cuba, ideó un modelo de poder compartido entre un presidente, que también debía ser el líder del Partido Comunista, y un primer ministro a cargo de las decisiones administrativas. Mientras tanto, dejó que los militares se hicieran cargo de la mayor parte de la economía de la isla y amplió el alcance del aparato de seguridad del Estado para sofocar cualquier posible disidencia.

Bajo Díaz-Canel, quien asumió el cargo de presidente de Raúl Castro en 2018 y se convirtió en secretario del Partido Comunista en 2021, ese esquema de gobierno ha resultado en una falta de liderazgo claro, mala gestión, respuestas políticas fallidas y una mayor represión.

En los últimos dos años, Díaz-Canel presidió las mayores protestas antigubernamentales en décadas y la migración de casi el cuatro por ciento de la población cubana, el mayor éxodo desde los primeros años de la Revolución.

Públicamente, Díaz-Canel es un firme defensor de las ideas ortodoxas de Fidel Castro y se presenta como un líder que busca la “continuidad” más que la reforma. En directo en la televisión estatal, ordenó personalmente la represión contra los manifestantes pacíficos que salieron a las calles en julio de 2021. Su gobierno mantiene a unos mil presos políticos en las decrépitas cárceles de Cuba.

Sin embargo, algunos empresarios cubanos y cubanoamericanos que hacen negocios con Cuba dijeron al Herald que creen que Díaz-Canel comprende la necesidad de expandir el sector privado pero carece del poder para impulsar reformas, a pesar de su posición en la cima del Partido Comunista.

En una señal reveladora de la lucha interna que está teniendo lugar, Díaz-Canel recientemente dedicó varios minutos a defender la decisión de permitir que los cubanos sean propietarios de empresas después de que los medios estatales le preguntaran si la política equivalía a “neoliberalismo”, una mala palabra en la Cuba socialista. donde se entiende simplemente como sinónimo de capitalismo.

Pero el simple hecho de permitir de manera limitada la empresa ya no será suficiente, dice Pavel Vidal, un economista cubano que cree que los problemas del país son demasiado grandes y demasiado urgentes, incluida una creciente deuda externa, una moneda devaluada, una fuerte caída de las exportaciones y una inflación de tres dígitos.

Vidal, que enseña en la Pontificia Universidad Javeriana en Colombia, cree que los economistas en Cuba, tanto en el mundo académico como en el Ministerio de Economía, saben que la situación es terrible. Pero dijo que “no están convencidos de la alternativa, que es una economía más abierta al mercado y al sector privado, por razones ideológicas, o no tienen el poder político para implementar los cambios”.

Cualquiera sea la razón, añadió, el resultado es el mismo: “El costo de no hacer nada es muy alto”.

 

Última actualización el Domingo, 24 de Diciembre de 2023 16:39
 

Comments  

 
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