Escrito por Tomado de INFOBAE
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Lunes, 14 de Abril de 2014 18:38 |
Por Carlos Alberto Montaner.-
A Nicolás Maduro le salió muy mal la primera ronda de conversaciones en el palacio de Miraflores. No sólo de consignas vive el hombre. Él, su gobierno, y media Venezuela, por primera vez debieron (o pudieron) escuchar en silencio las quejas y recriminaciones de una oposición que representa, cuando menos, a la mitad del país.
El revolucionario es una criatura voraz y extraña que se alimenta de palabras huecas. Era muy fácil declamar el discurso ideológico socialista con voz engolada y la mirada perdida en el espacio, tal vez en busca de pajaritos parlantes o de rostros milagrosos que aparecen en los muros, mientras se acusa a las víctimas de ser fascistas, burgueses, o cualquier imbecilidad que le pase por la cabeza al gobernante.
El oficialismo habló de la revolución en abstracto. La oposición habló de la vida cotidiana. Para los espectadores no dogmáticos el resultado fue obvio: la oposición arrasó.
Es imposible defenderse de la falta de leche, de la evidencia de que ese pésimo gobierno ha destruido el aparato productivo, de la inflación, de la huida en masa de los venezolanos más laboriosos, de las pruebas de la corrupción más escandalosa que ha sufrido el país, del saqueo perpetrado diariamente por la menesterosa metrópoli cubana, del hecho terrible que el año pasado fueron asesinados impunemente 25 000 venezolanos por una delincuencia que aumenta todos los días.
¿Por qué Maduro creó esa guarimba antigubernamental en Miraflores? ¿Por qué pagó el precio de dañar inmensamente la imagen del chavismo y mostrar su propia debilidad dándole tribuna a la oposición?
Tenía dos objetivos claros y no los logró. El primero era tratar de calmar las protestas y sacar a los jóvenes de las calles. El “Movimiento Estudiantil” –la institución más respetada del país, de acuerdo con la encuesta de Alfredo Keller—había logrado paralizar a Venezuela y mostrar las imágenes de un régimen opresivo patrullado por paramilitares y Guardias Nacionales que se comportaban con la crueldad de los ejércitos de ocupación y ya habían provocado 40 asesinatos.
El segundo objetivo era reparar su imagen y la del régimen. Las encuestas lo demostraban: están en caída libre. Ya Maduro va detrás de la oposición por unos 18 puntos. Lo culpan (incluso su propia gente) de haber hundido el proyecto chavista y de ser responsable del desabastecimiento y de la violencia. Casi nadie se cree el cuento de que se trata de una conspiración de los comerciantes y de Estados Unidos. La inmensa mayoría del país (81%) respalda la existencia de empresas privadas. Dos de cada tres venezolanos tienen la peor opinión del gobierno cubano.
Ese fenómeno posee un alto costo político internacional. Ciento noventa y ocho parlamentarios sudamericanos de diversos países, encabezados por la diputada argentina Cornelia Schmidt, se personaron ante la Corte Penal Internacional de La Haya para acusar a Maduro de genocidio, torturas y asesinatos. Eso es muy serio. Puede acabar enrejado, como Milosevic.
Ser chavista sale muy caro. Lo comprobó el candidato costarricense José María Villalta. Esa (justa) acusación lo pulverizó en las urnas. En una encuesta realizada por Ipsos en Perú se confirmó que el 94% del país rechaza a Maduro y al chavismo. Eso lo sabe Ollanta Humala, quien hoy pone una distancia prudente con Caracas. Ni siquiera al popular Lula da Silva le convienen esas amistades peligrosas. Sólo Rafael Correa, quien padece una notable confusión de valores y no entiende lo que son la libertad y la democracia (en Miami se empeñó en defender a la dictadura de los Castro), insiste en su inquebrantable amistad con Maduro.
La oposición, como dijo Julio Borges, va a seguir en las calles y, por supuesto, continuará dialogando con el régimen. ¿Hasta cuando? Hasta que suelten a los presos políticos, incluidos los alcaldes opositores, restituyan sus derechos a María Corina Machado y Leopoldo López. Hasta que el régimen renuncie al tutelaje vergonzoso e incosteable de La Habana, configure un Consejo Nacional Electoral neutral y le devuelva la independencia al Poder Judicial. Hasta que el gobierno desista de la deriva comunista y admita que los venezolanos no quieren “navegar hacia el mar cubano de la felicidad”. En definitiva, hasta que celebren unas elecciones limpias, con observadores imparciales y se confirme lo que realmente quiere el pueblo: que se vayan Maduro y sus cómplices.
