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Artigos: Cuba
Brasil al rescate de la dictadura castrista PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Viernes, 25 de Octubre de 2013 08:27

Por Jorge Hernández Fonseca.-

Brasil, sabiendo que el castrismo sólo se mantiene si consigue un soporte económico fuerte que lo sostenga en pie, se ha aventurado a ser el próximo en la lista de sostenedores de la más antigua dictadura de Continente.


Brasil al rescate de la dictadura castrista

Jorge Hernández Fonseca

15 de Octubre de 2013

Hay en Brasil --y en una buena parte de Latinoamérica-- una distorsión generalizada respecto a regímenes políticos, ideológicos y económicos. Después de salir airosos de dictaduras de corte político militar, buena parte de la América del Sur se embarca ahora en un apoyo incondicional a la única dictadura remanente en toda Latinoamérica: la dictadura castrista implantada en Cuba. El castrismo fue el causante de la guerra civil guerrillera de las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado en toda Nuestra América, consecuencia de la cual emergieron las dictaduras militares mencionadas antes, que al derrotar la izquierda beligerante de entonces, crearon democracias gobernadas (primera distorsión) nada menos que ¡por los derrotados!

La segunda distorsión --ésta de tipo político-- consiste en que América Latina no reconoce en la Cuba castrista una dictadura. Por increíble que parezca, los ex-guerrilleros entrenados en la isla para hacer la guerra en Sudamérica (ahora en el poder en sus países) insisten en ver en la opresión de los hermanos Castro una “democracia social”. ¡Nada tan insensato! “Ellos” sí que pudieron luchar contra las dictaduras que los oprimieron, los cubanos “no pueden” hacerlo.

Como que la mayoría de los gobernantes de Latinoamérica fueron guerrilleros reciclados, que por increíble que pudiera parecer salieron con vida de “terribles” “dictaduras militares” mientras “luchaban” por implantar en sus países un sistema similar al cubano, ahora les cuesta trabajo reconocer que estaban “totalmente equivocados”, por eso apoyan al castrismo. Esta es una distorsión ideológica: quieren para Cuba lo que no quieren para sus países. ¿Simpático verdad?

Por otra parte, todas estas naciones luchan por atraer la inversión extranjera para impulsar el crecimiento económico, se adhieren a las prácticas del mercado como fuente de riquezas y toman medidas privatizadoras como vía de aumentar la eficiencia económica, mientras aplauden la discriminación que los hermanos Castro hacen con la sociedad civil cubana en general, impedida de capitalizarse, de actuar como entes económicamente activos, relegada a actividades menores y subalternas.

Brasil, sabiendo que el castrismo sólo se mantiene si consigue un soporte económico fuerte que lo sostenga en pie (primero fue la Unión Soviética, que subvencionó la isla por 30 largos años, después fue la Venezuela de Hugo Chávez, que todavía envía ríos de petróleo sin costo alguno para mantener aquel “parque temático” de carros viejos y edificios destruidos) se ha aventurado a ser el próximo en la lista de sostenedores de la más antigua dictadura de Continente.

En consonancia con la creencia de que los cubanos “no pueden ser libres”, el actual gobierno brasileño del Partido de  los Trabajadores, PT, aliado fundamental de la dictadura castrista en Brasil, se ha apresurado a “enterrar” en la isla de los hermanos Castro más de mil millones de dólares por concepto de la modernización de un puerto cubano, para operarlo precisamente cuando Estados Unidos decida comerciar con Cuba, lo que –por ley norteamericana-- sólo será posible cuando Cuba haga una apertura política, es decir, cuando ya no haya más castrismo.

En el momento que los hermanos Castro ensayen una apertura política, ninguno de los representantes de su nefasta dictadura será gobierno nunca más en la isla, por eso no la hacen. ¿Cómo es posible que la ceguera del PT brasileño permita que se dilapide el capital nacional entregando más de mil millones de dólares a una dictadura en sus finales, pensando que habrá alguna manera de continuar en Cuba después del cambio político? Todo aquel que ahora (o antes) ayudó a los hermanos Castro a oprimir al pueblo cubano, será simplemente expulsado de la isla, con el apoyo firme de EUA siempre que haya intereses --como los del PT brasileño-- que también lesionen directamente los intereses norteamericanos.

Como si todo lo anterior fuera poco, el actual gobierno del PT brasileño usa nada menos que cuatro mil médicos cubanos dándoles el tratamiento de “ciudadanos de segunda” categoría al negociar con los hermanos Castro el pago de prácticamente todo el salario mensual comprometido con cada uno de ellos, entregándoselo a los dictadores, mientras paga a cada médico una fracción insignificante de ese salario. Una práctica esclavista que no sucede con ningún médico extranjero en Brasil y que sólo sirve para apoyar con más de 200 millones de dólares por año a la fallida tiranía castrista, quitándoselos del salario de los sacrificados médicos cubanos, canallada que el pueblo de la isla no olvidará cuando recupere su libertad.

