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Artigos: Cuba
Apuntes para una Transición a la democracia en Cuba PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 25 de Agosto de 2013 10:04

Por Jorge Hernández Fonseca.-

Apoyaré mis puntos de vista proponiendo adoptar un modelo que analiza la sociedad actual conformada por cuatro grandes áreas: el área política; el área económica; el área social y el área ética o moral.


Apuntes para una Transición a la democracia en Cuba

Jorge Hernández Fonseca

22 de Agosto de 2013

La necesidad del proceso de transición a un régimen 'diferente' al actual en Cuba, es un hecho ya indiscutible. Lo que se discute ahora, tanto en el seno de la oposición política cubana, como en el seno del partido único (comunista) que detenta el poder en la isla, es la vía de los cambios necesarios a un sistema fracasado y ya en sus finales. La opción oficial preferencial, como es lógico, continúa asociada a la familia Castro y a la izquierda marxista local.

Sin embargo, el panorama para las izquierdas marxistas latinoamericanas no puede ser más desolador: El socialismo del tipo “light” en Latinoamérica --el de Lula da Silva y Dilma Rousseff, en Brasil-- hace aguas y amenaza hundirse después de las manifestaciones populares que repudiaron el apoyo gubernamental a los corruptos marxistas brasileños y a los “socialistas” condenados a penas de cárcel en el juicio del “mensualón”.

El socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez y comparsa por su parte, tuvo que robarse la elección en Venezuela para poder mantenerse con sobrevida, mientras la sociedad “bolivariana” de ese país padece de una escasez solamente superada en la isla de los hermanos Castro.

Y finalmente, el socialismo del partido (único) comunista de Cuba --el castrismo-- está derrotado y muerto (e insepulto) y como su patrono principal, sólo falta enterrarlo. Ante este panorama tiene sentido que Raúl Castro, su familia y sus generales, planeen una transición al “capitalismo socialista” (es decir, el de sus “socios”, no el de la "sociedad") que ya está al 'doblar de la esquina'.

Ante estas realidades, los cubanos opositores nos hemos divididos en dos grandes grupos: los que defendemos la transición a la democracia sin Raúl Castro, ni su familia, ni sus generales y los que apoyarían “una solución con Raúl, su familia y sus generales” desde el poder.

Los que defienden una transición raulista apelan a factores como “el perdón” a los represores (Cardenal Ortega y sus agentes) así como “terminar con el estado actual” de racionamiento y vicisitudes por la que atraviesan los habitantes de la isla, de manera que el pueblo cubano tenga que contentarse con “desayuno, almuerzo y comida”, por ahora, sin libertades ni democracia.

Como que la variante de una transición familiar de los Castro es poco realista a medio plazo (de triunfar este modelo de transición sería momentáneo, hasta que haya el acomodo natural, con verdaderas libertades) dedicaré estas líneas a exponer algunas ideas para el futuro de Cuba, con democracia y libertades, roto el yugo dictatorial que hoy nos divide, enfrenta y oprime y entremos en una transición verdadera a la democracia.

Apoyaré mis puntos de vista proponiendo adoptar un modelo que analiza la sociedad actual conformada por cuatro grandes áreas: el área política; el área económica; el área social y el área ética o moral. En la Cuba castrista actual, el área política es la dictadura de un partido marxista contra el resto de la sociedad mayoritaria; tiene que acabar. El área económica es un capitalismo de estado, ineficiente, improductivo y corrupto, que debe terminar radicalmente. El área social está conformada por “organizaciones de masas”, que son correas de trasmisión del partido para dominar la sociedad y deben ser eliminadas; y el área ética y moral está sensiblemente dañada --al extremo que el propio dictador de turno ha criticado acerbamente esta sensible área de la sociedad cubana-- por lo que resulta evidente que debe ser cambiada. Las cuatro áreas se interconectan e interactúan, pero tienen vidas y valores propios.

El área política futura debe ser estructurada sobre el cimiento de los principios democráticos: división de poderes, libertad de creación de partidos políticos, elecciones universales y libres, digan lo que digan y planeen lo que planeen los generales de Raúl y sus familias. Es esa sensible área la que el marxismo recomienda hipertrofiar para dominar toda la sociedad, por lo que debe ser disminuida; futuramente debe predominar la libertad política irrestricta, para lo cual Cuba tiene muchos modelos en los cuales se reflejar, entre ellos el propio ordenamiento político contenido en la Constitución del 1940, aspecto que debe resolverse libremente entre todos los cubanos, en un plebiscito y/o una Asamblea Constituyente, que siembre las bases de la Constitución de la Nueva República.

