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Artigos: Cuba
Cuba – EEUU: paisaje postelectoral PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Jueves, 13 de Noviembre de 2014 13:06

Por Juan Antonio Blanco.-

(Infolatam).- En las elecciones recién celebradas en Estados Unidos los votantes entregaron el control del Congreso al Partido Republicano, derrotaron al candidato demócrata a Gobernador por Florida y al representante federal del Distrito 26 de Miami que abogaban por una flexibilización del embargo a Cuba. También incrementaron el número de representantes federales cubanoamericanos de todo el país en ambas cámaras (uno más que antes). Esos son los hechos.

Y es a partir de la realidad – no de opiniones editoriales, cartas de personalidades ilustres, análisis de eruditos encuestadores, ni debates en prestigiosos foros académicos- que hay que valorar con sentido práctico lo que se avecina. ¿Qué supone la nueva realidad política estadounidense para la relación bilateral con Cuba?

Para Estados Unidos levantar o modificar la ley del embargo de 1996 ya resultaba imposible antes de esta elección, porque requiere de una amplia e inexistente mayoría del Congreso a favor de ese cambio. La demanda de que el Presidente Obama haga uso de su poder ejecutivo, tanto para flexibilizar su implementación como para sacar a la isla de la lista de países terroristas, es ahora mucho más costosa – y por ello poco probable– para la Casa Blanca.

Es un dato irrebatible que el capital político del Presidente está sumamente menguado y tiene que hacer un uso muy selectivo y estratégico de su poder ejecutivo. Es comprensible que tome algunas decisiones respecto al tema migratorio a fin de intentar recuperar al votante hispano para los candidatos demócratas en 2016, o que explore la posibilidad de avanzar por vía ejecutiva – si el adversario lo facilita- para alcanzar un acuerdo estratégico con Irán respecto a su programa nuclear y pactar una cooperación puntual contra ISIS.

Es, sin embargo, altamente improbable que desee dar ningún paso significativo y unilateral respecto al estado y gobierno cubano incluido el tema de la permanencia en prisión del contratista Alan Gross. Para Obama es políticamente impagable acceder a canjearlo por los espías cubanos, porque estas sentencias ya recorrieron todos los circuitos de apelaciones llegando incluso a la Corte Suprema de Estados Unidos.

Una amnistía presidencial no solo sería una bofetada al actual Congreso sino también al Poder Judicial, con el que el presidente Obama tampoco desearía enemistarse por un tema tan irrelevante, cuando existen situaciones domésticas complicadas –como Ferguson—y sobre todo puede abrirse un nuevo ciclo de debates sobre su ley de reforma al sistema de salud (Obamacare).

En el caso de Cuba, la valoración es más compleja. Por una parte, el paisaje postelectoral estadounidense es sin duda muy desalentador para aquellos que bien con respetable sinceridad, cinismo utilitarista o incluso cumpliendo alguna misión como agentes de influencia, llegaron a creer en la factibilidad de lograr sus propósitos con una bien financiada operación de marketing político encaminada a demandar la flexibilización unilateral del embargo.

Por otra, no necesariamente ese es el caso para los hermanos Castro, quienes todavía no parecen tener interés real en el éxito último de sus seguidores. De lo contrario, no hubiesen ordenado detener y condenar a quince años de prisión (condena superior a la recibida por algunos terroristas en Alemania) al contratista Alan Gross. Su supuesta acción criminal fue regalar a unos pocos ciudadanos judíos, -que no eran activistas políticos ni disidentes-, teléfonos satelitales, laptops y routers que pueden adquirirse libremente en Internet o en una tienda de equipos electrónicos y cuyo uso no está proscrito por ninguna ley internacional.

Es difícil creer que los analistas de Estados Unidos en la isla y sus simpatizantes en el exterior no les hayan hecho saber a Raúl y Fidel Castro que una campaña internacional presionando el canje de sus espías presos en EEUU por el señor Gross no tendría mayor posibilidad de éxito que la auspiciada por la URSS en favor del matrimonio Rosemberg.

