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Artigos: Latinoamérica Democrática
Las FARC no dan su brazo a torcer PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Miércoles, 14 de Agosto de 2013 20:04

Por Salud Hernández-Mora

Humberto de la Calle proclamó que nunca antes se había avanzado tanto con la guerrilla en un proceso de paz. Pero si uno lee el comunicado gaseoso que firmaron ambas partes la semana anterior, sobre el punto referido a la participación política de las Farc, comprobará que todo lo polémico sigue sobre la mesa y que las grandes palabras del jefe de la delegación gubernamental las entierran los raquíticos avances que mostrar y las propuestas inviables que a diario hacen las Farc por fuera de la mesa.

28 de julio de 2013 La Habana (Cuba). EFE/Ernesto Mastrascusa

Para las Farc cada día de La Habana es ganancia. En la isla, ante el mundo, posan de sufridos revolucionarios con ideales políticos

La banda terrorista sigue en su política de vivir de espaldas a la sociedad que un día tendrá que aprobar lo que firmen las dos partes, subidos a un pedestal de barro, convencidos de que saldrán victoriosos de la batalla que libran en Cuba sin sufrir el rasguños ni hacer concesiones. Prefieren insistir en que las encuestas que indican que más del 80 por ciento de la población no quiere verlos en las Cámaras legislativas, es un invento de los medios de comunicación de la oligarquía. El pueblo, aseguran, respalda su lucha.

El principal obstáculo en el segundo punto de la agenda, además del rechazo social mencionado, es que las Farc pretenden hacer política sin pasar un día tras las rejas y sin pedir perdón ni contar la verdad a sus cientos de miles de víctimas. Reiteran que más que reprocharles lo que hicieron, la nación debe estudiar todas las violencias desde los años cuarenta de siglo pasado, con el fin de diluir sus responsabilidades concretas. Por esa razón no están de acuerdo con el Marco Jurídico para la paz, que Santos y sus aliados en el Legislativo pensaron que era una concesión que las Farc verían con buenos ojos. Lo rechazan porque supone aceptar sus crímenes y la justicia transicional y ellos, aseguran hasta el cansancio, no cometieron ninguno, solo posibles “errores” en una guerra de medio siglo.

En cuanto a su integración a la vida democrática, sacaron una interminable lista de la compra, con infinitas ramificaciones, que va desde que le regalen un canal de televisión, le otorguen unos cuantos escaños a dedo, les aseguren que tendrán poder en las regiones que les interesa, hasta una Asamblea Constituyente para cambiar el sistema político a su conveniencia, pasando por negar la legitimidad de la Justicia.

Santos les apremia para que corran y firmen algo en noviembre, mes en que tendrá que decidir si lanza o no su candidatura a la relección, pero los comandantes guerrilleros no hacen sino enredar la madeja y repetir que los afanes no son para ellos.

A su favor tienen el papel de apagafuegos del proceso de paz que el gobierno de Juan Manuel Santos asumió de manera voluntaria, calmando las llamas cuando la gente se indigna por las prepotentes salidas de tono de la guerrilla. Incluso acuñaron la etiqueta: “enemigos de la paz” para aplicársela a cualquiera que discrepe del curso de las negociaciones, pero más que nada a los uribistas, dando a entender que Santos y su equipo, junto con las Farc, son los únicos pacifistas del país.

El Presidente, al que solo uno de cada tres colombianos querría ver otro periodo en Casa Nariño, sabe que la paz es su única carta potente para reversar una tendencia que se mantiene constante en todos los sondeos. Y esa debilidad la conocen las Farc, que son los que llevan la batuta en La Habana y quienes preferirán aguardar a las presidenciales de mayo próximo para ver con quien rematan el proceso de paz. Porque salvo que vayan a la velocidad de la luz, será imposible evacuar los cinco puntos este año. Y para las Farc cada día de La Habana es ganancia. En la isla, ante el mundo, posan de sufridos revolucionarios con ideales políticos, sin perder en Colombia el poder que le otorgan las armas, el único que justifica las conversaciones en Cuba.

