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Artigos: Cuba
La Cuba de Raúl y la Hoja de Ruta china PDF Imprimir E-mail
Escrito por Tomado de INFOBAE   
Lunes, 16 de Mayo de 2011 13:40

Por Jorge Hernández Fonseca

Es una verdadera tristeza para los cubanos contemplar como el futuro de Cuba se delinea a partir del criterio de quienes han hundido la isla en el fondo de un abismo, deportando, fusilando y encarcelando a lo mejor de la sociedad cubana de los últimos 50 años.


La Cuba de Raúl y la “Hoja de Ruta” china

Jorge Hernández Fonseca


15 de Mayo de 2011


Se especula en medios académicos que los “cambios” que patrocina Raúl van en la misma dirección que los efectuados antes en China. A pesar de las diferencias entre ambos países --y sobre todo-- de ambas economías, Cuba y China tienen en común el punto de partida para efectuar los cambios: el marxismo. Esto nos da una pista de cuál sería su futuro y de cuales serían las probables etapas a ser recorridas en este camino iniciado por el raulato, que no solamente implicará mejoras económicas, sino también en los traumas sucesorios de un gobierno ilegítimo que ha declarado: “lo que tomamos por la fuerza, por la fuerza tienen que quitárnoslo”. Resulta interesante estudiar el contexto en el que Raúl promueve sus cambios.


El presidente norteamericano Barack Obama --envuelto en el inicio de una campaña para su reelección-- acaba de calificar de “insuficientes” los cambios patrocinados por Raúl. Sin embargo, este calificativo incluyó algunas consideraciones de las que se desprende que el ejecutivo estadounidense espera mejores momentos para “retomar” las relaciones con la isla.


Efectivamente, ni Europa (léase España) ni Estados Unidos --por razones diferentes-- quieren ahora un cambio de gobierno en Cuba, aunque desearían un mayor respeto por los Derechos Humanos, mejora democrática en los asuntos del gobierno, así como mayores libertades civiles, pero sin traumas que afecten el estatus migratorio actual con EUA, o los negocios con España.


Europa en general –y España en particular-- atraviesan un momento complicado desde el punto de vista económico. Cualquier movimiento en Cuba que implique la pérdida de los intereses españoles en la isla --actualmente en sociedad con los hermanos Castro-- agravaría la precaria situación económica ibérica, cosa poco conveniente para los Estados Unidos, también en situación de recuperación económico-financiera, porque de alguna manera la retomada europea forma parte de los planes de recuperación norteamericana, por su fuerte relación comercial.


Con relación a China y sus cambios, igual que hizo Raúl ahora, juró que los mismos se restringirían a la esfera económica, y solamente en aquellos campos en los que no pudiera afectar la “conciencia comunista” de su sociedad. En realidad China ha atravesado tres grandes etapas desde entonces: primero, introdujo reformas tímidas en los sectores económicos que no consideraba ‘estratégicos’; segundo, admitió plenamente el capitalismo en toda su economía y tercero, admitió a los capitalistas dentro del partido, renunciando al marxismo. Cada una de las etapas ha sido producto de los éxitos de la etapa anterior, que no fueron programadas de esa manera. Hoy día China planea enfoques democráticos dentro de sus estructuras de gobierno.


El futuro de los cambios en la isla pudiera seguir el mismo patrón chino, aunque es importante analizar algunas características diferenciales. En China, el empeño para mantener el gobierno en manos del actual partido tiene bases asociadas a la importancia que China tiene hoy en el concierto de las naciones y no es basado en preceptos marxistas, ya derrotados. En Cuba, las razones que se argumentan para mantener el poder en manos del partido comunista están fuertemente relacionadas con los postulados marxistas-leninistas (el “retroceso al pasado”) y de un enfermizo sentimiento anti-norteamericano que ya la población cubana actual no comparte.