El área económica de la Cuba futura debe estar basada en los principios asociados a la libertad económica, los mecanismos del mercado, la igualdad de oportunidades, la libre competencia, el control de los monopolios y la valorización de la meritocracia, evitando que Raúl, su familia y la de sus generales se adueñen de la economía futura. Deben ser liberadas las fuerzas del mercado, controlando sus excesos socialmente nocivos, pero dando oportunidades a la capacidad creadora de los individuos --asociados o no-- para que la responsabilidad de la economía recaiga sobre cada miembro de la sociedad sin distinción de ideologías, basado en sus talentos y capacidades y no en el gobierno de un partido burocrático que pretenda continuar monopolizándola. No es posible hacer grande a un país contando solamente con los “militantes”; la Nación debe ser de todos por igual, con oportunidades para todos por igual.

En el área social que la Nueva Cuba merece, debe existir un balance de organizaciones sociales, sindicales, profesionales y ONGs, que junto a otras Instituciones educacionales, fraternales, deportivas, entre otras, actúen independiente de los gobiernos en función de los principios de la ética, la transparencia y el beneficio social. Las actuales "organizaciones revolucionarias" deben ser suprimidas. Un factor de mucho peso en esta área es el asociado a la libertad de prensa y el papel de los medios masivos de comunicación libres dentro de la Nueva Cuba, que debería ocupar un papel de destaque en la reeducación que se hace necesaria en la Cuba del futuro.

En el área ética o moral que los cubanos merecemos, y que como el resto de las áreas sale del marxismo castrista fuertemente dañada en sus bases culturales, es necesario restaurar los padrones éticos y morales perdidos en la sociedad cubana de hoy. Como el aspecto ético y moral tiene mucho que ver con las religiones, habrá que revisar el papel de las mismas dentro de la futura sociedad, para que ayuden a restaurar los patrones de comportamiento perdidos en medio siglo de ateísmo marxista y oportunista. En este sentido, y por desgracia, la Iglesia Católica Cubana también ha sido letalmente afectada por la penetración política que el aparato de inteligencia castrista ha materializado en su seno, llegando hasta las altas esferas de la Jerarquía Católica Cubana actual y sus ayudantes-agentes del castrismo, de manera que su papel futuro estará en función de la autocritica que se haga y de la necesaria limpieza de las altas esferas actuales, penetradas por la policía política castrista.

La utilización de un modelo como el descrito, permitiría dividir y organizar los aspectos más relevantes de toda la sociedad y no solamente los aspectos políticos, que por tratarse de una dictadura, son los más perentorios al necesario oxigeno de libertad que Cuba necesita, aunque no los únicos. Señalaré a continuación algunos puntos de conflicto --para nada absolutos-- que deberán ser resueltos durante la transición. Los he agrupados según los principios generales enumerados arriba –sin orden de importancia-- en la seguridad de que todavía pueden ser enriquecidos, incorporando puntos adicionales que deben ser resueltos para la transición:

Área Política

1) Gobierno provisional? tiempo? financiamiento? leyes provisionales? carteras?

2) División política de la isla en provincias y municipios?

3) Gobierno en provincias? municipios?

4) Constituyente? elecciones? derecho de ser elegido?

5) Relaciones con Estados Unidos? España? Latinoamérica?

6) Reestructuración de las relaciones exteriores? representantes? embajadores?

7) Legalización (o no) del partido comunista? y sus militantes?

8) Disolución/disminución de las fuerzas armadas?

9) Disolución/refundación de los cuerpos represivos y de inteligencia?

10) Papel de la OEA, ONU, etc. durante la transición?

Área Económica

1) Fuente de financiamiento para la protección social de inicio?

2) Financiamiento inicial del estado?

3) Eliminación de la doble moneda? dolarización?

4) Industria de la caña de azúcar? etanol?

5) Industria del níquel?

6) Industria del turismo? traición de España?

7) Fuentes de trabajo productivo? cuales? prioridades?

8) Fábricas y negocios de la etapa castrista? privatizaciones?

9) Papel de estado en la economía? a corto, medio y largo plazo?

10) Inversiones extranjeras? prioridades? facilidades?

Área Social

1) Características de la protección social inicial? alimentos? energía?

2) Devolución de propiedades? casas? fábricas? negocios? fincas? procedimientos?

3) Estatus de los exiliados y sus familias?

4) Disolución de las "organizaciones revolucionarias"?

5) Plan de viviendas?

6) La cuestión racial? medidas de afirmación?

7) Trabajadores actualmente "internacionalistas"?

8) Revisión de planes de educación? primeria? secundaria? universitaria?

9) Sistemas de educación y salud? funcionamiento en transición?

10) Educación y salud futuras? autofinanciadas? gratis? parte y parte?

11) Reconstrucción de la base material? de la infraestructura?

Área ética o Moral

1) Justicia para personeros y represores? quienes? cómo? hasta donde?

