Fidel Castro: Más cerca de Pablo Escobar que de Vladimir Lenin |
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Miércoles, 05 de Diciembre de 2012 08:29 |
Por Jorge Hernández Fonseca.-
La irrupción de Fidel Castro en la vida política cubana la hace como lo hicieron otros muchos líderes pandilleros de la época. Rolando Masferrer, por ejemplo, también líder pandillero de una facción universitaria diferente a la de Castro, al terminar estudios entró en la política conservando su grupo paramilitar, “Los Tigres”, que lo siguió en su vida política fuera de la universidad, tal y como pretendía hacer Fidel Castro.
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Lunes, 03 de Diciembre de 2012 12:59 |
Por Yoani Sánchez.-
Al amplio repertorio de chistes populares se le ha agregado, hace unas semanas, uno que no deja de ser sintomático. Un par de amigos se encuentran en la calle y uno le pregunta al otro: “Oye ¿sabías tú que Cuba tiene el mayor y mejor pozo petrolero del mundo?” El sondeado empieza a cuestionarse en un primer momento si su compadre no habrá perdido la razón o si, por el contrario, acaban de descubrir un buen yacimiento de crudo y él mismo no está informado. Tal vez lo han dicho en el noticiero de la mañana que no ha podido ver, piensa por un momento. Así se queda cavilando en busca de una respuesta, cuando su socio rompe en una carcajada y anuncia: “Sí, chico, sí, nosotros tenemos el pozo petrolero Chávez #1, que ni se seca ni necesita recursos para explotarlo”.
El subsidio venezolano se hace sentir en cada esfera de la vida nacional y esa sensación no escapa a las bromas y a las ironías. Esta semana, el tema se ha potenciado aún más después de que Hugo Chávez pidiera permiso a la Asamblea Nacional de su país para recibir un nuevo tratamiento médico en la Isla. Supuestamente, Chávez arribó al aeropuerto de La Habana la madrugada del miércoles, aunque la prensa nacional se abstuvo de mostrar imágenes de ese momento. Desde días antes, ya se comentaba que el inquilino de Miraflores había tenido que venir de urgencia para recibir un nuevo tratamiento médico. Los rumores se dispararon alrededor de un posible empeoramiento de la salud del mandatario venezolano, pero el secretismo sigue marcando su estancia en Cuba. Ni una palabra se filtra, ni un doctor se atreve a dar testimonio, ni una revelación se escapa hacia los medios. Aun así, el nerviosismo se percibe en el aire.
Muchos temen que el “pozo petrolero Chávez #1” se pueda agotar y desencadenar con ello una crisis económica más profunda en nuestro país. Quizás los chistes callejeros tratan de reflejar la inquietud a través de la risa, pero detrás del sarcasmo se esconde la perenne desazón del mantenido. Tomado de EL PAÍS; MADRID; ESPAÑA |
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Sábado, 01 de Diciembre de 2012 10:25 |
Por Alejandro Armengol.-
Parece increíble, pero es real. El proceso político iniciado hace casi 54 años en la isla, lo que en una época se llamó la “revolución cubana”, se “batistianiza”. Igual mezcla de frivolidad y represión. Superstición y acomodamiento. Complacencia con el poder y frustración cotidiana. Sólo falta la violencia descarnada del asesinato cotidiano.
Por décadas el gobierno cubano viene repitiendo que “no hay una sola familia cubana que en los últimos 50 años llore a un familiar desaparecido, no hay una sola que llore a un familiar asesinado extrajudicialmente, no hay una sola denunciando trato inhumano degradante, torturas como las que se aplicaron en otros países de América Latina”.
La afirmación no solo ha sido cuestionada por diversos testimonios, sino que encierra una falacia. Las formas de represión ejercidas por el régimen cubano han sido mucho más organizadas y disciplinadas, sin tener que recurrir, hasta el momento y en la mayoría de los casos, a la violencia indiscriminada. Hay una porción de verdad en la afirmación del gobierno de La Habana, en el sentido de que no hay en Cuba un historial de desapariciones similar al que tienen diversas dictaduras latinoamericanas. Sin embargo, este criterio no lo absuelve de su historia represiva.