La detención y condena de Gross fue el recurso bien calibrado que fuera utilizado para bloquear la ofensiva de paz de Obama al inicio de su primer mandato, cuando podía avanzar en ella por el apoyo de ambas cámaras del Congreso. El continuado encarcelamiento de Gross a pesar de su ya delicada salud, es una clara señal de que no hay interés real en lograr una distención significativa con Estados Unidos, ni siquiera ahora que los precios del petróleo y la rebelión cívica estremecen a su mecenas venezolano.

Hablar de normalizar las relaciones bilaterales, al tiempo que se bloquea cualquier posibilidad real de lograrlo, ha sido siempre consustancial al double speak orwelliano de los Castro. La derrota de un estado totalitario no supone siempre una victoria sobre su aparato militar. Lo que sí resulta imprescindible es quebrar su fábrica de percepciones. La realidad pone límites al potencial persuasivo de la propaganda, pero los encargados de ella siempre se las ingenian para justificar su postura. Esta no va a ser la excepción.

INFOLATAM

 
EL DIA DE LA IRA Y LA ILUSION PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Lunes, 10 de Noviembre de 2014 13:43
Por Carlos Alberto Montaner.-


Hace 25 años ocurrió el entierro simbólico del comunismo. Una esperanzada muchedumbre de alemanes corrió hacia el Muro de Berlín y lo demolió a martillazos. Era como si golpearan las cabezas de Marx, Lenin, Stalin, Honecker, Ceaucescu y el resto de los teóricos y tiranos responsables de la peor y más larga dictadura de cuantas ha padecido el género humano. Por aquellos años una obra rigurosa pasó balance del experimento. Se tituló El libro negro del comunismo. Nuestra especie abonó los paraísos del proletariado con unos cien millones de cadáveres.


Era predecible. En la URSS, en 1989, fracasaban todos los esfuerzos de Gorbachov por rescatar el modelo marxista-leninista. En Hungría, un partido comunista, dirigido por Imre Pozsgay, un reformista  decidido a liquidar el sistema, abría sus fronteras para que los alemanes de la RDA pasaran a Austria y de ahí a la fulgurante Alemania Federal, la libre. En Checoslovaquia, Vaclav Havel y un puñado de intelectuales  valientes animaban el Foro Cívico como respuesta a la barbarie monocorde de Gustáv Husák.  En junio, cinco meses antes del derribo del Muro, los polacos habían participado en unas elecciones maquiavélicamente concebidas para arrinconar a Solidaridad, pero, liderados por Lech Walesa, la oposición democrática ganó 99 de los 100 escaños del senado. El dictador Jaruzelski les tendió una trampa y acabó cayendo en ella.


¿Qué había pasado? El sistema comunista, finalmente, había sido derrotado. Los países que primero lo implementaron, y que primero lo cancelaron, eran empobrecidas dictaduras, crueles e ineficaces, que se retrasaban ostensiblemente con relación a Occidente en todos los órdenes de la convivencia. Ese dato era inocultable. Bastaba comparar las dos Alemania, o a Austria con Hungría y Checoslovaquia, los restantes segmentos del Imperio austrohúngaro, para confirmar la inmensa superioridad del modelo occidental basado en la libertad, el mercado, la existencia de propiedad privada y el respeto por los Derechos Humanos. El día y la noche.


El comunismo era un horror del que escapaba todo el que podía, mientras los que se quedaban ya no creían en la teoría marxista-leninista, aunque aplaudieran automáticamente las consignas impuestas por la jefatura. Por eso Boris Yeltsin pudo disolver el Partido Comunista de la Unión Soviética en 1991, con sus veinte millones de miembros, sin que se registrara una simple protesta. La realidad, no la CIA ni la OTAN, había derrotado esa bárbara y contraproducente manera de organizar la sociedad. Me lo dijo con cierta melancolía Alexander Yakovlev, el teórico de la Perestroika, en su enorme despacho de Moscú, cuando le pregunté por qué se había hundido el comunismo: “Porque no se adaptaba a la naturaleza humana”. Exacto.