2) Reestructuración del (Poder) sistema judicial?

3) Negocios extranjeros aliados al castrismo? sanciones? confiscación?

4) Pago de la deuda externa?

5) Reeducación ética para adultos? adolescentes? niños?

6) Papel de las religiones en la sociedad? en la reeducación?

7) Código de conducta ético para políticos actuantes?


Artículos de este autor pueden ser encontrados en http://www.cubalibredigital.com

 
La muerte de los otros PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 25 de Agosto de 2013 13:28

Por Martín Santiváñez Vivanco.-

El Leviatán tropical que el castrismo ha construido a lo largo de sesenta años exige, de manera sistemática, una cuota de sangre. La legitimidad del modelo está en función al terror que el líder y el Partido son capaces de imponer. La cuota, ese concepto que todo revolucionario convicto y confeso aprende en las “escuelas populares”, es el pago que demanda la ideología para construir aquí en la tierra el paraíso ácrata, el Edén del “hombre nuevo”, un mito apreciado por los remanentes del guevarismo. Así, el Estado regentado por los Castro, adecuando principios de la ortodoxia comunista a la realidad latinoamericana, ha seguido el viejo manual político esbozado por Marx, el hombre que escribió, en un arrebato de sinceridad radical, que lo suyo (y lo de sus discípulos) era “proferir gigantescas maldiciones”. En realidad, lo que el castrismo ha hecho con Cuba es la hoja de ruta de todos los regímenes comunistas que han sido, son y serán. Todo se legitima si con ello se construye el futuro. Siguiendo esta lógica, la sangre puede y debe ser ofrecida en holocausto si con ello se consolida la revolución.

Por eso, no sorprende que un Estado construido bajo estas premisas ideológicas totalitarias y maniqueas, haya decidido asesinar a un opositor de fuste como Oswaldo Payá. Sin logros económicos que ofrecer después de sesenta años de mesianismo y estatolatría, los Castro solo pueden mantenerse en el poder empleando en el frente interno, indistintamente, la coerción masiva o la aniquilación selectiva. Además, en el exterior, el castrismo disfruta del apoyo material de la ALBA y de la complicidad política de ese bloque que algunos analistas denominan la “nueva izquierda latinoamericana”: el lulismo del PT, el socialismo chileno de la Bachelet, la confluencia peruana de Villarán, etc. La realidad es clara: la “nueva izquierda” latinoamericana nunca ha dejado de acudir a los besamanos que periódicamente organiza La Habana.

Este es el Estado policial que ha asesinado a Oswaldo Payá después de perseguirlo durante toda su vida pública. Esta es la tiranía clásica a la que Payá se enfrentó con valentía, fe y decisión. Un despotismo que apela al miedo, al comisariato y al “juicio popular”, apoyándose en el aplauso o el silencio cómplice de sus parientes ideológicos. No es un Estado distinto a las dictaduras que edificaron muros, gulags o campos de concentración. El grado de refinamiento, la sofisticación que el instrumento de los Castro ha desarrollado en la vigilancia y la represión solo es comprensible si tomamos en cuenta el soporte internacional, el paraguas externo, la ayuda o el silencio de la comunidad global. Oswaldo Payá no solo era un obstáculo interno. Se había transformado en un referente peligroso a nivel mundial. La lógica revolucionaria, la de la cuota por el futuro, entró en juego materializándose en el asesinato narrado a El Mundo por Ángel Carromero. La existencia, la propia condición vital de un líder que predicó el mensaje de libertad, unidad y reconciliación era insoportable para un Partido que se legitima desde hace seis décadas en función al miedo y la división.

La muerte de Oswaldo Payá no es un crimen más de la dictadura castrista. Su asesinato puede y debe generar una reacción internacional que liquide la aspiración de convertir a los Castro, a punta de maquillaje, en los autores iluminados de una “democracia popular” distinta, pero tolerable.

España no debe pactar con el terrorismo de Estado. Si quiere recuperar la iniciativa a nivel regional, el gobierno tiene que denunciar las irregularidades del caso Payá, la ilegalidad del trato a Carromero y la represión dictatorial que estrangula a la oposición cubana día a día. El que guarda silencio ante la muerte de Payá es un cadáver, un cuerpo inerte para la democracia. Porque Oswaldo, el socialcristiano, encarnó siempre lo mejor de Cuba: la síntesis por encima de las divisiones, la denuncia valiente ante el foro internacional y la esperanza de un cambio real. Los otros, los que han construido a fuerza de ideología una dictadura feroz y los que callan movidos por falsos cálculos políticos, convergen en un mismo y execrable resultado: la prolongación material de un Leviatán tropical que exige en holocausto, cada cierto tiempo, la cuota de sangre de los mejores hijos de la libertad.