Tomado de INFOLATAM

 
Las cartas sobre la mesa PDF Imprimir E-mail
Escrito por Tomado de INFOBAE   
Miércoles, 07 de Agosto de 2013 13:16

Por Fernando H Cadoso.-

Salí de Brasil después de que las manifestaciones populares habían causado un tsunami en la evaluación de los principales dirigentes políticos. En Europa, los noticieros repiten hasta la saciedad la crisis egipcia, el regreso de la incertidumbre en Túnez, el trágico desarrollo de la guerra civil siria, los atentados sin fin en Pakistán y Afganistán. En fin, una rutina de tragedias anunciadas que, vistas de lejos, parecen “cosas del tercer mundo”.

En cuanto a eso, la economía china se está encogiendo, Estados Unidos confía en la recuperación y Europa se contorsiona en ajustes sin fin. De Brasil resuenan apenas los pasos del papa Francisco, a veces tocando el suelo lodoso de los yermos a los que lo lleva su predicación.

De nuestras aflicciones financieras, los mercados externos hablan ocasionalmente, pero siempre se cuidan de ellas, retirando sus inversiones a la primera señal de alarma. Del colapso político hay pocas referencias. Aunque hasta ahora ninguna crisis de legitimidad haya sido el gatillo del torbellino popular, éste terminó por mostrar que existe algo parecido.

Si los medios occidentales se preocuparan más por nuestra política, tal vez verían que no es sólo en África y en el Medio Oriente donde hay un desencuentro entre el poder y el pueblo. Hay algo que no está funcionando bien en la política, incluso en los rincones más distantes de Occidente, como América del Sur. Hay un nexo en ese desarreglo: las sociedades urbanas de masas, ahora hiperconectadas por Internet, se sienten mal representadas por quienes las gobiernan. Eso vale tanto para nosotros como para Italia, España, Grecia, Portugal, así como valió para Islandia y puede llegar a valer en otras regiones en las que, además de la crisis de legitimidad política, los choques culturales y religiosos alimentan otra crisis, la de identidad.

En nuestro caso, como en los demás países occidentales, el factor general más evidente que condiciona y posibilita el surgimiento del malestar político se deriva de la crisis financiera de 2007-2008. Pero sería engañoso pensar que basta con retomar el ritmo de crecimiento de la economía para que se arregle todo. Es mejor tener cautela y reconocer que, una vez visto desnudo al rey, su magia se deshace o por lo menos engaña a menos incautos.

Las nuevas formas de sociabilización creadas por los medios directos de información y comunicación están exigiendo una revisión profunda en el modo de hacer política y en las instituciones en las cuales se ejerce el poder.

La desconfianza hacia los partidos y los políticos es generalizada, aunque no alcance el mismo grado en todos los países, ni todas las instituciones se estén derrumbando o sean incapaces de mejorar. Hasta ahora, los efectos constructivos de la presión popular sobre las instituciones –salvo en Islandia– están por verse. Pero basta que haya elecciones para que caigan los gobiernos, de izquierda, de derecha o de lo que sean. Como caería el nuestro si las elecciones fueran en breve.

La cuestión es compleja y hay responsables políticos en mayor o menor grado. Para empezar, el gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva se burló de la crisis: Era una “olita” y siguió funcionando amablemente como si no se necesitara hacer nada para ajustar el rumbo. Hubo, no obstante, una evaluación errada de la coyuntura.

Pero hubo otras ineptitudes. La arrogante política de Lula y del Partido de los Trabajadores colocó la linterna en la popa del barco y, dirigiéndose hacia el pasado, retomó las políticas de los tiempos militares del presidente general Ernesto Geisel (1975-1979) como si avanzara intrépida hacia el futuro. Tomó subsidios para pobres y ricos, más para éstos que para aquellos, pero sin razón al ayudar a los ricos como a los pobres. Tarde se dieron cuenta de que la cobija era demasiado corta: faltaba dinero. Si hay problemas, viene el maquillaje. La Tesorería se endeudó, prestando dinero en el mercado, pasándolo al Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social, que proporciona los mismos recursos a los empresarios amigos del rey. Se toma dinero digamos a 10 % y se otorga a cinco. El que paga la fiesta es usted, soy yo, somos todos los contribuyentes y los consumidores, pues algo de esa magia se convierte en inflación.