Otra diferencia importante en la dinámica que seguirá la sociedad cubana actual, comparándola con la china, es que en el caso asiático el peso de la oposición política a la dictadura quedó focalizado en la isla de Taiwán, sin representantes internos de peso. En Cuba, con más de 20% de la población exiliada y con una representación opositora notable dentro de la isla, renacida ahora con el martirologio de Orlando Zapata primero y de Juan Wilfredo Soto recientemente.


Las exiguas perspectivas de desarrollo dentro de los cambios implantados por Raúl ahora, tomará un impulso a la muerte de Fidel, tal y como sucedió en China a la muerte de Mao. Sin embargo, la lucha por el poder entre las distintas facciones chinas posteriores a la desaparición física del “gran timonel” --que pudieron ser sorteadas en el gigante asiático de manera poco traumática-- tendrá una dinámica diferente en Cuba. La lucha por el poder en la isla tendrá más posibilidades de convertirse en una guerra civil entre facciones, de imprevisibles consecuencias.


Los grupos principales en lucha por el poder dentro de Cuba no representan más que cultos a las personalidades de sus líderes. No hay como en China las pugnas entre los que representan los intereses de los capitalistas emergentes y su clase media empresarial, y los que representan los intereses de los millones de campesinos miserables procedentes del interior del país, usados como mano de obra barata dentro de las grandes ciudades ahora industrializadas.


La lucha en Cuba será de los hombres de Raúl contra los hombres de Fidel, lucha que ya comenzó con las bajas a lo largo de estos años de los jóvenes (y viejos) reclutados por el mayor de los Castro con el objetivo de substituirlo. Los hombres de Raúl han actuado de manera radical y no se espera que hagan menos cuando el mayor de los Castro haga mutis definitivo del panorama político cubano. Si en China fue relativamente fácil neutralizar a “la banda de los cuatro”, en Cuba las cosas pueden tomar un cariz que llevaría a la ingobernabilidad.


Sin embargo, si bien es verdad que a la muerte de Fidel pudiera pensarse en una situación más o menos caótica, también es real que la larga enfermedad del mayor de los Castro ha posibilitado a Raúl tomar posiciones de manera efectiva en todo este tiempo, lo que pudiera sortear este momento a favor suyo y sin mayores traumas. No obstante, a la muerte de Raúl, por las condiciones de su sucesión, sí que sería inevitable una catástrofe entre los muchos pretendientes a sucederle.


El gran reformador de la sociedad china, Deng Tsiao Ping, supo imponer un mecanismo administrativo eficiente en la alta dirección del partido, del cual surgieron secretarios generales eficientes y poco endiosados, que se sucedieron de manera efectiva sin traumas políticos o deseos de retorno. Raúl hasta ahora no ha procedido de igual manera. Por lo que se percibe, además de sus seguidores incondicionales, los generales de su ejército, no hay señalización más que hacia la vieja guardia “de la sierra”, cosa que podría estar siendo impuesta por Fidel. Por otro lado, Raúl nunca tuvo dotes de gran reformador y no va a ser ahora que los descubra.


Desde el punto de vista internacional, EUA no quiere cambios drásticos que creen en Cuba un vacío de poder por miedo a una ola migratoria y/o a la toma de posiciones del narcotráfico en la isla. España por su parte rechaza cualquier cambio que implique poner en peligros sus intereses económicos (turísticos) compartidos en sociedad con los hermanos Castro.


Asemejando a lo sucedido en China, pudiera esperarse estabilidad dentro de la isla con cierta mejora económica hasta la muerte de Fidel, cuando habrá traumas más o menos serios. En secuencia, si la muerte de Raúl se produce en un plazo corto después de faltar Fidel, ahí sí pudiera sellarse una crisis que decretaría el fin de la dictadura, quiera EUA o no, quiéralo España y/o la Unión Europea o no, con la probable intervención de fuerzas “de paz” extranjeras.