¿Y los chinos? Los chinos, más pragmáticos, se habían dado cuenta antes. Les bastó observar el ejemplo impetuoso y triunfador de Taiwán, Hong Kong y Singapur. Eran los mismos chinos con diferente collar. Mao había muerto en 1976 y la estructura de poder inmediatamente rehabilitó a Deng Xiaoping para que comenzara la evasión general del manicomio colectivista instaurado por el Gran Timonel, un psicópata cruel dispuesto a sacrificar millones de compatriotas para poner en práctica sus más delirantes caprichos. Cuando el muro berlinés fue derribado, los chinos llevaban una década cavando silenciosamente en busca de la puerta de escape hacia una incompleta prosperidad sin libertades.


¿Por qué no cayeron o se transformaron las dictaduras comunistas de Cuba y Corea del Norte?  Porque estaban basadas en dinastías militares centralizadas que no permitían la menor desviación de la voz y la voluntad del caudillo. El Jefe controlaba totalmente el Partido, el parlamento, los jueces, militares y policías, más el 95% del miserable tejido económico, mientras mantenía firmemente las riendas de los medios de comunicación. El que se movía no salía en la foto. O salía preso, muerto o condenado al silencio. El aparato de poder era sólo la correa de transmisión de los deseos del amado líder. No cabían las discrepancias y mucho menos las disidencias. Eran coros afinados dedicados a ahogar los gritos de la población.


Esta terquead antihistórica ha tenido un altísimo costo. Cubanos y norcoreanos han perdido inútilmente un cuarto de siglo. Si las dos últimas tiranías comunistas hubieran iniciado a tiempo sus transiciones hacia la democracia, ya Cuba estaría en el pelotón de avanzada de América Latina, sin balseros, “damas de blanco” o presos políticos, y Corea del Norte sería otro de los tigres asiáticos. Lamentablemente, la familia de los Castro y la de los Kim optaron por mantenerse en el poder a cualquier costo. Los muros continuaban impasibles desafiando la razón y el signo de los tiempos.
 
Sin Rousseff no hay lineamientos PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 26 de Octubre de 2014 12:00

Por Manuel Cuesta Morúa.-

La segunda vuelta de las elecciones en Brasil decidirá derroteros dentro y fuera del gigante suramericano. De perder Dilma Rousseff, estaremos frente a la primera gran derrota del populismo del siglo XXI en América Latina.

Dilma Rousseff y Aécio Neves

El impacto sobre Cuba de un revés del Partido de los Trabajadores tomará connotaciones demoledoras. Si la Zona Especial de Desarrollo de Mariel (ZEDM) tiene problemas ocultos, la victoria de Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), los sacará a relucir. También se darán a conocer otras dificultades asociadas a la calidad y al sentido estratégico del proyecto. Cuando la razón de Estado no se imponga, saldrán a la luz los protocolos secretos que evidencian la naturaleza de la colaboración económica entre los gobiernos de Cuba y de Brasil. Especialmente porque en este último país, la prensa funciona y se lanzará sobre esta información.

El hecho de que el puerto de Mariel no esté realmente en marcha ya es un problema grave para el gobierno cubano y hacia él apunta toda la responsabilidad. La empresa Odebrecht ejecutó el proyecto y el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) pagó las cuentas. Así que todos en el Gobierno de Brasil están contentos. Si Rousseff gana esta segunda vuelta electoral, solo tendrá que hacer ciertas preguntas discretas a las autoridades de la Isla y enviar emisarios de cuando en cuando para cuestiones de logística y asesoramiento. Si no quedaran opciones, pues el propio Lula da Silva podría intentar arreglar los entuertos. Hasta ahora, con el puerto de Mariel, Brasil solo se juega el prestigio de su visión estratégica fuera de sus fronteras.