Es más, lo que en otros países es pasado, en Cuba es presente. En la isla se practica una represión sin tregua, aunque en la mayoría de los casos las largas condenas han sido sustituidas por breves arrestos preventivos.
La referencia a las desapariciones tiene cierta dualidad, ya que busca tanto la absolución como el destacar la eficiencia de la maquinaria represiva cubana. Esta le ha permitido prescindir de acciones que tanta “mala fama” acumulan sobre los violadores. Aunque se puede argumentar sobre la existencia de otras formas de “desaparición” en la isla –fusilamientos, juicios sumarios, condenas excesivas y encarcelamientos sin la celebración de un proceso penal, para citar algunos de los hechos ocurridos desde la llegada de Fidel Castro al poder–, hay un elemento importante a destacar: la diferencia entre el recurrir a lo prohibido con la intención de lograr un cambio de gobierno y el establecimiento de un régimen que cambia las leyes y normas con el objetivo de perpetuarse.
En este sentido, La Habana lleva años cambiando las reglas, cuando se señalan las diferencias que hay entre condenar a una persona por un delito de opinión y el expediente de colaborar con el enemigo. Es lógico pensar en actos de espionaje, terrorismo y sabotaje cuando se habla de ‘‘colaborar con el enemigo''. No en el caso cubano. Para el régimen de La Habana, esta colaboración puede ser algo tan simple como publicar una crónica en un periódico de Miami y España.
Al igual que en cualquier sociedad, el gobierno de la isla se encarga de definir lo que es un delito. Sin embargo, lo que disgusta a sus funcionarios es que alguien en cualquier lugar del mundo se cuestione esa definición.
La ira del gobierno cubano, por lo general, se expresa acompañada de la denuncia de que la isla se enfrenta a una “guerra terrible con una potencia nuclear”, cuando en realidad desde hace muchos años en el diferendo entre Cuba y Estados Unidos se puede hablar de la hostilidad de Washington mantenida en ciertas acciones, normas y leyes, pero no de acciones bélicas. Esto no lo reconocen los gobernantes de La Habana en palabras, pero sí en actos. Difícil comprender que una nación está en guerra con otra y al mismo tiempo le compra alimentos a su enemigo, agasaja a los legisladores del bando contrario y celebra subastas de tabacos donde los principales invitados y compradores no vienen de una trinchera sino viajan cómodamente al país anfitrión. Una guerra sin disparos y ataques mortíferos, sin cañones y acorazados.
Una contienda donde los únicos “barcos enemigos” que entran en aguas cubanas traen mercancías que se cargan en los puertos de la nación agresora. Cuba está en una “guerra”, dicen quienes gobiernan en la isla, y no le queda más remedio que encarcelar a los “agentes” que luchan en favor del otro lado. Sin embargo, un buen número de disidentes cubanos ha cumplido condenas de cárcel por el único “delito” de divulgar información y buscar cambios pacíficos.
Recalcar el carácter pacifista de su lucha no tiene otro objetivo que establecer un contraste: ése que existe entre las sentencias drásticas y una actividad que limita su acción al terreno de la palabra.
Raúl Castro ha utilizado una ecuación básica para mantenerse en el poder sin grandes problemas tras la desaparición de su hermano del control cotidiano de la situación: lograr un difícil equilibrio entre represión y reforma. Sólo que las reformas son cada vez más tenues y con mayor desánimo, mientras la represión se mantiene sin tregua.
Tomado de EL NUEVO HERALD
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Los últimos días del embargo a Cuba |
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Lunes, 26 de Noviembre de 2012 19:48 |
Por Antonio Caño,-
Entre los cambios históricos que se registraron en las elecciones presidenciales norteamericanas del 6 de noviembre, uno de los más notables fue el de la victoria, por primera vez, de un candidato del Partido Demócrata, entre la comunidad cubana de Florida. Eso, unido a las tímidas medidas aperturistas puestas en marcha por el régimen cubano en los últimos meses y al mayor margen de maniobra de que dispone en Washington un presidente que no puede ser reelegido, crea el mejor escenario que se ha conocido nunca para el levantamiento del embargo económico de Estados Unidos a Cuba, una reliquia de la política exterior norteamericana que ha sobrevivido hasta ahora pese a su ineficacia y su falta de apoyo internacional.