El maquillaje fiscal ya no engaña a nadie. El mismo gobierno dice que su deuda líquida no aumenta, pero los que saben leer los balances ven que la deuda bruta aumenta y los que invierten o prestan –nacionales o extranjeros– han aprendido muy bien a leer las cuentas. Dejan de darle crédito al gobierno, pero todavía observan sus piruetas para fingir que es austero y mantiene su superávit primario.

No es solo eso. En vez de preparar a Brasil para un futuro más eficiente y decente, con reglas claras y competitivas que incentiven la productividad, el “modelo” retrocedió al clientelismo, al proteccionismo gubernamental y a la injerencia creciente del poder político en la vida de las personas y las empresas.

Y no apenas gracias a las características personales de la presidenta Dilma Rousseff: la visión del Partido de los Trabajadores desconfía de la sociedad civil y la unce al gobierno y al partido, convirtiendo al Estado en la rueda única de la economía. Peor e inevitable, la corrupción llega, independientemente de los deseos de quien esté en la cumbre. Ese sistema no es nuevo; fue coronado hace tiempo, todavía en el primer mandato de Lula, cuando se armó el escándalo de las ”mensualidades’’ (el uso ilícito de fondos públicos para comprar votos en el congreso). También en ese caso hubo responsables políticos y no todos están en la lista del Tribunal Federal Supremo.

Con o sin conciencia de sus yerros, la política del PT es responsable de mucho de lo que existe. No por casualidad su líder supremo, después de un prolongado silencio, al hablar fue claro: se identificó con las instituciones que la calle critica y, como el mítico Macunaima (de la novela homónima del escritor brasileño Mario de Andrade, 1893-1945), le aconsejó a la presidenta que se hiciera oposición a sí misma, como si no fuera el gobierno.

Si las oposiciones pretenden sobrevivir al cataclismo, el momento es ahora. Brasil quiere y necesita cambiar. Llegó el momento de que las voces de la oposición se comprometan con un nuevo estilo de política y de que procedan de ese modo. Escuchando e interpretando el significado de la protesta popular. Siendo directas y sinceras.

Basta de corrupción y de falsas manías de grandeza. Enfrentemos lo esencial de la vida cotidiana, desde los transportes hasta la salud, la educación y la seguridad social, no para prometer el milagro de la solución inmediata sino la transparencia de las cuentas, de las dificultades y de los propósitos.

Y no nos engañemos más: o nos capacitamos para participar y competir en un mundo global áspero y en crisis o nos condenamos a la irrelevancia.

 
México: Marihuana y Distrito Federal PDF Imprimir E-mail
Escrito por Tomado de INFOBAE   
Domingo, 04 de Agosto de 2013 11:45

Por Jorge Castañeda.-

Ayer la Fundación Miguel Alemán auspició una discusión entre seis mexicanos reunidos desde hace tiempo para debatir diversos temas, y en particular el que figuró en la convocatoria de la fundación: la despenalización del consumo de la marihuana en el Distrito Federal.

María Elena Morera, ex directora de México Unido Contra la Delincuencia, Héctor Aguilar Camín y cuatro ex miembros de los gabinetes de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón expusimos las razones por las cuales hemos decidido apoyar esta iniciativa, y las formas que hemos escogido para hacerlo. Quisiera aquí retomar algunos de los puntos que no pude desarrollar con la amplitud que hubiera deseado.

En primer lugar, es fundamental subrayar la dinámica internacional de la despenalización en el DF que puede traer. Como me señaló el editor de un periódico norteamericano, si el DF llegara a despenalizar el consumo de la marihuana, desde el punto de vista internacional, esto colocaría al gobierno mexicano en una situación a la vez compleja y favorable.

Difícilmente Peña Nieto podría mantener la postura prohibicionista, punitiva y terriblemente onerosa de los últimos 40 años, con las variaciones propias de cada sexenio, si la legislatura local de su propia capital diera un paso en sentido opuesto, por pequeño que fuere ese paso.