Es una verdadera tristeza para los cubanos contemplar como el futuro de Cuba se delinea a partir del criterio de quienes han hundido la isla en el fondo de un abismo, deportando, fusilando y encarcelando a lo mejor de la sociedad cubana de los últimos 50 años. Pero es más triste todavía contemplar como nuestros aliados democráticos naturales (EUA y España) nos dan la espalda en este postrer momento por razones asociadas a sus (legítimos?) intereses pero que ahora nos sitúan en lados opuestos de la lucha política dentro e la isla, porque el castrismo en cualquiera de sus formas, es inaceptable para cualquier cubano digno que se respete.


Artículos de este autor pueden ser consultados en http://www.cubalibredigital.com

Última actualización el Lunes, 23 de Abril de 2012 19:37
 
Obama se mudó a Miami PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Domingo, 15 de Mayo de 2011 18:11

Por HUBER MATOS ARALUCE

Las recientes declaraciones del presidente Barak Obama  sobre los cambios que tendrían que hacerse Cuba para que su gobierno normalice las relaciones con el castrista son lógicas.  Prueban que Obama ya está en campaña electoral.  Es el mensaje que él cree que quieren oír los votantes cubanoamericanos.

 

¿Y que propone Obama?: esperar

¿Por qué?: porque a él le conviene.

 

Obama tiene la actitud de la “Calendas griegas”, la espera eterna. Ha declarado que: “Para que tengamos el tipo de relaciones normales que tenemos con otros países debemos ver cambios significativos de parte del gobierno cubano y no hemos visto eso hasta ahora”… “Le daría la bienvenida a un cambio real de parte del gobierno de Cuba”.

Pasará el tiempo de aquí hasta la reelección y Obama seguirá esperando por la decisión de Raúl Castro, como lo ha hecho desde que llegó a la Casa Blanca.  Si Raúl hace reformas bien y si no las hace hay que tener paciencia. Esperar es menos riesgoso que ayudar a los que luchan para que las cosas pasen.

 

Obama no quiere conflictos con Raúl Castro en este periodo preelectoral en los Estados Unidos.  No le convienen disturbios entre el pueblo cubano y la tiranía.  Si el pueblo cubano se tira a las calles, puede haber  muertos y heridos.  Si Obama no los apoya como hizo en Egipto o en Libia, le costará muchos votos en la Florida.  Un estado muy importante en las elecciones presidenciales.

 

Si en el caso de una revuelta en Cuba Obama apoya al pueblo tendría que estar dispuesto a  tomar una acción.  Esto le costaría votos entre los estadounidenses que no quieren que su país se involucre en ningún otro conflicto.   Además, tendría que enfrentar las acusaciones de Hugo Chávez, Ortega, Evo, Cristina, Lula y quien sabe quien más en Latinoamérica.

 

No podemos olvidar que la tiranía castrista tiene a un rehén estadounidense, el Ingeniero Alan Gross.  Una ficha que la dictadura puede usar para obligar a Obama y a su gobierno a portarse bien o para otras cosas.

 

Por todas estas razones en los próximos dos años, lo que el gobierno de Obama quiere en Cuba es paz.   Hará todo lo necesario para que así sea.  Los Estados Unidos no van a ayudar a ningún grupo cubano que pueda crear una situación explosiva en Cuba.  Ningún grupo o todos los grupos, unidos o divididos, tendrán ayuda verdadera.  Quizás apoye a quien se comprometa a no crear problemas y de esa forma parezca que hace lo que no quiere hacer y no está haciendo.

 

Pero no esperemos que se le permita a Carlos Alberto Montaner y a Huber Matos tener un programa en Radio Martí desde el cual le hablen al pueblo cubano y lo hagan sentir que tiene futuro si reclama sus derechos. Eso no pasará.

 

Obama no es indiferente a los sufrimientos del pueblo cubano y a las necesidades de la oposición.  Es un presidente estadounidense en periodo de reelección.   Los cubanoamericanos tienen la palabra.  La palabra y el voto.  Hay que valorar su mensaje con sus acciones pasadas y lo que ahora propone.