Opinión internacional
Jueves, 22 de agosto, 2013  - 00h08

* Investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra y Visiting Fellow de SAIS - Johns Hopkins University.

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España

 
Nuevos Retos del Castrismo a la Oposición PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Viernes, 23 de Agosto de 2013 12:35

Por Pedro Corzo.-

La dictadura cubana ha tomado en tiempos recientes varias  decisiones que repercutirán significativamente en las actividades de la oposición y en la percepción que sobre ella,  se tenga en Cuba y en el exterior.

Todas las providencias del régimen de una u otra manera han estado vinculadas a la represión y contención de la sociedad en general, y de la oposición en particular. Nada novedoso en el fondo,  pero si en la forma.

Durante años fueron mandatorios  las  fuertes sanciones a prisión, la otra alternativa, eran las condenas a muerte.  La represión fue brutal. El ciudadano fue abatido y surgió el compañero, el cordero del rebaño en que se había transformado la sociedad.

Después de décadas de brutal represión en las calles y prisiones, se produjo un quebranto cuando el paredón quedó como una espada de Damocles pendiendo sobre la cabeza de todos los cubanos.

Hace un par de años el escenario cambio sin que la represión desapareciera. Las altas condenas a los presos sin delitos,  fueron reservadas a casos específicos.

Muchos de los detenidos empezaron a ser sentenciados a pocos años de cárcel,  por los mismos actos en los que otros en el pasado habían sufrido severas condenas.

Paralelamente el régimen también instrumentó una  represión de baja intensidad que se caracteriza por breves arrestos, constante acoso, permanente intimidación, vejaciones, en particular a las mujeres,  y restricción a la libertad de movimiento. Ninguno de estos recursos es nuevo en el arsenal represivo, salvo que en la actualidad su práctica es sistemática.

Otra providencia ha sido la política migratoria que inauguró este año.

Cierto que las nuevas regulaciones afectan a todos, pero el régimen tiene la certeza de que los más beneficiados no serán los cubanos de a pie, sino aquellos individuos que tienen familiares fuera del país, o los activistas más destacados de la oposición,  para los que siempre habrá de parte de los exiliados el apoyo necesario para que puedan viajar al exterior.

El gobierno con esta nueva legislación monta un entramado complejo que demanda de la oposición de las dos orillas mucha cautela, por la simple razón que la dictadura convierte en privilegio lo que en cualquier país del mundo es un derecho inalienable.

La dictadura siempre ha procurado aislar de la población a los opositores, pero en esta ocasión refuerza los viejos métodos,  porque esa masa que ha visto con poco menos que indiferencia los abusos contra los opositores,  se resentirán contra el vecino que por  su activismo ciudadano, es reconocido fuera del país, viaja al extranjero  y regresa con bienes que ellos no poseen.

Por otra parte en el propio entablado de la oposición surgirán celos y contradicciones. La condición humana puede manifestarse de muchas maneras y no es de dudar que algún que otro Caín se deje comprar por un plato de lentejas.

Esos son algunos de los retos que enfrentaran los dirigentes de la oposición cubana cuando regresen a Cuba, por eso la modestia y sobriedad han de ser factores claves para ampliar las bases de la oposición y ser más eficiente en la lucha por la democracia.

Viajar, conocer otros parajes, otras personas y realidades, son muy importantes en la vida y mucho más para un político. La  mayoría de los opositores cubanos han estado obligados a vivir entre paréntesis, por lo que es muy importante que cuando viajen al exterior,  más aun si deciden regresar a la isla para continuar con las obligaciones que asumieron por sus convicciones, no pierdan oportunidades, y como esponjas, recojan conocimientos y experiencias para que puedan usarla y trasmitirla.

Salir de la isla prisión en una bendición para cualquiera,  porque eso incrementa las oportunidades de poder trabajar con mayor eficiencia a favor de la democracia.

Los exiliados, no todos los cubanos que viven fuera lo son, y los amigos de la causa democrática de Cuba, gracias a estas personas que viajan,  puede tener un mejor conocimiento de lo que ocurre más allá de las costas de la isla.

Ellos pueden denunciar los abusos y violaciones de los derechos humanos del régimen de los Castro con la propiedad de haber sido víctima de esas vejaciones.

El mejor testigo es quien ha presenciado un crimen y ellos tienen ese doloroso privilegio y a la vez el honroso deber de decirles en la cara a quienes incompresiblemente siguen negando la naturaleza de la dictadura cubana, la verdad.

Escucharles, debatir ideas, discutirlas, es de gran beneficio para todos, pero en particular para la democracia en Cuba, si cuando regresen siguen cumpliendo con su conciencia, a pesar de los riesgos y peligros que tal actividad encierra, podemos estar seguros que un día no muy lejano todos y cada cubano será verdaderamente libre.