La antigua Unión Soviética mantenía a la dictadura cubana por razones de estrategia de la alta política internacional durante la guerra fría. Algo similar sucedió mientras Chávez estuvo con vida, ya que se constituyó en punta de lanza del castrismo para penetrar en Sudamérica. Pero ¿qué persigue Brasil con este empeño de sustituir a Venezuela como mantenedor de la dictadura castrista en el poder?; ¿será para materializar un antinorteamericanismo pueril?; ¿será que Brasil quiere construir en Cuba una plataforma productiva para comerciar con ventajas con EUA cuando ya los hermanos Castro no existan?; ¿será un guiño de la dupla Lula-Dilma (mentores del apoyo económico a la isla ahora, para el mantenimiento de la dictadura en Cuba) a la extrema izquierda de su partido, el PT, con objetivos políticos partidarios internos?

Todas las preguntas formuladas tienen respuestas alternativas, algunas más explicables, otras menos. La pregunta que resulta difícil de responder es ¿cómo el gobierno brasileño se “embarca” con dinero del estado (no del partido PT) en una política planificada precisamente para el post castrismo, cuando sabe que ayudar a los hermanos Castro a oprimir al pueblo cubano ahora, es la mejor manera de ser expulsados de la isla precisamente en ese post castrismo, tanto por los gobernantes anticastristas cubanos que lleguen al poder, como por los norteamericanos, contra los cuales se ejecuta también la actual política injerencistas brasileña?

Una posible respuesta a la pregunta anterior es que el PT brasileño quiere “apoyar” una doble apertura, económica y política en la isla (sin apertura política no hay negocios con EUA, por ley norteamericana, repito) pero sin tener en cuenta a los opositores cubanos, sino solamente a aquellos cubanos “militantes” que apoyan los desmanes dictatoriales hoy y que si logran sobrevenir al fracaso socialista, pretenden continuar con las “deliciosas riendas del poder”.

Brasil con todo eso, ejecuta una peligrosa aventura partidaria, ideológica y “fraternal” del partido en el poder, PT, que admira a la dictadura cubana subvirtiendo los valores democráticos y jugando con el dinero del estado, no del partido PT. Algo así no puede tener éxito ni en el corto, ni en el mediano, ni en el largo plazo, porque, por más que el PT brasileño no quiera, el pueblo cubano tiene derecho a ser tan libre, democrático e independiente, como lo es el propio Brasil, así como lo son el resto de los países de Latinoamérica, después de liberadas de las dictaduras militares emergidas precisamente por la imposición guerrillera castrista a sangre y fuego.

Para una sociedad como la cubana, que ya ha pagado el alto precio de 10 mil jóvenes fusilados por causas políticas, de más de 400 mil luchadores por la democracia que han cumplido largos años de prisión en las ergástulas dictatoriales y que ha emigrado masivamente (más del 20% de la población cubana vive en el exilio) la derrota de la dictadura está próxima y sería muy triste que un pueblo hermano, noble y generoso como lo es el brasileño, empañe su historia y su futuro ético y moral intentado impedir que el pueblo cubano alcance finalmente su libertad.

Artículos de este autor pueden ser encontrados en http://www.cubalibredigital.com

 
Del Obama de ayer al de hoy (Los Estados Unidos mantienen la hegemonía mundial II) PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Jueves, 24 de Octubre de 2013 14:34

Por Huber Matos Araluce.-

Ayer y hoy

Barack Obama llegó a la presidencia en el 2009 ofreciendo cambios importantes en la política exterior de los Estados Unidos. Su planteamiento fue una mezcla de idealismo y autosuficiencia. Los Estados Unidos dejarían de ser el policía global. Para el nuevo presidente el mundo era como debía ser: lógico. Era cuestión de tomar las decisiones con determinación y sabiduría.  Afirmó que él estaba dispuesto a negociar con los enemigos de los Estados Unidos porque el dialogo era el método apropiado para resolver las diferencias.

Después de algunos años en la Casa Blanca su política cambió de forma radical. Por mucho que quiso distanciarse de su predecesor hoy se parece más a Bush de lo que nadie pudo imaginarse en 2009.  Obama autorizó la acción contra Osama Bin Laden violando la soberanía de Pakistán.  Operación que fue presentada como un golpe mortal al terrorismo contra los Estados Unidos. Algo parecido a la prematura declaración de victoria en Irak -Misión cumplida- del presidente Bush.