 
Cuba: Ayer, hoy y mañana (III) PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Jueves, 12 de Mayo de 2011 11:12

Por HUBER MATOS ARALUCE

“madre…piensa que nacen entre espinas flores”

 

Podemos resumir la historia de la lucha de los cubanos demócratas contra el castrismo  con un refrán chocante pero certero.  Los cubanos han sido el “mono amarrado contra el tigre suelto”.  El resultado de esta situación durante medio siglo de tiranía totalitaria ha sido sicológicamente devastador.

 

Primero los golpeó Fidel Castro con la traición a los ideales democráticos de la revolución cubana, apoyándose en todo el respaldo del imperio soviético.  El objetivo inmediato del comunismo castrista fue destruir la sociedad civil.  Esta se había ido forjando por varias generaciones de cubanos idealistas guiados por el pensamiento de José Martí.  La temática de la guerra de clases sustituyó la Cuba de “con todos y para el bien de todos”.  El plan se llevó a cabo al tambor de la propaganda,  del odio, de los fusilamientos, de la prisión y del éxodo.

 

En esa primera etapa del conflicto (en 1961) una mini invasión de cubanos demócratas fue enviada a Cuba por los Estados Unidos y abandonada a su suerte en una playa de la costa sur.  Como consecuencia de aquel fracaso la oposición democrática dentro y fuera de la isla quedó desmoralizada y desorganizada.  Los Estados Unidos le dieron a la tiranía una victoria que consolidó su poder en Cuba.   Los fidelistas quisieron creerse que habían derrotado al poder del imperialismo yanqui.

 

Luego, durante cinco décadas,  la falta de solidaridad de las naciones democráticas, más la favorable actitud hacia el castrismo de la prensa internacional y de buena parte de la intelectualidad mundial, debilitaron sin  tregua la moral de los demócratas cubanos.  Cuando algún grupo de cubanos demócratas logró apoyo de algún país, Washington lo toleró mientras no se le fuera de control en su influencia en los acontecimientos en Cuba. Fue el caso del CID.

 

Los que siguieron al castrismo en su proyecto marxista-leninista también terminaron frustrados.   Ante los fracasos del sistema fueron poco a poco apartándose con amargura.   Habían perdido lo mejor de sus vidas luchando por un espejismo inalcanzable.  En el proceso habían atropellado a muchos de sus compatriotas.  Su vieja militancia castrista los hacía sentir en un callejón sin salida.  La dictadura se encargó de alimentar ese miedo.

 

Mientras tanto, la nueva generación de cubanos crecía distante de un sistema político que no le daba oportunidades ni espacios.  Este sector de la población se mantuvo alejado de la oposición.  El precio de involucrarse en ella se pagaba con represión.  Además, no veían ninguna posibilidad tangible de victoria. El “hombre nuevo” de la revolución fue un producto apolítico, sin ilusiones de futuro en su país. Para ellos Cuba es un cementerio.  Si no huyes, te entierran en él.

 

Este coctel de factores negativos contribuyó a que un pueblo trabajador, alegre y confiado, que ama su patria y su historia, perdiera  la fe en su destino.  La esperanza quedó en las manos de una minoría de demócratas de la oposición en la isla y en el exilio.

 

A la dictadura no le fue mejor.  El pueblo aceptaba el yugo y la propaganda, marchaba en los desfiles y agitaba banderitas, pero no trabajaba.  Su sueño era huir del paraíso socialista.  Mientras tanto participaba, como los miembros de la nomenclatura, en la repartición de los bienes del Estado y de la subvención  extranjera que era el verdadero motor del sistema.

 

Hace algunos años para Cuba todo parecía perdido. Entonces el escenario político castrista comenzó a cambiar y un rayo de esperanza apareció.

 

José Martí tenía razón cuando muy joven, desde presidio, consolaba a su madre escribiéndole: “madre…piensa que nacen entre espinas flores”.

Continuará…

Mírame, madre, y por tu amor no llores:

Si esclavo de mi edad y mis doctrinas,

Tu mártir corazón llené de espinas,

Piensa que nacen entre espinas flores.