--

Pedro Corzo

Periodista

Última actualización el Viernes, 23 de Agosto de 2013 12:39
 
EL “ NOSOTROS” QUE AÑORO… PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 18 de Agosto de 2013 20:17

Por Andrés Candelario.-

Hace más de cincuenta años que no puedo decir “nosotros’ cuando hablo de mi país. Regresar al “nosotros” se ha vuelto un evento impensable, la esperanza de una caricia en el vacío de la nada, una huella que se ha perdido en el oscuro callejón de los años. El “nosotros” mío fue devorado por una utopía que, al final de los tiempos, ha terminado devorándose a sí misma en su afán aterrador por sobrevivir.

Digo “nosotros” y sólo veo unas fotos amarillentas que cuelgan en un pasillo de mi casa, como el anuncio despintado de un producto en desuso, largamente desaparecido del mercado. Busco en la memoria el espacio donde forjé el primer “nosotros”, el cubículo entrañable del amor filial, el ámbito de la primera palabra y el primer asombro y me pierdo en un horizonte sin límites, desarbolado y frío.

Trato de rescatar el escenario campesino de mi niñez, el ámbito primigenio de mis aventuras montado en aquel mítico caballo de palo y sólo atisbo entre la bruma de las historias contadas, un paisaje de desolación cubierto de malezas donde antes se erguía, confortable y cálido, el viejo caserón familiar.

Cuando pienso en el  mundo escolar de mi adolescencia, el “nosotros” queda reducido a un par de septuagenarios que hace más de cinco décadas lograron carenar en Puerto Rico , luego de una  dolorosa travesía del Estrecho de la Florida.

Hoy, a uno de los dos, lo tengo frente a mi. El viejo amigo de toda la vida, el hermano de ideales, al compadre. Le miro el rostro ajado por los años y el “nosotros” explota en mis recuerdos más remotos hasta los escenarios más recientes de naturaleza patriótica, cultural o familiar, aquí en esta orilla tan parecida a la otra. ¿ Cómo fue posible haber permanecido juntos desde la adolescencia pueblerina, la juventud de las militancias cívico-religiosas, y más tarde, lejos de la patria, a lo largo de medio siglo de destierro?

Lo había invitado a almorzar después de estar un rato en su oficina de eterno ingeniero que, a lo largo de los años, se había convertido en un apiladero de recuerdos, casi todos relacionados con el “nosotros”  de marras: viejas fotos de la infancia, azafranadas por los años, antiguos recortes de periódicos alrededor de eventos importantes del exilio, libros y folletos sobre Cuba, la foto juvenil de la novia manzanillera de la época universitaria en la Habana de finales de los 50 (Hace poco celebraron su medio siglo de casados), un cuadro de “Cachita” y toda clase de carpetas y manuales de ingeniería.

En ese momento, podía haber traído los eventos personales más ínfimos del pasado que allí habría encontrado información adicional sobre los mismos y renovados comentarios jocosos, como si todo hubiera ocurrido ayer.

A veces siento que necesito recordar, no en la dura soledad de la memoria, sino en la compañía insustituible del “nosotros”…

 
Por una unidad concreta. Insistiendo sobre la transición PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Domingo, 18 de Agosto de 2013 13:15

Por Alexis Jardines.-

Del panorama castrista:

A diferencia de etapas anteriores en la historia revolucionaria, ya hoy no se puede obviar el malestar y el desinterés de la gente por el proyecto castrista. La gran ilusión se estrelló contra la realidad y nadie mejor que los dirigentes cubanos para constatarlo, de manera que estos se preparan para el cambio en las condiciones de gobernabilidad, para una sucesión y no propiamente para una transición real a la democracia. Repárese, a modo de ejemplo, en estos nada sutiles pasos de Raúl Castro:

Primero, se lleva a cabo la campaña pro Mariela Castro Espín con el propósito de atraer la opinión pública mundial y convertir a la directora del CENESEX en figura mediática, capaz de seducir a las democracias capitalistas; segundo, Mariela es catapultada sin más a la Asamblea Nacional del Poder Popular; tercero, se inicia la costosa restauración del Capitolio Nacional de La Habana como sede del órgano de poder antes mencionado; cuarto, es removido del cargo de Presidente de la Asamblea Nacional el veterano Ricardo Alarcón de Quesada. La conclusión de esta suerte de silogismo es obvia: Raúl ha puesto los ojos en su propia hija para dirigir el Parlamento cubano.