Las incursiones de comandos de Estados Unidos en territorios de otros países son más frecuentes de lo que se conocen. Recientemente se secuestró a un jefe terrorista en Libia, y se intentó hacer lo mismo en Somalia. Aviones no tripulados vigilan y atacan objetivos terroristas en varios países. Obama amenazó unilateralmente a Siria con un ataque quirúrgico que resultaría devastador para el régimen de Assad, y ha advertido repetidamente a Irán que no le permitirá el desarrollo de armas nucleares, aunque esto implique un ataque militar en el que solo con súper bombas se podrían destruir las instalaciones subterráneas iraníes.  Todo esto y más lo distancian de su posición del 2009, cuando declaró que ante el uso de la fuerza militar Estados Unidos no debía actuar unilateralmente, sino con sus aliados.

Una estrategia fallida

No podemos dejar de reconocer que en 2008 comenzó una recesión en los Estados Unidos en la que millones de estadounidenses perdieron gran parte de sus ahorros y otros tantos sus trabajos y sus viviendas.  Ante ese panorama y varios miles de muertos, y los gastos de miles de millones de dólares en las guerras de Irak y de Afganistán, el mensaje de Obama tenía sentido para la mayoría del pueblo estadounidense. Sin embargo, como ha sucedido con anterioridad, para evitar la guerra, el mensaje de la paz no siempre es el mejor. Puede ser interpretado como debilidad o temor por la parte contraria.

Si la guerra, como indicó von Clausewitz, es la conducción de la política por otros medios, la renuncia a priori de la opción militar debilita la estrategia política que puede evitar el conflicto.  Por esta razón el presidente Obama, al renunciar al uso de la fuerza, limitó su poder negociador. Es en la combinación de la diplomacia, los incentivos económicos y políticos, la superioridad militar, y la disposición a usarla, en lo que radica la capacidad persuasiva de los Estados Unidos.

No hubo en la primera administración de Obama mejor exponente de esta visión que la del experimentado diplomático Richard Hoolbroke, nombrado enviado especial del propio presidente para Afganistán y Pakistán. Lamentablemente, los planteamientos de Hoolbroke fueron sistemáticamente ignorados por Obama y su pequeño grupo de asesores. Ellos creyeron que podían poner en práctica la nueva versión “intelectual” del aislacionismo estadounidense.  Aislacionismo que se contaminó con una visión estrecha de una retirada de Irak y un mayor compromiso bélico en Afganistán, al que sucederá otra retirada con consecuencias desconocidas.

La Secretaria de Estado Hillary Clinton, quien junto a Hoolbroke insistía en un planteamiento diferente a los problemas de la zona, tampoco pudo influir en los verdaderos directores de la política exterior del nuevo presidente. En otras palabras, el Departamento de Estado no tuvo la participación que le correspondía en la formulación y ejecución de la política exterior del primer gobierno de Obama.

Aislacionismo versus internacionalismo

La contradicción de Obama en la visión y conducción de su política exterior original, con la actual, obedeció tanto a su inexperiencia como a una estrategia hábil que lo llevó a la Casa Blanca y le ganó el premio Nobel de la Paz.  Obama llegó a la presidencia como representante de la influyente tendencia aislacionista en la política de los Estados Unidos.

El aislacionismo ha estado presente durante toda la historia de los Estados Unidos, pero se fortaleció después de la Primera Guerra Mundial.  El Congreso de Estados Unidos no quiso ratificar el ingreso a la Liga de las Naciones -precursora de la ONU- por el temor de que su participación los llevara a otra guerra.  Si los japoneses no hubieran cometido el error de atacar Pearl Harbor habría sido más difícil para Franklin D. Roosevelt involucrar a los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

Los aislacionistas quieren vivir sin involucrarse en los problemas de otros países. Creen que los Estados Unidos pueden sobrevivir y crecer aunque en otras partes del mundo triunfe el despotismo, se viva en la barbarie, o se conspire contra Occidente. Cuando Hitler invadía nación tras nación en Europa y bombardeaba a Inglaterra, los estadounidenses insistían en mantenerse alejados del conflicto. Creían que era un problema que no llegaría a perjudicarlos. A los aislacionistas les sobran argumentos con los cuales defender su posición: los costos de dos guerras mundiales, el fracaso de Vietnam, Irak, Afganistán, etc.

El internacionalismo es la contrapartida de otro sector que cree que su país debe fomentar la libertad, la democracia y el capitalismo en el mundo, tanto por su propia seguridad e intereses como por su liderazgo moral.