José Martí

Presidio, 28 de agosto de 1870

 

 
Yoani Sánchez: La crónica que no fue PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Domingo, 08 de Mayo de 2011 22:07

Por Yoani Sánchez

Hoy iba a publicar un texto sobre el Día de las Madres, una breve viñeta donde contaba que a mi mamá le huelen las manos a cebolla, ajo y comino… por todo el tiempo que se pasa en la cocina. Tenía la idea de narrarles el gozo que me daba verla llegar a la puerta de mi preuniversitario en el campo, llevando los alimentos que le habían costado toda una semana –y grandes esfuerzos– conseguir. Pero justo cuando daba los últimos retoques a mi pequeña crónica maternal, ocurrió la muerte de Juan Wilfredo Soto en Santa Clara y todo dejó de tener sentido.

Las tonfas de los policías tienen sed de espaldas por estos lares. La violencia creciente de los uniformados es algo que se murmura en voz baja y muchos describen con detalles sin atreverse a denunciarla en público. Quienes hemos estado alguna vez en un calabozo, sabemos bien que una cosa es la propaganda edulcorada de “Policía, policía tu eres mi amigo” que repite la tele y otra la impunidad de la que gozan estos individuos con placa. Si encima de eso, el detenido tiene ideas diferentes a la ideología imperante, entonces el tratamiento será aún más duro. Los puños querrán convencerlo, ya que los escasos argumentos no lo lograrán.

No sé cómo las autoridades de mi país lo van a explicar, pero dudo que logren persuadirnos de que esta vez la culpa no ha sido de los policías. No hay manera de entender que un hombre desarmado, sentado en un céntrico parque pueda representar una gran amenaza. Lo que ocurre es que cuando se azuza la intolerancia, se alimenta el irrespeto al ciudadano y se le da luz verde a los cuerpos policiales, ocurren estas tragedias. Como la de hoy, en que una madre en Santa Clara no está sentada a la mesa que le han preparado sus retoños, sino en el oscuro salón de una funeraria velando el cuerpo de su hijo.

La Habana/Generación Y

Read more: http://www.elnuevoherald.com/2011/05/08/937582/la-cronica-que-no-fue.html#ixzz1Lnh4rSue

Última actualización el Miércoles, 11 de Mayo de 2011 12:00
 
La segunda muerte de Bin Laden PDF Imprimir E-mail
Escrito por Fuente indicada en la materia   
Domingo, 08 de Mayo de 2011 18:09

Por Jorge Hernández Fonseca

La segunda muerte de Bin Laden --ésta reciente-- a manos de un comando estadounidense que hizo estallar su cerebro con un plomo fabricado en un taller norteamericano --quien sabe si cerca de lugar donde ordenó asesinar miles de hombres, mujeres y niños inocentes-- decreta, desde mi personal punto de vista, el entierro definitivo de la ideología que Bin Laden preconizaba contra occidente. Ningún ciudadano occidental que no profesara el islamismo se unió a Al Qaeda, porque los valores que esa organización terrorista pretendía implantar contradicen los valores que han permitido a occidente el grado de libertad y desarrollo actual.

La segunda muerte de Bin Laden

Jorge Hernández Fonseca

8 de Mayo de 2011

Terminó una cacería que comenzó hace casi diez años. Estados Unidos --herido en lo profundo de su sociedad civil-- ajustició finalmente al hombre que, por odio fundamentalista, mandó a matar más de 3 mil hombres, mujeres y niños inocentes en los fatídicos acontecimientos que se sucedieron el 11 de Septiembre del 2001 en Norteamérica y que provocaron dos sangrientas guerras que duran hasta hoy.