La misma lógica, aplicada retroactivamente, nos convence que nunca se pensó en el gris anciano de Machado Ventura para un cargo que lo excedía con creces como el de Vicepresidente de la nación. “Machadito” solo le hizo un favor a su entrañable amigo Raúl, a saber: ocupar el lugar hasta que Miguel Díaz-Canel Bermúdez estuviese preparado. Semejante movimiento estratégico incluía, entre otros tantos detalles, el lavado de la desacreditada imagen de dirigente partidista y su sustitución por el venerable, inocuo e ilustrado puesto de Ministro de Educación Superior. Con estas dos fichas (Mariela y Díaz-Canel) posicionadas en tales cargos, Alejandro Castro Espín ―probablemente, el hombre más poderoso de la Cuba actual― tendría grandes posibilidades de concretar sus aspiraciones políticas, aun en el caso de encontrar resistencia en el cuerpo de generales. Por este camino, el más probable de los escenarios, Cuba no iría hacia una democracia, sino hacia una dinastía nepotista. Entre lo que más le preocupa en estos momentos a Raúl Castro, a juzgar por sus intervenciones públicas, está el necesario cambio de mentalidad ―a lo Gorbachóv― que demandan sus virtuales reformas. Sin ese cambio, al parecer, sus herederos no podrían gobernar ni tampoco la Cuba revolucionaria tendría posibilidades de transformarse en el socialismo empresarial con el que sueña el actual presidente y donde sus familiares y allegados se convertirían en los “legítimos” dueños de los monopolios estatales ya en condiciones de hibridación postcomunista. Es claro que en Cuba, a diferencia de la antigua URSS, no habrá un Yeltsin, antes bien tendremos una réplica de la dinámica de poder Putin-Medvéiev, encarnada en la dupla criolla Mariela-Alejandro. Díaz-Canel podrá llegar a ser presidente, pero su tiempo de mandato ya está planificado. No obstante, como no todo se puede controlar, queda abierta la posibilidad de un pacto tras bambalinas con el enemigo por parte de algunos altos dirigentes y/o Generales que, entre otras cosas, no admitan subordinarse al benjamín.

¿Para qué se hace necesario un cambio de mentalidad a lo raulista? «…Para erradicar conceptos erróneos entre la población y los cuadros o dirigentes», ha dicho el propio Raúl. Ahora bien, para nosotros el problema surge porque los conceptos que se pretenden erradicar son, justamente, los que pudieran apostar por un proceso realmente renovador. Se trata de una operación de enmascaramiento dentro del panorama general que vengo llamando desde un inicio “maniobras”, en lugar de “reformas”. El sector inmovilista (los burócratas) según algunos ideólogos del raulismo, funciona como una nueva oposición, aunque con intereses contrarios a la disidencia política. Rafael Hernández es algo más explícito: «Se trata de burócratas que resisten la política de cambios sin enfrentárseles, pero manteniendo cortapisas y huelgas de brazos caídos, defienden sus espacios amenazados». Esteban Morales también se ha pronunciado en contra de aquellos que atentan contra las reformas, calificándolos de contrarrevolucionarios y opositores. En el sector inmovilista, según interpretación de Carlos Alzugaray, «…pueden militar burócratas junto a nuevos ricos corruptos que se beneficiaron de la incapacidad de control del anterior modelo centralizador […] También los que no están de acuerdo por razones ideológicas, que están en la sociedad civil».

De modo que en el saco de la burocracia y del sector inmovilista en general descubrimos a la parte de la sociedad cubana que justamente exige transformaciones a nivel de fundamento, reformas estructurales en lo económico y en lo político. Es sorprendente notar cómo se atreven a caracterizar de inmovilista al único sector dinámico de la sociedad: no se trata de burócratas, sino de gente emprendedora, de activistas y opositores políticos que arriesgan sus vidas por cambios reales.

En este contexto de enmascaramiento hay que entender el novísimo concepto de oposición leal (al régimen, se entiende) enarbolado no solo por los ideólogos del raulismo, sino por los grupos de apoyo como CAFE y Espacio Laical. Arturo López-Levy se pronuncia por una oposición semejante, cuyo rasgo característico sería no solo la lealtad, sino el estar dentro del sistema. Rafael Hernández, por su parte, considera que esta oposición ya existe. Sin embargo, ni la inventada oposición leal, ni la retórica antinorteamericana, patriotera y nacionalista de Espacio Laical, López-Levy, Chaguaceda et. al., tienen la más mínima posibilidad de prender en un pueblo que no le interesa la soberanía del [jefe de] Estado en una época transnacional, mucho menos el socialismo en cualquiera de sus variantes, sino el sagrado concepto de libertades individuales, único capaz de hacer culto a la dignidad plena del hombre real y concreto.