Las circunstancias económicas y políticas de los Estados Unidos y la personalidad del presidente de turno, han determinado de qué lado se inclina la balanza en cada periodo.

Un presidente con o sin experiencia

En un país donde está concentrado el mayor poder militar y económico del mundo y donde la presidencia tiene una influencia decisiva en la conducción estratégica, debía asumirse que sus ciudadanos escogerían a una persona con experiencia en cuestiones nacionales e internacionales.  Pero esto sería pensar que el mundo es como debía ser, no como es.

Por falta de esa experiencia y en la ausencia de una estrategia a largo plazo, Estados Unidos ha cometido errores muy graves en países donde puso énfasis en el poderío militar, sin entender que después de la guerra la lucha por la paz es más compleja y más larga.  Obama, como otros presidentes estadounidenses, está aprendiendo su trabajo sobre la marcha.

¿Quién es el enemigo de los Estados Unidos?

El terrorismo internacional es el gran peligro para los Estados Unidos y para Occidente. Terrorismo que sobrevive porque hay estados que lo protegen y lo financian. Por el peligro terrorista -actual o potencial- hay una serie de países que son especialmente importantes para la seguridad de los Estados Unidos.

Por la misma razón, el movimiento conocido como la Primavera Árabe es de importancia para la seguridad de los Estados Unidos.  En este caso, Washington fue sorprendido por los acontecimientos y luego no pudo responder adecuadamente. Libia es un ejemplo. Ante una revuelta popular una coalición internacional logra derrocar al dictador de ese país. Luego deja a la deriva a una nación que no tenía ni la cultura ni las instituciones para dar inicio a una reconstrucción democrática.  El caso de Egipto, por su influencia en el mundo árabe, es aun más grave.

Estados Unidos no es el culpable de los problemas de la zona, pero si es el responsable de haber desaprovechado oportunidades por falta de visión, planeamiento y ejecución. Es culpable de no haber sido un buen líder y no haber usado su influencia en el momento y la proporción oportuna para beneficio de su propia seguridad y la de otros pueblos.

Entre los países de esa zona hay dos cuyo destino debe preocupar a todos los gobiernos democráticos, en particular a los Estados Unidos.

Irán

El gran enemigo de los Estados Unidos en el Oriente es Irán. Un país con ambiciones de poder en toda el área, un estado que respalda el terrorismo en el mundo, y que tiene un programa nuclear que lo lleva paso a paso al desarrollo de armamento atómico. Irán está desarrollando misiles balísticos no para atacar a Israel, porque no los necesita, sino para apuntar a Europa y a los Estados Unidos.

Las promesas de Obama lo llevaron a retirarse de Irak sin medir las repercusiones estratégicas que podrían tener en la zona.  Los estadounidenses pueden estar contentos de que no parecen ya estar involucrados en la guerra de Irak. Es un alivio engañoso.  Irak está hoy bajo la influencia de Irán, el enemigo importante de los Estados Unidos. En otras palabras, dejó pasar al bando contrario a una nación que se encontraba todavía en un estado de inestabilidad muy precario.

Obama no pudo persuadir a la dictadura teocrática de Irán que desistiera de su programa nuclear, y tuvo que organizar una coalición internacional que ha impuesto penalidades económicas que tienen en crisis la economía iraní. Aun así, el programa nuclear continuó avanzando.  Ante esta situación, el único camino que le va quedando a Obama es la solución militar, que ha sido postergada en forma continua, y que puede llevar a los Estados Unidos a un conflicto con Irán en circunstancias poco propicias o de desventaja. Por ejemplo, ante un ataque israelí o cualquier otro tipo de crisis.

Los iraníes, conscientes de que están ante un nuevo Obama, están cambiado su lenguaje, pensando en que pueden verse obligados a negociar si es que quieren evitar el día en que los despierte una lluvia de misiles y bombas.   En realidad son las penalidades económicas, y la amenaza de un ataque los factores que han puesto a pensar al régimen iran, tal vez creen que quizás Obama puede estar dispuesto a actuar.

Siria

Por más de dos años Obama ha evitado involucrarse en la guerra de Siria. Al final tuvo que recurrir a la amenaza inminente de un ataque con misiles y bombas.  Ataque que -aunque se llame limitado- habría sido devastador para el dictador sirio, y habría facilitado la victoria a las fuerzas rebeldes, ahora bajo una fuerte influencia de grupos radicales islámicos.