La semana pasada, en la ritual votación anual en la Asamblea General de las Naciones Unidas, todos los países condenaron ese embargo, con excepción del propio Estados Unidos, que solo tuvo el apoyo de Israel y Palau. La impopularidad de esa medida es evidente desde hace tiempo. También es obvio que, después de 50 años en vigor, no solo no ha servido para obligar al Gobierno cubano a adoptar medidas democratizadoras, sino que muchas veces ha sido la excusa para no tomarlas.
Si el embargo ha sobrevivido hasta ahora ha sido, simplemente, porque tenía el apoyo del exilio cubano, de fuerte influencia en el sur de Florida, un estado fundamental en la pugna electoral en este país. Pero eso ha cambiado ya. Nuevas generaciones de cubanos nacidos o crecidos en Estados Unidos no se sienten obligados a ser fieles al Partido Repúblicano como la única garantía frente al comunismo ni creen que la batalla contra Fidel Castro deba de ser el motivo de sus vidas. Por primera vez, un cubano-americano del Partido Demócrata, Joe García, ha sido elegido para ocupar un escaño por Florida en la Cámara de Representantes. Educados más en la solidaridad con sus familiares y compatriotas de la isla que en el odio a quienes obligó a sus antepasados al exilio, esa generación simpatiza con las medidas para facilitar el intercambio tomadas por Barack Obama y tiene el deseo de aumentarlo todo lo posible.
Esa corriente se ve, igualmente, favorecida por todos aquellos, sobre todo en Florida, que ven oportunidades económicas en Cuba y quieren que sus posibilidades de negocio no se vean limitadas por decisiones políticas que, además, resultan anacrónicas. Estados Unidos favorece la relaciones económicas con otro país comunista, como China, y, hasta hace poco, ha permitido cierto intercambio comercial con naciones rivales, como Irán, y continúa permitiéndolo con otras, como Venezuela. Los empresarios están desde hace tiempo entre los sectores que favorecen el levantamiento del embargo.
Siguen existiendo algunos que se resisten a dar ese paso. Los representantes republicanos de la comunidad cubana en el Congreso aún estiman que el levantamiento del embargo serviría para dar oxígeno al régimen de los hermanos Castro, precisamente en el momento en que ambos se aproximan al final de sus vidas.
Ese argumento, sin embargo, es débil ante el potencial que un mayor intercambio tendría para agilizar la transición democrática y estimular a los reformistas. El levantamiento del embargo podría, efectivamente, mejorar las condiciones económicas de los cubanos. Pero también facilitaría la presencia en Cuba de los grupos de oposición que actúan desde Florida y, sobre todo, pondría en manos de la oposición interna instrumentos de movilización de los que ahora mismo carecen. Con más dinero, más ordenadores, más teléfonos móviles, acceso a Google y a Twitter, las posibilidades de comunicar la realidad sobre el sistema político cubano se ampliarían considerablemente. Por otra parte, es dudoso que una población menos angustiada por la economía no estuviera también más interesada en la democracia.
Barack Obama, que inició su presidencia con gestos de buena voluntad hacia el Gobierno de La Habana parecía compartir ese punto de vista. Pero, frustrado por la poca receptividad del régimen, y acuciado, como sus antecesores, por el calendario electoral, abandonó enseguida ese camino. Ahora, más preocupado por su legado histórico, tiene una gran oportunidad de hacer algo que, probablemente, sería recordado como el principio del fin del comunismo en Cuba. El levantamiento del embargo tendría, junto a sus repercusiones previsibles, un efecto político y sicológico que serviría para marcar un antes y un después en las relaciones de Estados Unidos con Cuba y con toda América Latina. En estos momentos, eso es posible sin dejar sobre el siguiente candidato presidencial demócrata el pesado lastre de una derrota segura en Florida. Más bien, todo lo contrario.
Tomado de EL PAÍS; MADRID; ESPAÑA
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