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Escrito por Indicado en la materia
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Jueves, 10 de Abril de 2014 14:54 |
Por Jorge Sayegh.-
No es la primera vez que gobierno y oposición se sientan a negociar el ejercicio de la democracia. Hace 11 años se firmó un acuerdo bajo la asistencia del Centro Carter, PNUD y OEA para corregir, entre otros, dos puntos que todavía hoy presentan una distorsión inaceptable: grupos armados e instituciones parcializadas a favor del gobierno. ¿Por qué habríamos de creer esta vez que los acuerdos no se convertirán en letra muerta? En realidad, nada nos lo asegura pero, si queremos resultados eficaces y permanentes, sólo con métodos democráticos podremos derrotar la naturaleza totalitaria del actual régimen.
En 2005 la oposición cometió otro de los errores garrafales que nos ha traído al atolladero donde nos encontramos: decidió no participar en las elecciones parlamentarias (sólo como ejercicio de memoria recordaré que Leopoldo López y María Corina Machado lideraron esa política abstencionista suicida). A partir de entonces el chavismo, en solitario, creó todas las condiciones para poner el juego político a su favor. El actual debate intenta cambiar estas condiciones.
El diálogo podría ser el principio del fin para una crisis endémica de 15 años y es el resultado de un caos de acciones de protesta espontáneas -carentes de estrategia articulada- que exigían un improbable cambio de gobierno. Hoy el gobierno legitima a la oposición (irónicamente a quienes no alentaron la protesta), pero también la oposición al gobierno. Y el reconocimiento es el primer paso indispensable para solucionar problemas. Cuando a Isaak Ravin le increpaban por creer que podía acordarse la paz con los palestinos, respondía: "si quieres paz, tienes que negociarla con tu enemigo". Ravin no murió a manos del enemigo, sino por la bala de un judío radical que se oponía al diálogo. EL UNIVERSAL; CARACAS
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Última actualización el Jueves, 10 de Abril de 2014 15:23 |
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Escrito por Indicado en la materia
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Domingo, 06 de Abril de 2014 13:40 |
Por MARÍA CORINA MACHADO.-
Salgo del Congreso de Brasil, emocionada por ejercer el deber y el honor de hablar, como diputada, en nombre de todos los venezolanos. Coincidía con un homenaje a parlamentarios que hace 50 años la dictadura había expulsado del Congreso, acusados de "traición a la patria por haber criticado a su país en el exterior". Esto pudo influir en el entusiasmo con que los diputados, de pie, gritaban: "Venezuela", "democracia", "valientes" y "libertad", al retirarme de la plenaria. La operación del régimen para impedir que el mundo conozca sus crueles violaciones a los DDHH, a la soberanía popular y a la libertad de expresión, ha sido costosa e inútil. Parlamentos, periódicos y hogares de todos los continentes llaman al régimen venezolano como lo que es: una dictadura. Hasta hace dos meses, el régimen hizo creer que nos habíamos resignado. Venezuela despertó. Las órdenes cubanas de reprimir toda "candelita", con la furia criminal de bandas paramilitares, la PNB y la GNB, provocaron mayor indignación y energía para el movimiento cívico más amplio y profundo de nuestra historia. El régimen cruzó una línea roja y ahora, para los actores extranjeros, la indiferencia es complicidad. Un pueblo está en la calle decidido a avanzar, irreversiblemente y sin demora, en la transición hasta la democracia. Un país que exige un cambio, no sólo de políticas o de gobernantes, sino en los valores, en el modelo de sociedad y que está decidido a hacerlo por las vías democráticas que contempla la Constitución. Por ello, no admitiremos un nuevo engaño con un llamado a diálogo que pretenda desmovilizar la protesta o aparentar legitimidad. En cuanto a los poderes públicos, rechazamos la oferta de cuotas para maquillarlos. Se impone la recomposición total del CNE, la Fiscalía General, la Defensoría del Pueblo y la Contraloría, sólo para empezar. Hace dos años, en carta pública a Fidel Castro, le dije: "Cdte. Castro, deje de intervenir en los asuntos internos de Venezuela. Hágalo de buen grado o las fuerzas democráticas de Venezuela se lo haremos entender como hace 50 años". Los Castro ya entendieron que los venezolanos lucharemos hasta conquistar la democracia, la soberanía nacional y la libertad. Como diputada y ciudadana, le digo, Sr. Maduro: ha llegado la hora de que Ud. también lo entienda: Renuncie @mariacorinaYA
EL UNIVERSAL
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Venezuela: ¿Golpe de generales o golpe institucional? |
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Escrito por Indicado en la materia
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Domingo, 30 de Marzo de 2014 11:44 |
Por Maria Teresa Romero,-
El gobierno de Nicolás Maduro anuncia un nuevo intento de golpe de Estado en Venezuela y, como siempre, sin pruebas ni evidencias. Fue este martes 25 de marzo durante el encuentro con la Comisión de cancilleres de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), que el presidente de Venezuela informó sobre la captura de tres generales de la aviación que pretendían alzar a la fuerza aérea venezolana.