Si el gobierno federal se encontrara en dificultades para seguir siendo partidario de la postura prohibicionista lanzada por Richard Nixon en 1971, Washington perdería a uno de sus aliados más cercanos en la llamada ”guerra contra las drogas’’.

Es cierto que nada de esto es obligatorio, los márgenes siempre son más amplios. También es un hecho que EPN podría cuestionar la constitucionalidad de una decisión de esta naturaleza por las autoridades capitalinas, apartándose de la posición que ha seguido Obama frente a los estados de Washington y Colorado. Incluso tal vez ganaría un recurso si lo interpusiera. O, sin que eso sucediera, podría en teoría seguir fiel a la posición punitiva, quizás cuestionado, pero no necesariamente debilitado.

De cualquier manera, la consecuencia internacional de esa decisión sería enorme, y enterraría quizás para siempre la tesis de que México no puede avanzar en esta dirección si no lo hace Estados Unidos. Un segundo aspecto que sí fue discutido en la mesa de la Fundación Miguel Alemán y que merece un comentario adicional es aquel planteado por un ex subsecretario de Salud, José Campillo, y también por Aguilar Camín, sobre la posible hipocresía o futilidad de despenalizar el consumo, manteniendo la prohibición de producir, vender y comprar. Aunque esta es la vía que siguió Portugal hace unos años, con buenos resultados, es cierto que encierra una contradicción: ¿cómo se puede poseer o consumir algo legalmente si no se puede comprar, vender o producir legalmente?

Las respuestas a esta pregunta son múltiples, desde aquella, por ejemplo, promovida por Armando Santacruz de México Unido Contra la Delincuencia, entre otros, sobre los clubs de cannabis en la Ciudad de México. Estos fueron objeto ya de una solicitud de autorización ante la Secretaría de Gobernación y la Cofepris, ambas siendo denegadas, y ahora es objeto de un recurso de amparo ante la justicia federal.

Otra posibilidad radica en la propuesta inicial del gobierno de Uruguay, a saber el monopolio estatal de la producción de marihuana y la venta por el Estado de la misma. Esta solución no prosperó y fue sustituida y ayer aprobada la legalización de la producción, comercialización y consumo de marihuana, en Montevideo, Uruguay.

Los seis participantes en la mesa hemos pensado que conviene centrar este esfuerzo en la exclusiva despenalización del consumo, sólo de la marihuana, y sólo en el DF, aunque las declaraciones de Graco Ramírez, gobernador de Morelos, en el mismo foro desde el público fueron tan audaces y contundentes que posiblemente se abra también una posibilidad en ese estado vecino.


 
Marihuana y Distrito Federal PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Viernes, 02 de Agosto de 2013 10:25

Por Jorge Castañeda.-

Ayer la Fundación Miguel Alemán auspició una discusión entre seis mexicanos reunidos desde hace tiempo para discutir diversos temas, y en particular el que figuró en la convocatoria de la Fundación: la despenalización del consumo de la marihuana en el Distrito Federal. María Elena Morera, ex directora de México Unido Contra la Delincuencia, Héctor Aguilar Camín y cuatro ex miembros de los gabinetes de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón expusimos las razones por las cuales hemos decidido apoyar esta iniciativa, y las formas que hemos escogido para hacerlo. Quisiera aquí retomar algunos de los puntos que no pude desarrollar con la amplitud que hubiera deseado.

En primer lugar, es fundamental subrayar la dinámica internacional de la despenalización en el DF que puede traer. Como me señaló el editor de un periódico norteamericano, si el DF llegara a despenalizar el consumo de la marihuana, desde el punto de vista internacional, esto colocaría al gobierno mexicano en una situación a la vez compleja y favorable. Difícilmente Peña Nieto podría mantener la postura prohibicionista, punitiva y terriblemente onerosa de los últimos 40 años, con las variaciones propias de cada sexenio, si la legislatura local de su propia capital diera un paso en sentido opuesto, por pequeño que fuere ese paso. Si el gobierno federal se encontrara en dificultades para seguir siendo partidario de la postura prohibicionista lanzada por Richard Nixon en 1971, Washington perdería a uno de sus aliados más cercanos en la llamada “guerra contra las drogas”.