La preponderancia de los radicales islámicos en el frente de guerra en Siria es en buena parte el resultado de la negativa de Obama de apoyar en su momento a los sectores pro-occidentales que iniciaron la lucha.  Para lograr el respaldo de congresistas republicanos a ese ataque, Obama finalmente tuvo que comprometerse -en secreto- a facilitarles el apoyo que necesitaron con urgencia los rebeldes sirios desde el inicio del conflicto.

Obama tuvo la oportunidad en Siria de debilitar a Irán. Siria es un socio clave del régimen iraní y un respaldo contundente a los rebeldes sirios pudo haber persuadido a Irán de frenar su desarrollo nuclear. Fue una oportunidad perdida por falta de visión y de audacia.

Considerar un éxito de la diplomacia de Obama, o de la de Putin, las negociaciones que llevaron a un acuerdo sobre las armas químicas en Siria es un chiste.  A Assad le han puesto una pistola en la cabeza, y si no negocia le llueven los misiles y pierde el poder.  Además, está entregando, o se espera que entregue, un armamento (químico) que ya no podría usar sin provocar una respuesta decisiva de parte de los Estados Unidos.  Es un caso parecido al de los cohetes soviéticos en Cuba en 1962: una vez descubiertos y puesto en efecto el bloqueo naval de los Estados Unidos a Cuba, no había alternativa para los soviéticos, y mucho menos para Fidel Castro. Tenían que retirarlos.

Conclusión

El aislacionismo extremo y el internacionalismo extremo no son opciones realistas para un presidente estadounidense. Estados Unidos es el país más poderoso del planeta y se debilita si no usa su poder para su propio beneficio y el de sus aliados económicos y políticos.

Obama estaba equivocado en su visión inicial y ha tenido que optar por una política exterior más acorde con la realidad mundial. En el proceso se ha ganado fama de indeciso.  Como su presidencia no ha concluido, habrá que esperar antes de hacer juicios sobre lo que puede o no suceder. Obama cometió un error similar en el caso cubano: hizo concesiones que no fueron correspondidas por el régimen castrista. No había una alternativa de cómo actuar si su política con Cuba fracasaba. Quizás valga la pena evaluar de nuevo esa política igualmente fallida.

Continuará…

 
Cuba: GRANMA y la batalla de Waterloo PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Miércoles, 23 de Octubre de 2013 08:44

Por Vicente Botín.-

Enredados como están los cubanos resolviendo el día a día aún les queda tiempo para el humor. Con cuchufletas reciben muchas veces los mensajes de un gobierno que con algunas de sus ocurrencias más parece émulo de Groucho Marx que del padre del marxismo.  A propósito de los recientes cambios ocurridos en la prensa de la isla, los cubanos han rescatado un viejo chiste que no ha perdido actualidad.

Le avisan al diablo de que Barack Obama, Vladimir Putin y Fidel Castro han muerto y decide hacerles un gran recibimiento, con Napoleón Bonaparte como maestro de ceremonias. El emperador se viste de gala para recibirlos y cuando llega Obama le da un abrazo y le dice: “Ah, mister Obama, si Francia hubiera tenido la eficiencia, el saber hacer de Estados Unidos, otra hubiera sido la suerte de mi ejército en Waterloo”. Luego entra Putin y Bonaparte le dice: “Ah, Rusia, si los franceses tuviéramos el arrojo, el fanatismo de ustedes, hubiéramos derrotado a los ingleses en Waterloo”. Finalmente entra Fidel Castro y Napoleón le dice: “Comandante, si Francia hubiese tenido un periódico como Granma, nadie sabría que perdimos la batalla de Waterloo”.

Las manipulaciones del órgano oficial del partido comunista y, sobre todo, sus silencios, son proverbiales. Los directores de Granma pasarán sin duda a los anales del periodismo por utilizar la palabra como un arma de destrucción masiva al servicio de la "revolución". Por eso sorprende que al hasta ahora director, Lázaro Barredo, le hayan agradecido los servicios prestados con una simple palmadita en la espalda. Y es que el “tronado” Barredo era un gran prestidigitador. Cuidaba las palabras que salían de su chistera “como se cuidan las balas que han de entrar en combate”.

Portada del Diario Granma del 22 de octubre de 2013, anunciando reforma monetaria.

Las páginas de Granma dan fe de sus muchas ocurrencias para pervertir el lenguaje. Una de las más sonadas es el hallazgo del llamado “síndrome del pichón” común a todos los cubanos porque “andamos con la boca abierta porque buena parte de los mecanismos que hemos diseñado están concebidos para que nos lo den todo”. Según Barredo, los cubanos se han acostumbrado a que el Estado les resuelva todo, sin reconocer que fue precisamente el Estado el que se hizo cargo de todo y, como escribió Luis Alberto García, “legisló hasta qué tipo de ropa íntima debían usar los trabajadores”.