La inversión brasileña en Mariel (...) responde a esa visión populista que intenta propiciar grandes inversiones y fuerte participación del Estado en mega proyectos

Por el contrario, si Rouseff pierde, el mal funcionamiento del puerto de Mariel será un problema agravado tanto para el Gobierno cubano como para el PT. Encima de eso, el debate soterrado en Cuba, tanto en ámbitos profesionales como ambientalistas, en torno a la necesidad y viabilidad de esa Zona de Desarrollo, volvería a encenderse con fuerza si mañana las urnas no favorecen al oficialismo.

Falta mucho por hacer en la ZEDM porque seis meses después de inaugurado el puerto, solo habían pasado por él 57 barcos. Para empezar, se necesita un dragado mayor para que puedan entrar los llamados barcos SuperPanamax, que transitarán por el renovado Canal de Panamá y el puerto de Miami, también reestructurado. Esto sin contar la competencia con Jamaica y otras islas del Caribe donde se desarrollan proyectos más económicos.

La inversión brasileña en Mariel, que fue la apuesta personal del propio Lula, responde a esa visión populista en economía que intenta propiciar grandes inversiones y fuerte participación del Estado en mega proyectos que, con cierta viabilidad económica, y disciplinando los ámbitos monetarios y fiscal, le garanticen ser agente principal del desarrollo por encima del sector privado y de las clases medias, y le posibilite controlar a la sociedad y manipular la agenda de la pobreza.

En Brasil, este modelo populista no ha llegado a triunfar completamente porque antes de Lula había allí ya una economía creciente y porque, con sus defectos, la democracia funciona a partir del gran consenso social entre todos los sectores de la sociedad. Pero la Venezuela degradada de Chávez implementó este modelo, con los resultados que estamos viendo.

Una victoria de Aécio Neves (...) haría temblar la diplomacia médica que explota mano de obra profesional

Esta opción estratégica comenzaría a cerrarse para Cuba si es que asistimos al funeral político de Dilma Rousseff. Se debilitaría la santa alianza populista que se ha activado en la región, de la cual Brasil, no la Venezuela de Maduro, es el principal garante, y el tema de la violación de los derechos humanos en Cuba tendría menos obstáculos en el hemisferio. No obstante, no habría que asumir que una victoria de Aécio Neves reanimaría sustancialmente el tema de la democracia y las libertades fundamentales tanto en la región como en Cuba.

Antes de Lula, estaba Henrique Cardoso y Brasil no destacaba entonces como un crítico visible y sistemático de la situación de derechos humanos en Cuba. Lo que responde a dos fenómenos tradicionales de la diplomacia brasileña: su búsqueda permanente del consenso internacional, evitando los conflictos o contenciosos diplomáticos, y su concepción continental de América Latina como Sudamérica, sin el Caribe.

La diplomacia puede cambiar, en tanto Brasil es un actor global de primera importancia, pero las tradiciones no tienden a cambiar con la alternancia de gobiernos.

Pero en todo caso, una victoria de Aécio Neves le daría menos terreno especulativo al gobierno cubano y haría temblar la diplomacia médica que explota mano de obra profesional. Más allá de los descalabros económicos que podría traer, una derrota del PT incidiría contra la continuidad del modelo geoestratégico de los nuevos populismos latinoamericanos, dentro del cual Brasil ha intentado insertar a Cuba.

Sin Rousseff, Castro tendrá que abandonar completamente los Lineamientos, disfuncionales, del Partido Comunista de Cuba. Estamos en la hora de los rezos.

14YMEDIO

Última actualización el Viernes, 31 de Octubre de 2014 09:32
 
Fue Cuba PDF Imprimir E-mail
Escrito por Tomado de INFOBAE   
Lunes, 03 de Noviembre de 2014 10:19

Por Carlos Alberto Montaner.-

Juan Bautista Yofre ha publicado otro importantísimo libro: Fue Cuba. Tata Yofre es un notable periodista argentino que dirigió la inteligencia de su país en tiempos de Carlos Menem. De esa experiencia le quedaron su pasión por la información exacta y algunos contactos muy valiosos.