Del panorama opositor

Guillermo Fariñas ha sorprendido con unas extravagantes declaraciones en el exterior según las cuales dos facciones pugnarían por el poder dentro del generalato cubano. La primera encabezada por el General de cuerpo de ejército Álvaro López Miera; la segunda, por el General de división Antonio Enrique Lussón. Supuestamente, los seguidores de Lussón tendrían las manos manchadas de sangre, según el dato descalificador de Coco Fariñas. Es difícil dar crédito a semejante escenario, aunque sea por el solo hecho que corre parejamente la leyenda acerca de las FAR como la inmaculada institución que ha permanecido ajena a los hechos sangrientos, de los cuales se culpa exclusivamente al MININT. Por otra parte, hay que decir que la sangre está igualmente repartida entre las manos de todos los altos mandos del Ejército y del Ministerio del Interior. Sin órdenes que provengan de la cúpula no hay ejecuciones de ningún tipo. Y esa cúpula militar está compuesta, ante todo, por los Generales de Cuerpo de Ejército y los más sobresalientes Generales de División, entre los cuales ―dicho sea de paso― no está el octogenario Antonio Enrique Lussón Battle. No siendo Lussón de los pesos pesados del generalato cubano, no parece creíble que pueda encabezar una facción capaz de hacerle oposición a Álvaro López Miera.

Fariñas también ha declarado ―al recoger el Premio Sájarov― y refiriéndose ya a la oposición, lo siguiente:

«Nosotros somos el cambio».

Esta afirmación proviene de la convicción de la oposición interna de representar «el poder de un pueblo que no se resigna a vivir sin libertad». Pero la realidad es bien distinta de los anhelos del emblemático disidente. En la Isla sigue latente un vacío entre el cubano de a pie y la oposición. Tampoco logra conectar esta última con el importante sector profesional, particularmente con el gremio de los académicos e intelectuales. La carencia de ideas es crónica entre los opositores y el bajo nivel cultural parece ser predominante en su membresía, lo cual la hace prescindible ante un sector tan necesario para la transición hacia la democracia. Los intelectuales cubanos no por ser oficialistas están con el régimen y, al propio tiempo, no creen que la oposición interna les pueda dar lecciones en ningún sentido.

La misma situación podría extenderse a círculos más amplios. El verdadero factor de cambio en Cuba ―o, si se prefiere, el verdadero potencial pro transición― no está en la oposición, sino en la floreciente clase media y en el todavía incipiente entramado de la sociedad civil. Hay que reconocer que la clase media cubana, a la que han escalado recientemente parte de los llamados cuentapropistas, no ha conectado con la oposición no solo por temor a la represión, sino porque no lo ha creído necesario para entender la realidad política del país, tampoco para trazarse una estrategia de supervivencia. Desde esta perspectiva, se siente intelectualmente superior y políticamente más enfocada que los “defensores de los derechos humanos”. Esta realidad podría modificarse a medida que se vaya acercando el inevitable fin del régimen, pero la tendencia sería en todo caso a cambiar el sistema desde dentro, no solo con la pretensión de conservar el estatus sino también de palear las consecuencias que acarrearía tan dilatado compromiso con la dictadura. Así, pues, sin tejido social y una masa crítica verdaderamente influyente, no se adelantará un paso por la vía de la transición. Es justamente la clase media la que inclinará la balanza a favor del gobierno o de la  oposición. Así, pues, quien atraiga su atención sacará la mejor parte de esta puja política.

Una de las grandes carencias de la actividad opositora en Cuba, se sabe,  es la unidad. Sin embargo, se ha tratado este asunto de una manera ingenua, casi escolar. Es una obviedad pedirle unidad a uno o varios grupos que luchan por un interés común y la sola unidad, se puede estar seguro, no resolverá el problema. De hecho puede empeorarlo, toda vez que una oposición unida resulta más vulnerable a los mecanismos de control y represión. La unidad de objetivo es necesaria a los efectos de un programa de gobierno y para la gobernabilidad misma. Pero no debe confundirse con las fusiones, que suelen ser peligrosas cuando no hay las garantías democráticas mínimas. En condiciones de totalitarismo, la oposición debe antes bien diversificarse hasta el punto de resultar incontrolable. Así, pues, el problema es más bien hegeliano: ante una unidad monolítica y la falta de objetivo lo que se necesita es la unidad en la diversidad, es decir, una unidad concreta. Es a través de la diversidad de proyectos opositores que se puede llegar a la unidad de acción y no a la inversa.

El otro problema grave es el del liderazgo. A todos se nos hace claro que no necesitamos caudillos, pero queremos verdaderos líderes. En mi opinión, la idea de trabajar en equipo parece ser la más recomendable en estos casos. Un equipo de trabajo es siempre un terreno fértil del que pudiera brotar un líder, pero nunca un caudillo (que se alimenta de las carencias de la “masa”, generalmente un conglomerado amorfo intelectual y materialmente ruinoso). En cualquier caso, ante la alternativa caudillo/líder, me inclino por un equipo de trabajo verdaderamente competente.