Lázaro Barredo era un “talibán” y los nuevos vientos lampedusianos que soplan en Cuba hacían innecesario su lenguaje de barricada. Al nuevo director de Granma, Pelayo Terry Cuervo, ex director de “Juventud Rebelde” y a todos sus colegas de la prensa oficial, se les ha encomendado la tarea de demostrar que los medios cubanos pueden ser tan críticos como los de cualquier país democrático. Pero como no es fácil desprenderse de viejos hábitos en un país en el que desde hace más de medio siglo se libran mil batallas (la batalla contra el analfabetismo, la batalla de ideas, la batalla contra los huracanes…) el jefe del Departamento Ideológico del comité central del partido comunista, Rolando Alfonso Borges, del que depende Granma, ha definido esta nueva etapa como “la batalla contra el secretismo”.

Como una bien afinada orquesta todos los medios cubanos se han dado a la tarea de “denunciar lo que no funciona en Cuba”, según las directrices marcadas por Raúl Castro y su delfín Miguel Díaz Canel, quien ha dicho que a “la prensa cubana, que junto a la revolución ha combatido contra el imperialismo” le toca ahora la tarea de “reflejar la realidad cubana en toda su diversidad, informar de manera oportuna y objetiva, sistemática y transparente la obra de la Revolución, suprimiendo los vacíos informativos, las manifestaciones de secretismo y tomando en cuenta las necesidades e intereses de la población”.

La “renovación” de la prensa comenzó con la “liberación” de Tubal Páez quien se mantuvo durante 20 años al frente de la UPEC, la Unión de Periodistas de Cuba y fue relevado, el pasado mes de julio, por Antonio Moltó Martorell, con un impecable currículo revolucionario del que dejó constancia en su primera entrevista como jefe de filas de los periodistas cubanos: “Hay que concentrar todo el fuego en las ideas socialistas… porque hay una conjura mundial de los medios al servicio de la oligarquía. Existe un odio imperial contra Cuba… Cuba forma parte de la desesperación que tiene el imperio que quiere dañarnos e impedir el desarrollo de nuestros proyectos”.

La vacante dejada por Pelayo Ferry en Juventud Rebelde, órgano oficial de la Unión de Juventudes Comunistas, ha sido ocupada por la subdirectora, Marina Menéndez Quintero, una artillera experimentada que ha lanzado no pocos misiles contra la organización Human Rights Watch, por sus demoledores informes sobre la violación de los derechos humanos en Cuba.

Con estos enroques pretende el gobierno de Raúl Castro renovar la estructura informativa del país, y que en opinión del periodista independiente, Leonel Alberto Pérez-Belete, no es otra cosa que “el mismo perro con diferente collar”. Los periodistas independientes denuncian desde hace tiempo “lo que no funciona en Cuba”, sobre todo las trabas a la libertad de expresión e información. Pero el gobierno les considera mercenarios al servicio de Estados Unidos.

Recientemente la organización Reporteros sin Fronteras criticó el aumento de las detenciones de periodistas independientes en Cuba. En un comunicado, la ONG que vela por la libertad de prensa en el mundo, señaló que “no es posible debatir y reformar si al mismo tiempo se continúa recurriendo a la censura, la brutalidad y la arbitrariedad”. Reporteros sin Fronteras recuerda que el 20 de septiembre las autoridades de La Habana rechazaron las recomendaciones del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para la Libertad de Opinión y Expresión. “Desgraciadamente – dice la ONG en el documento–, esta negativa adquiere mayores dimensiones con estos actos de represión selectiva. Esta actitud es, por demás, incomprensible, dado que el debate sobre la información moviliza cada vez más a la sociedad civil y, en la actualidad, a los medios de comunicación oficiales”.

José Martí escribió que “La libertad es el derecho que tienen las personas de actuar libremente, pensar y hablar sin hipocresía”. Al gobierno de Raúl Castro le falta libertad y le sobra hipocresía.

Última actualización el Miércoles, 23 de Octubre de 2013 08:50
 
La funesta manía de pensar PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Sábado, 12 de Octubre de 2013 20:46

Por Carlos Alberno Montaner.-

Si mañana un cataclismo, o un virus racista, destruyera todas las universidades de América Latina y España, la cultura planetaria apenas sufriría un imperceptible arañazo, especialmente en el terreno de la ciencia y la técnica, pero también en el de las humanidades y los estudias sociales.