Yofre tuvo acceso nada menos que a 11.000 documentos de la inteligencia checa que detallan minuciosamente la intervención clandestina de Cuba en los asuntos internos de medio planeta, y muy especialmente, en América Latina.

A ese espasmo imperial cubano se le llamó “Operación Manuel”. Los servicios checos, muy controlados por la URSS, fueron escogidos por Moscú y por el KGB para coordinar con La Habana los esfuerzos subversivos. Los soviéticos querían borrar sus propias huellas.

¿Qué hizo el castrismo en Argentina? Algo terrible: en los primeros años de la década de los sesenta contribuyó a descarrilar la débil instauración de la democracia civil en tiempos de José María Guido y Arturo Illia. Entonces pasaron por La Habana, en busca de ayuda y pertrechos, decenas de argentinos violentos, desde Mario Roberto Santucho hasta John William Cooke.

Cuba inspiró, adiestró, armó y lanzó un movimiento guerrillero contra una Argentina que, bajo la dirección de un médico honrado, Arturo Illia, luchaba por estabilizar la Nación, enterrar el militarismo y colocar de nuevo al país bajo la autoridad de la ley. Fueron a luchar contra la democracia.

En esa época, el periodista Jorge Massetti, encandilado por la experiencia cubana –vivía en La Habana y dirigió Prensa Latina— se infiltró en Salta, al noroeste de Argentina, al frente de un grupo armado, al que llamaron “Ejército guerrillero del pueblo”,  para recrear en su país de origen la experiencia castrista y erigir una dictadura comunista.

Massetti eligió el pseudónimo “Comandante Segundo”. El “primero” era su amigo Ernesto Che Guevara, quien se hubiera incorporado a la lucha, a la cabeza del grupo, tan pronto se consolidara un frente guerrillero. Pero no pudo ser. El ejército liquidó rápidamente aquella delirante aventura. El cadáver de Massetti jamás apareció.

En toda América Latina sucedió lo mismo. En Uruguay, la Suiza de América –como ha documentado convincentemente el expresidente Julio María Sanguinetti– la izquierda castrista, encabezada por los tupamaros, comenzó a robar armerías y bancos, y secuestró, asesinó y asaltó cuarteles, provocando la reacción violenta y, a veces, criminal, de los militares.

El actual candidato a vicepresidente por el Frente Amplio, Raúl Sendic, nacido en 1962, acabó estudiando en Cuba del 80 al 84 (lo que acaso lo vacunó contra ese disparate) porque su padre, de igual nombre, fue la cabeza, el corazón y la primera pistola de aquella lamentable banda terrorista que tanto daño le causó al país, aunque hoy intenten reescribir esa trágica historia.

¿Por qué Cuba tuvo tanta influencia? En esencia, por la personalidad mesiánica de Fidel Castro, quien, por desproporcionado y loco que fuese el proyecto, se decidió a conquistar el planeta y poner de rodillas al odiado vecino estadounidense, como advirtiera en una carta escrita en el verano de 1958 a su amante y confidente Celia Sánchez: “Cuando esta guerra se acabe –escribió–, empezará para mi una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ése va a ser mi destino verdadero”.

Y así fue. A partir de la derrota de Batista, Castro convirtió a Cuba en una gran base revolucionaria dedicada a la acción armada internacional. Como me dijo un excomandante sandinista: “Más que un país, Cuba era un nido de ametralladoras en movimiento”.

“Hacer la revolución” en cualquier parte era el leitmotiv de Fidel Castro, su pasión más íntima y persistente. Para ello buscó la protección de la URSS, suscribió el modelo represivo estalinista y el no menos letal colectivismo marxista-leninista, se alió a todos los movimientos de liberación preexistentes, como el argelino, o contribuyó a crearlos en cualquier parte, como el ELN colombiano, ofreciendo armas, adiestramiento, dinero, y una metodología basada en la experiencia cubana, a la que llamó “foquismo”.