Es cierto que nada de esto es obligatorio, los márgenes siempre son más amplios. También es un hecho que EPN podría cuestionar la constitucionalidad de una decisión de esta naturaleza por las autoridades capitalinas, apartándose de la posición que ha seguido Obama frente a los estados de Washington y Colorado. Incluso tal vez ganaría un recurso si lo interpusiera. O, sin que eso sucediera, podría en teoría seguir fiel a la posición punitiva, quizás cuestionado, pero no necesariamente debilitado. De cualquier manera, la consecuencia internacional de esa decisión sería enorme, y enterraría quizás para siempre la tesis de que México no puede avanzar en esta dirección si no lo hace EU.

Un segundo aspecto que sí fue discutido en la mesa de la Fundación Miguel Alemán y que merece un comentario adicional es aquel planteado por un ex subsecretario de Salud, José Campillo, y también por Aguilar Camín, sobre la posible hipocresía o futilidad de despenalizar el consumo, manteniendo la prohibición de producir, vender y comprar. Aunque esta es la vía que siguió Portugal hace unos años, con buenos resultados, es cierto que encierra una contradicción: ¿cómo se puede poseer o consumir algo legalmente si no se puede comprar, vender o producir legalmente?

Las respuestas a esta pregunta son múltiples, desde aquella, por ejemplo, promovida por Armando Santacruz de México Unido Contra la Delincuencia, entre otros, sobre los clubs de cannabis en la Ciudad de México. Estos fueron objeto ya de una solicitud de autorización ante la Secretaría de Gobernación y la Cofepris, ambas siendo denegadas, y ahora es objeto de un recurso de amparo ante la justicia federal.

Otra posibilidad radica en la propuesta inicial del gobierno de Uruguay, a saber el monopolio estatal de la producción de marihuana y la venta por el Estado de la misma. Esta solución no prosperó y fue sustituida y ayer aprobada la legalización de la producción, comercialización y consumo de mariguana, en Montevideo, Uruguay.

Los seis participantes en la mesa hemos pensado que conviene centrar este esfuerzo en la exclusiva despenalización del consumo, sólo de la marihuana, y sólo en el DF, aunque las declaraciones de Graco Ramírez, gobernador de Morelos, en el mismo foro desde el público fueron tan audaces y contundentes que posiblemente se abra también una posibilidad en ese estado vecino.

Tomado de INFOLATAM

 
Brasil y la Alianza del Pacífico PDF Imprimir E-mail
Escrito por Indicado en la materia   
Martes, 30 de Julio de 2013 01:11

Por Carlos Malamud.-

Resulta una obviedad decir que al gobierno brasileño no le gusta la Alianza del Pacífico. Y no le gusta por diversos motivos, comenzando por el hecho nada despreciable de que no forma parte de ella. No sólo eso, la misma existencia de la Alianza confronta a sus élites nacionales con algunos de sus máximos desafíos futuros y con una serie de problemas no resueltos, como su inserción en el mundo globalizado y su relación con Estados Unidos y la Unión Europea.

MONTEVIDEO (URUGUAY), 12/07/2013.- EFE/Iván Franco

Dilma Rousseff ha cambiado de táctica, dejando de insistir de forma altisonante en una política hecha bandera durante la administración Lula por otra más silenciosa y de más largo aliento

En este sentido asistimos a una considerable paradoja que sólo esconde una profunda contradicción. Por un lado Brasil aspira a ser un destacado actor global y para ello reivindica su pertenencia a los BRICS y un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. En este último sentido, recientemente Dilma Rousseff ha cambiado de táctica, dejando de insistir de forma altisonante en una política hecha bandera durante la administración Lula por otra más silenciosa y de más largo aliento, en mayor consonancia con el lento proceso de reforma de la ONU. Por otro lado, su política regional lo aboca al aislamiento internacional.