El asunto es muy triste. Las universidades latinoamericanas e iberoamericanas no están entre las 150 mejores del planeta. Aunque son varios millares, son muy escasas las que figuran entre las 500 mejores del mundo. Las menos malas son algunas brasileras, chilenas, colombianas, argentinas, mexicanas y españolas. Las caribeñas y centroamericanas apenas comparecen en la lista, con la excepción de la costarricense en alguna facultad privilegiada.

¿Cómo lo sabemos? Porque anualmente se compilan varios índices de calidad universitaria en distintas latitudes y todos concuerdan en las conclusiones. Los más conocidos son los que confecciona el diario The Times de Londres, la Universidad Jiao Tong de Shanghái, la revistaU.S. News and World Report de Estados Unidos y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid.

Para medir la excelencia de las instituciones tienen en cuenta las publicaciones en revistas acreditadas, la presencia en internet, las veces que los artículos, libros o autores son citados, el número de profesores con Premios Nobel o Medallas Fields (Matemáticas), el desempeño de los graduados y las opiniones de expertos. No se trata de ensalzar a algunos países y denigrar a otros. Intentan establecer cierta jerarquía. Solo eso.

Es una pena, porque la primera universidad que se fundó en el Nuevo Mundo fue la de Santo Domingo en 1538, prácticamente un siglo antes de Harvard. Poco después se crearon las de México y Lima en 1551. La de La Habana tiene casi 300 años y antecede en 20 a la de Princeton. Esa tradición ha servido de muy poco. Tal vez, incluso, ha sido una rémora.

Cuando comenzaron nuestras universidades en Hispanoamérica, todas legitimadas por la Corona española y operadas por frailes, el método de enseñanza y la filosofía que lo animaba se basaban en la Escolástica. Todas las verdades ya habían sido descubiertas por las autoridades religiosas. La labor del docente y del alumno (literalmente, "el nutrido") era llegar a ese conocimiento mediante ejercicios memorísticos o juegos retóricos.

La universidad era para repetir, no para innovar. Recuérdese que uno de los delitos perseguidos por la Inquisición era la innovación. Todavía a menudo se cita la increíble frase del rector de la Universidad de Cervera, en Cataluña, al rey Fernando VII: "Lejos de nosotros, Majestad, la funesta manía de pensar".

Naturalmente, se trata de un problema cultural. En nuestro mundillo iberoamericano no abunda, como en otras latitudes, la voluntad de cambiar, de innovar, de progresar, de encontrar nuevas y mejores formas de hacer las cosas. Vivimos en una cultura reiterativa, no transformativa.

Para nosotros una persona culta no es la que es capaz de modificar nuestro presente, sino la que retiene una asombrosa cantidad de información sobre el pasado. Vivimos dándole vueltas a lo que ocurrió hace mucho tiempo, lo que, por cierto, no nos ha salvado de cometer los mismos o parecidos errores una y otra vez, desmintiendo la inútil advertencia de Jorge Santayana ("Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo"). Los latinoamericanos lo recordamos y lo repetimos.

No quiero decir, por supuesto, que las universidades latinoamericanas son inservibles. Eso sería una estupidez. Muchas de ellas son excelentes graduando personas competentes. De algunas egresan magníficos médicos, abogados, dentistas, periodistas, economistas, ingenieros, expertos en cuestiones empresariales, y así hasta el medio centenar de profesionales valiosos, absolutamente indispensables para el buen funcionamiento de las sociedades.

Ese no es el problema. La nefasta consecuencia del fenómeno de las culturas reiterativas es que viven parasitariamente a remolque de centros creativos radicados fuera de su perímetro. En gran medida, la extensión de nuestra vida y cómo la vamos a vivir, se dicta en esos sitios intelectualmente densos y generadores de ideas. De una forma perversa, sin darnos cuenta, continuamos calificando de "funesta manía" la actividad de pensar con nuestra propia cabeza. Y así nos va.

Romado del DIARIO DE CUBA

 
Los Estados Unidos mantienen la hegemonía mundial (I) PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Miércoles, 09 de Octubre de 2013 08:59

Por Huber Matos Araluce.-

Cuando se comenta sobre el mundo multipolar pareciera que ya no existiera una potencia preponderante. La realidad es que los Estados Unidos es el país con más poder en el planeta y lo seguirá siendo hasta que aparezca un sustituto.  Ese poder le ha servido a los Estados Unidos para enriquecerse y para promocionar su ideología -la democracia y el capitalismo.


Su aplicación ha dependido de las circunstancias de cada momento histórico y en particular del presidente de turno.  Los Estados Unidos de Abraham Lincoln no es el mismo que el de Andrew Jackson.  Lincoln era un estadista con un profundo sentido de justicia. Jackson era un individuo implacable.