El conflicto terrorista liderado por Bin Laden contra Estados Unidos tiene una base netamente religiosa, aunque se intente decir lo contrario para atenuar el impacto. El terrorista saudita fundó una organización militar internacional conformada exclusivamente por musulmanes (aunque hay en su seno muchos musulmanes no árabes, no hay un solo cristiano, hebreo o budista en Al Qaeda) para librar lo que la religión musulmana llama de “yihad”, que no es más que una “guerra santa” de origen religioso. Más que contra EUA, el odio que destiló Bin Laden y su organización era contra los valores que representa la Civilización Occidental. Por eso Al Qaeda también atacó países de Europa, como parte de su plan para recuperar el “califato de Córdoba”, implantado en la Edad Media temprana durante la expansión musulmana, para reimplantar allí el fundamentalismo religioso –otra vez-- precisamente en la cuna de la Civilización Occidental.

La muerte violenta de Bin Laden (tan violenta como sus actos contra Occidente) tiene varias dimensiones: La faceta relacionada con el descabezamiento de su organización terrorista, que se valora de poco peso relativo ahora, en función de que ya Al Qaeda actúa más como células independientes que como una organización monolítica. Tiene la dimensión simbólica, que sin dudas asesta un golpe demoledor a la estructura semiótica de la lucha del islamismo extremista contra la cultura occidental de los “infieles”, que basó sus ataques precisamente en los elementos más simbólicos de Occidente. Y tiene también la dimensión “justicia”, relacionada con la deuda que Bin Laden tenía con Occidente en general --y con EUA en particular-- sobre cuya conciencia pesaban más de 4 mil inocentes asesinados en EUA, Europa, Asia y África.

El contexto actual sin embargo, en el que Bin Laden fue eliminado recientemente dista mucho de las circunstancias existentes cuando el 11 de Septiembre de 2001. El terrorismo de Bin Laden se centró en combatir valores occidentales considerados por él y sus seguidores como sacrilegios, propio de “infieles” y que implicaban el alejamiento de aquella religión que las cerradas sociedades musulmanas imponen de manera radical a sus ciudadanos y donde el culto religioso forma parte indisoluble de la sociedad civil, de la política y de la vida militar. Según esta concepción, la religión está por encima del hombre, de la sociedad y del estado.

Bin Laden se equivocó doblemente al iniciar su “guerra santa” contra los valores occidentales: Se equivocó en primer lugar porque la historia europea demuestra que el fundamentalismo religioso, sea este de origen cristiano (como lo fue el fundamentalismo cristiano durante la Edad Media europea con su “santa --otra vez ‘santa’-- inquisición”), o sea éste de origen musulmán, como el preconizado por Bin Laden. Ambos son estadios primarios de una religión en vías de modernizarse con los valores universales del iluminismo progresista: separación de la religión por un lado y la sociedad civil por otro (laicismo), democracia, libertad, igualdad y fraternidad.

Se equivocó en segundo lugar porque en vez de tratar imponer a Occidente --a sangre y fuego-- los viejos valores fundamentalistas de la religión musulmana, ha sido el avance ideológico de esa religión lo que ahora se impone en esas sociedades (tunecina, egipcia, yemenita, siria y un largo etcétera) abrazando algún tipo de “iluminismo musulmán” que separe la sociedad civil de la religiosa --actualmente fundidas-- y absorba los valores universales de libertad de conciencia, libertad social e igualdad para sus mujeres y democracia política para todos.

Las revoluciones que ahora se suceden en incontenible catarata en Túnez, Egipto, Libia, Siria, Irán, Yemen, Emiratos Árabes, Marruecos, Argelia, entre otros países musulmanes, que incluye (o incluirá futuramente) a todas las sociedades musulmanas --sean árabes o no-- demuestra que la historia nunca marcha hacia peores épocas, como preconizaba erróneamente Bin Laden, sino que avanza hacia el progreso ideológico, el crecimiento, la libertad y la democracia.

Las primaveras libertarias a las que asistimos en el mundo musulmán (es en el mundo musulmán y no en el mundo árabe solamente, porque los reclamos llegaron con fuerza a Irán, que no es un país árabe, es un país persa) son el equivalente al iluminismo occidental del Renacimiento, y significa el despertar de la cerrada sociedad musulmana a los valores que 5 siglos antes adoptó occidente, creando su cultura de desarrollo actual, en la cual la religión juega un papel importante, pero no se impone al ser humano, centro del iluminismo.