Del panorama exiliado

El mayor reto de la oposición en la actualidad es, paradójicamente, arreglárselas con una eventual flexibilización de las medidas raulistas. A la pregunta de si la oposición puede, o no, capitalizar los viajes al extranjero que permiten las reformas de las leyes migratorias cubanas hay que contestar afirmativamente. Y no solo puede, sino que tiene que hacerlo. Pero todo ello no es suficiente, la jugada de Raúl al permitir la libertad de movimiento en el país ha puesto la pelota del otro lado de la cancha. ¿Está realmente preparada la oposición interna para asumir cambios de tal magnitud? Es obvio que la lucha ya no es ni será de barricada y que los días épicos de la resistencia interna han quedado atrás. Necesitamos una oposición capaz de tomar las riendas del Estado y liderar el país. ¿Tenemos ese capital humano? ¿Contamos con una estructura de gobernabilidad, un programa, un entramado político y jurídico capaz de llenar el vacío que eventualmente dejaría la nomenklatura unipartidista o necesitamos, a pesar de todo, que el propio Raúl fertilice el terreno de la transición con el empresariado socialista? ¿Puede la oposición en el poder controlar el narcotráfico, las fronteras, la corrupción? Por último,  aunque no menos importante: ¿hay dinero para enfrentar las campañas de los castristas y comunistas en unas eventuales elecciones libres y en una futura revitalización de la economía del país? El futuro de Cuba a mediano plazo ―tanto desde la perspectiva del actual gobierno como de la oposición― está, en muy buena medida, en manos de su exilio. En eso el cubano de a pie no se equivoca. En el imaginario del cubano la solución de todos los problemas vendrá de Miami (como genéricamente caracteriza a la diáspora).

Y este es, a mi modo de ver, el punto de inflexión de la actividad opositora, a saber: cómo se imbrican en lo adelante el exilio y la oposición interna de tal modo que el cambio de mentalidad signifique, ante todo, el fin de la lógica binaria de lo interno y lo externo, de las figuras del “cubano de adentro” y del “cubano de afuera”, para lo cual no es suficiente con reconocer, en un plano discursivo (como también lo hacen los castristas) que no hay diferencias entre nosotros; que somos iguales, etc. Es algo más: somos un solo e indivisible cubano y ese único cubano debe exigir su derecho a ejercer el voto y a influir en el presente y el futuro político de su país no importa en qué lugar del planeta se encuentre o resida. En el propio exilio se oye hablar de los cubanos de la Isla y de los cubanos de Miami, como si el cubano ―aun viviendo en Alaska― no fuera de Cuba. Se trata, para la oposición y el propio exilio, no solo de un problema político, sino conceptual. Antonio Rodiles ha promovido la idea de una sociedad civil transnacional. No decimos que la patria es de todos, lo cual es una declaración de jure; decimos que todos, juntos, hacemos la nación cubana, lo cual es ya una declaración de facto. Las condiciones están dadas. El exilio y la diáspora toda deben entrar al ruedo a discutir los problemas del país; deben exigir su participación no solo por una cuestión de derecho, sino porque su dinero cuenta y porque tienen dentro de la Isla la fuerza moral que una oposición y una disidencia pálidas, pero persistentes, «les ganaron de pie».

Así, pues, el problema de la oposición interna es hoy el problema de la transición a la democracia, pero de una transición que solo es posible si involucra a todos los cubanos (es decir, al cubano a secas, viva donde viva). Y en este sentido es bueno ir deshaciendo un prejuicio que viene dominando las mentes de los cubanos anticastristas de todas las épocas: la anhelada unidad de la oposición es una pobre estrategia, quien debe unirse ―en torno a un objetivo común y no ya fundiéndose al estilo corporativo― es el exilio en tanto la oposición se diversifica porque, al fin y al cabo, quien protagonizará los cambios será la clase media de la Isla, mientras exilio y oposición ―articulados transnacionalmente― deben pujar por capitalizar ese sector y porque su representatividad, en unas eventuales elecciones libres, sea reconocida. De vital importancia es, por consiguiente, que los opositores se preocupen por conectar los sectores críticos y contestatarios de los profesionales (científicos, médicos, profesores universitarios, intelectuales, artistas) con el cubano de a pie y con la propia disidencia. Este será el escenario más probable en términos de expansión de la sociedad civil y del correlativo constreñimiento del Estado totalitario. Estemos, pues, alertas para no confundir sucesión con transición; aprendamos a vernos a nosotros mismos como cubanos a secas y exijamos los plenos derechos políticos más allá del “dentro” y del “fuera”; admitamos que para la transición es tan necesario el capital humano disperso por las instituciones del Estado como el dinero, las habilidades y el conocimiento de aquellos que han tenido que crecer lejos ―aunque no fuera― de su patria.

14 de agosto de 2013

 
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