¿Por qué esa locura? Porque Fidel Castro, que creció en olor de tiroteos y gangsterismo, en su juventud, en 1947, durante la frustrada expedición contra el dictador dominicano Trujillo, montada en Cuba con la colaboración de la “Legión del Caribe”, y luego en el bogotazo de 1948, había adquirido “el síndrome del condottieri”, ese marcador trallazo de adrenalina que dan las aventuras militares y la posibilidad de realizar hazañas que te claven para siempre en la historia y en la atemorizada memoria de los hombres.

No en balde, por aquellos años tumultuosos, prediciendo su destino fulgurante, se cambió su segundo nombre. Se llamaba Fidel Hipólito y se puso Fidel Alejandro. Su destino era conquistar el mundo. Su caballo de batalla no se llamó Bucéfalo. Se llamó Cuba. Fue Cuba.

 
Cuestión de realpolitik PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Martes, 21 de Octubre de 2014 09:52

Por Jorge Olivera Castillo.-

En realidad, Raúl Castro no tiene por qué preocuparse. Cada día gana mayores credenciales como un dictador soportable.

Resulta curioso que las fugas desde Cuba apenas tengan eco mediático, cuando se trata de uno de los fenómenos sociales más críticos.

Semana tras semana decenas de cubanos se las ingenian para irse del país por vía marítima, a menudo sobre artilugios sin las mínimas condiciones que garanticen el arribo a los lugares de destino.

La lista de muertos y desaparecidos ha aumentado drásticamente a causa del número de personas que usan esta vía de escape y la mayor distancia a cubrir en condiciones tan precarias. Llegar a EEUU desde la Isla ya no es tan fácil como antes de la Ley pies secos-pies mojados que solo permite el ingreso de los balseros que logren tocar tierra.

Debido a estos impedimentos, la gente prefiere probar suerte dirigiéndose hacia las costas de Panamá, Nicaragua, Honduras o México con la intención de trasladarse hasta la frontera sur norteamericana, pagarle a algún guía furtivo y beneficiarse con la Ley de Ajuste Cubano.

Por otro lado no se detienen las "deserciones" de profesionales del sector cultural, deportivo y de la salud pública. Procedimientos de evasión generalmente exitosos, a no ser que el plan se frustre por algunos de los policías encubiertos que suelen formar parte de las respectivas delegaciones.

Dentro de la lista de olvidos hay que mencionar las incidencias represivas. La prensa internacional tampoco refleja en sus coberturas lo que sucede en las cárceles con los presos políticos, los actos de repudio que incluyen el vandalismo de las turbas parapoliciales contra los actividades proderechos humanos, entre otros asuntos que ponen de relieve la arbitrariedad del régimen.

El desbalance informativo favorece a Raúl Castro y lo que representa.

Al analizar los hechos se presume de la existencia de un proyecto transnacional que, en esencia, busca legitimar un estatus quo que podría evolucionar hacia formas menos autoritarias en plazos imposibles de prever.

La acogida a la dictadura cubana sin concesiones de peso en instituciones de la región e internacionales refuerza las sospechas de que se está apostando por la articulación, a mediano plazo, de un modelo similar al chino, con sus retoques para hacerlo viable en el Caribe insular.

El énfasis el levantamiento unilateral del embargo y la proverbial estrategia de no enfocarse en temas demasiado controversiales a la hora de hacer los reportes y análisis definen, en el caso de los medios foráneos acreditados en La Habana, una política que deja abierto el camino a las dudas.

Con esos truenos, cualquier indicio sobre la posibilidad de que se estructure una democracia en Cuba bajo el mando del General-Presidente, es falso.

Incluso con su sucesor (¿Díaz- Canel o Machado Ventura?) las oportunidades para el pluripartidismo y el pleno ejercicio de los derechos fundamentales seguirían siendo cuestionables.

Mientras se acerca el desenlace que podría ser la continuidad por otras vías, sigue la estampida con sus bajas colaterales y el contubernio político-  mediático.

En realidad, Raúl Castro no tiene por qué preocuparse. Cada día gana mayores credenciales como un dictador soportable.

DIARIO DE CUBA

Última actualización el Domingo, 26 de Octubre de 2014 12:08
 
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