Las revoluciones del mundo musulmán son la demostración más patente de que la juventud de los países oprimidos por una ideología religiosa --que ahorca homosexuales y lapida mujeres-- está en franco retroceso. Son los jóvenes los que claman por valores adoptados antes por la cultura occidental (no porque occidente es mejor o peor, sino porque el iluminismo creó, basado en la libertad de conciencia individual, la ciencia y la tecnología, herramientas insustituibles en la lucha del hombre en su medio, lo que se constituye en un valor universal, casi antropológico).

La primavera musulmana a la que asistimos actualmente es realmente la derrota de las ideas retrógradas defendida por Bin Laden y se constituyó sin dudas en su muerte ideológica. Muerte decretada por la misma juventud que supuestamente debería seguirlo en su cruzada contra los valores del mundo occidental, pero que en realidad ahora son reclamados a gritos, sangre y fuego, en las calles de El Cairo, Argel y Damasco, entre otras tantas ciudades musulmanas.

Esta primera muerte de Bin Laden y su ideología no fue preparada por la CIA o el Pentágono. Fue cocinada con el mismo condimento intelectual con fue cocido el iluminismo occidental 5 siglos atrás y seguramente culminará con el triunfo de las posiciones progresistas en las sociedades musulmanas ahora oprimidas por principios rechazados de plano por su juventud.

No se trata de la derrota de la religión islámica. Se trata de la derrota del fundamentalismo musulmán que envía hombres bombas a asesinar otros hombres inocentes, mujeres y niños, para convertirse en una religión verdaderamente de paz, progreso y bienestar, muy lejos de la opresión que significa la aplicación de leyes medievales que lapidan ahorcan y mutilan. Es el mismo proceso que 5 siglos atrás sufriera el fundamentalismo cristiano a manos del iluminismo.

La segunda muerte de Bin Laden --ésta reciente-- a manos de un comando estadounidense que hizo estallar su cerebro con un plomo fabricado en un taller norteamericano --quien sabe si cerca de lugar donde ordenó asesinar miles de hombres, mujeres y niños inocentes-- decreta, desde mi personal punto de vista, el entierro definitivo de la ideología que Bin Laden preconizaba contra occidente. Ningún ciudadano occidental que no profesara el islamismo se unió a Al Qaeda, porque los valores que esa organización terrorista pretendía implantar contradicen los valores que han permitido a occidente el grado de libertad y desarrollo actual.

Si la muerte de Bin Laden hubiera ocurrido diez años antes, asociada al inicio de la guerra que EUA inició en Afganistán, es posible que el sentimiento de justicia en occidente hubiera sido más pleno, porque la barbarie que provocó estaba más presente. Sin embargo, entonces no estaba maduro el sentimiento de la juventud musulmana abrazando los valores universales del iluminismo, que previamente habían sido adoptados en el mundo occidental 5 siglos antes, pero que en realidad son propios de la naturaleza humana: la libertad de conciencia individual que ahora el mundo musulmán reclama en sus calles. Su muerte entonces hubiera enviado a la juventud musulmana un mensaje simbólico equivocado, asociado a un “martirologio heroico” y quién sabe si este despertar musulmán actual a los valores iluministas hubiera sido retardado.

La segunda muerte de Bin Laden cierra de manera definitiva una era en la cual el fundamentalismo religioso musulmán se resistía a desaparecer --insistiendo en los métodos terroristas-- y tira del escenario un personaje sangriento, ya derrotado ideológicamente precisamente por la juventud musulmana a la que antes convocara, pero que podría en vida proyectarse de manera brutal contra el imperfecto mundo occidental, que además de contener los mecanismos pacíficos e intelectuales para su continuo desarrollo y perfeccionamiento, hemos visto también que contiene, por suerte para todos, los medios efectivos para su defensa.

Artículos de este autor pueden ser consultados en http://www.cubalibredigital.com

 
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