Durante la presidencia de Jackson se cometió genocidio contra los cinco grupos indígenas que poblaban el sureste de los Estados Unidos.  Una de ellos, los cherokees, fueron despojados de sus tierras y propiedades y obligados a una marcha forzada en la que murieron, de hambre, frío y enfermedades, 60,000 de los 130,000 miembros de ese grupo.

Pero los Estados Unidos es el mismo país que se ha involucrado en dos guerras mundiales y salvó a Europa del despotismo y la barbarie. Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial consolidó sus gobiernos democráticos con un visionario Plan Marshall.

Las naciones no siempre son las mismas. La Alemania de Ángela Merkel no es la de Adolfo Hitler.  Los presidentes pueden hacer una diferencia también.  Barack Obama no es una excepción. Su visión del mundo y del papel de los Estados Unidos  en él no es la misma hoy que la que planteaba cuando era candidato o cuando asumió la presidencia en 2009.  

Del poderío de los Estados y de Barack Obama se trata este artículo. 

¿Quién es poderoso y por qué?

En The Rise a Fall of the Great Powers el historiador inglés Paul Kennedy establece una relación directa entre la economía y la preponderancia de las naciones. Su profundo estudio ilustra la razón por la cual determinados paises han alcanzado y luego perdido su hegemonía en los últimos 500 años.  Su conclusión es definitiva: no puede proyectarse un poder militar superior si no hay una economía capaz de sostenerlo a largo plazo. Sin ese poder militar no hay supremacía.

El mundo de hoy es más variado que el de la Guerra Fría, pero entre las naciones más desarrolladas ninguna tiene la capacidad económica y el conocimiento científico y técnico para acercarse a mediano plazo al poderío militar que tienen los Estados Unidos.

China, que es el competidor más cercano en términos económicos, está todavía muy lejos, y cuando lo alcance o lo supere la disparidad militar podría mantenerse.  No solo el producto interno bruto de los Estados Unidos es más del doble que el de China, sino que los Estados Unidos invierten en su muy superior y sofisticada capacidad defensiva y ofensiva más del doble del porcentaje del producto interno bruto que dedica China a la suya.  Esto podrá cambiar en el futuro, pero el futuro está por escribirse.

Parte importante de la ventaja de los Estados Unidos sobre China es su sistema político. Una democracia como la estadounidense es sinónimo de vitalidad. En E.U. se debaten públicamente los problemas. Y gracias a la seguridad jurídica que impera el país es un dinamo inagotable de creatividad y progreso.  China, por el contrario, es una dictadura que tiene por delante grandes conflictos internos. Su poderío relativo dependerá de la forma en que estos problemas se resuelvan y del entorno mundial del porvenir.

Joseph S. Nye Jr, profesor de la Escuela de Gobierno Kennedy, en Harvard, es uno de los que plantea que el poder de los Estados Unidos no está en discusión por el momento. Un estudio afirma que hasta el 2030 no habrá quien lo sustituya.  Con la autosuficiencia energética a la vista es razonable esperar otros pronósticos optimistas  sobre los Estados Unidos.

Otro aspecto de esa superioridad es que en el bloque de naciones democráticas Estados Unidos es el líder. No es de extrañar que lo siga siendo durante todo este siglo. Además, hay alianzas regionales que cuentan. Las fuerzas armadas de Egipto, Israel, Arabia Saudita y Turquía, sumadas al poderío balístico, aéreo y de información y control de los Estados Unidos representan un muro de contención regional inexpugnable.

El debate sobre el poderío de los Estados Unidos no es nuevo. En el pasado se discutía que el Japón -post guerra- y su capitalismo con énfasis en una novedosa administración de los recursos humanos, estaba destinado a reemplazar el liderazgo de los Estados Unidos.  Todo quedó en especulación. Japón sigue siendo una economía desarrollada con un alto nivel de vida, pero los Estados Unidos mantuvieron su ventaja relativa sin mucha dificultad. 

La URSS fue otro caso aun más espectacular. El estalinismo convirtió a la Unión Soviética en una potencia mundial y la URSS trató de discutir a los Estados Unidos la supremacía. El poder de la URRS fue principalmente el resultado de una inmensa riqueza petrolera, un régimen de explotación de la clase obrera, y una creencia fanática de que el comunismo era la única solución a los problemas del mundo.  El petróleo no salvó al marxismo leninismo sino más bien lo cegó, le hizo creer a los comunistas que tenían la razón. La dictadura del proletariado se desplomó bajo el peso de sus contradicciones.

Por Huber Matos Araluce


Continuará…

Última actualización el Miércoles, 09 de Octubre de 2013 09:05
 
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