Volviendo a la animadversión brasileña con la Alianza, hemos escuchado la semana pasada declaraciones de dos altos cargos del gobierno federal totalmente opuestas al nuevo proyecto de integración regional y favorables al Mercosur. No se trataba de cualquier opinión, ya que fueron emitidas por dos de los mayores responsables de la política exterior de Brasil, Antonio Patriota, el ministro de Relaciones Exteriores y Marco Aurelio García, el principal asesor de la presidente para política internacional.

Marco Aurelio García, en un congreso académico que repasaba la política exterior brasileña de la última década, apuntó de forma concluyente que la Alianza del Pacífico “no tiene relevancia económica y no representa competencia para el Mercosur”. En la misma línea se expresó Antonio Patriota en un encuentro con corresponsales extranjeros cuando dijo que la Alianza era “un esfuerzo que reúne países con características semejantes, pero es una alianza, no una zona de libre comercio, una unión aduanera o mucho menos un proyecto de integración profunda como el Mercosur”.

Desde la perspectiva brasileña la evidencia es demoledora. La Alianza del Pacífico no sólo carece de relevancia económica, sino tampoco tiene un proyecto de integración profunda como sí posee Mercosur. Si bien la reacción brasileña es comprensible, no se entiende el porqué de tanta soberbia. Es verdad que la Alianza le da relevancia estratégica a México, el principal rival de Brasil en América Latina, y que por la vía de los hechos acaba con el dilema de América del Sur versus América Latina, pero esto no basta como factor explicativo.

No es negando la evidencia ni ocultando las amenazas bajo la alfombra como Brasil será un gran país, una potencia regional y un destacado actor internacional. Durante décadas Itamaraty ha sido escuela y escenario de una de las diplomacias mejor formadas y más eficientes del mundo. Los comentarios del ministro Patriota, embajador de carrera, desdicen esa trayectoria. En esta oportunidad abundó en una opinión vertida tras la Cumbre de Cali de la Alianza a la que definió como un excelente producto del marketing y la publicidad, pero con escasa sustancia: “Cuando hablo de que la Alianza del Pacífico es marketing o que se trata de un envoltorio nuevo de un producto existente no quiero disminuir nada, pues se trata de países que son importantes para Brasil. Y Brasil espera que su esfuerzo contribuya para dinamizar esas economías y eleven el nivel de vida”.

García reforzó el argumento: “La Alianza del Pacífico no debe hacernos abandonar nuestro sueño de ninguna manera. Su PIB regional es mucho menor que el del Mercosur [200.000 millones de dólares contra 330.000 millones]. El bloque no parece formado por países con dinamismo económico y surgió de un sistema de reducciones tarifarias existentes hace tiempo. La Alianza del Pacífico tuvo un efecto publicitario muy fuerte, pero tuvo pocos resultados, a no ser para aquellos que ya estaban convencidos antes de su creación”.

No sé si finalmente la Alianza del Pacífico dará los frutos esperados, pero lo que está claro es que apunta en la dirección correcta: apertura internacional e inserción en las cadenas de valor. En Brasil está ocurriendo todo lo contrario. En lugar de plantearse cómo abrirse al mundo prefieren recluirse en el Mercosur, insistiendo en su “profundidad” estratégica. Con Argentina y Venezuela de socios este último extremo es bastante cuestionable y todavía lo será más si el próximo país en incorporarse al bloque es Bolivia, a cuyo gobierno la sola mención de las palabras “libre comercio” le resulta contradictoria con su proyecto político. Sin embargo no todos los brasileños piensan igual. Cada vez son más los que creen en la irrelevancia de Mercosur.

Marco Aurelio García sigue convencido que fue la confluencia de gobiernos “progresistas” lo que permitió avanzar en la construcción de Unasur. En realidad ocurrió todo lo contrario ya que ésta es su mayor debilidad. Unasur, y ahora en Mercosur sucede lo mismo, no se está construyendo en torno a normas e instituciones sino a la voluntad y al protagonismo de los presidentes. Cuando este protagonismo deja de funcionar se observa una desaceleración de sus proyectos de integración, que comienzan a mostrar sus debilidades para luego entrar en crisis. La muerte de Hugo Chávez ha dejado algunas enseñanzas al respecto.

Tomado de INFOLATAM

 
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