Aparte de dar los nombres de los conspiradores, la única explicación dada hasta ahora a los venezolanos y a la misión de UNASUR que se encuentra en el país para “acompañar, apoyar y asesorar” en un posible diálogo político entre el Gobierno y la fuerzas democráticas opositoras, es que la captura de los generales fue producto “de la poderosa moral de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), quienes denunciaron que se les convocó a un golpe de Estado”, aseguró Maduro, al tiempo que informó que estos militares “tenían contacto con los sectores más violentos de la oposición”.
Luego de tantísimas denuncias de intentos golpistas de militares y/o civiles que los dos gobiernos del chavismo han hecho durante 15 años en el poder, la opinión pública nacional e internacional tienden a tomar con cautela, a dudar, de esta nueva denuncia gubernamental.
En todo caso, lo que sí es notable y cada vez más preocupante es el atentado a la constitución, normativas e instituciones de la República Bolivariana de Venezuela por parte del gobierno de Nicolás Maduro.
Ha tenido especial impacto la destitución, este 24 de marzo, de María Corina Machado, la diputada opositora electa con mayor número de votos en el actual Parlamento, por haber aceptado ser representante alterna de Panamá ante la OEA el pasado 21 de marzo.
Esta expulsión claramente inconstitucional fue anunciada por quien ejerce ilegalmente el cargo de diputado y presidente de la actual Directiva del Parlamento, Diosdado Cabello, ya que es militar activo al haber sido reincorporado en diciembre pasado a la Fuerza Armada y ascendido a capitán del ejército por el presidente Maduro. El artículo 330 de la Constitución reza que “Los o las integrantes de la Fuerza Armada Nacional en situación de actividad tienen derecho al sufragio de conformidad con la ley, sin que les esté permitido optar a cargo de elección popular, ni participar en actos de propaganda, militancia o proselitismo político”.
El capitán Cabello y el resto de la directiva parlamentaria – quienes además no tienen facultad constitucional ni para destituir a otro diputado ni para acusarlo en forma subjetiva de “Traición a la Patria”- se amparó en el artículo 191 de la constitución venezolana, que prohíbe a los diputados detentar otro cargo simultáneo con la legislatura y aceptar reconocimientos de gobiernos extranjeros, para la destitución de Machado.
Sin embargo, el artículo constitucional citado por Cabello no se aplica en este caso porque la diputada solo fue acreditada por Panamá ante la OEA para que pudiera exponer a los representantes de los países miembros los masivos casos de violaciones de los derechos humanos por del régimen madurista. Esta es una práctica que tiene antecedentes en la organización. en 2009, por ejemplo, el ex presidente Hugo Chávez cedió su silla en la OEA a Patricia Rodas, canciller del ex presidente de Honduras Manuel Zelaya.
Como éste, otros dos casos recientes evidencian la fragrante usurpación a la voluntad popular, la persecución política a la oposición venezolana, y la violación a la Constitución de 1999 por parte del gobierno de Nicolás Maduro y los actuales representantes de los poderes públicos. Se trata los casos de los alcaldes de San Cristóbal (Estado Tàchira), Daniel Ceballos, y de San Diego (Estado Carabobo), Enzo Scarano, a quienes la Sala Constitucional –abiertamente politizad a favor del gobierno- del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) los destituyó de sus cargos y les mandó a apresar por supuestamente no haber cumplido las órdenes que le giró la instancia judicial para actuar contra las barricadas que estudiantes y opositores han levantado en sus municipios para protestar contra el gobierno.
A la vez, al dirigente de Voluntad Popular, Leopoldo López, preso ilegalmente desde hace más de un mes, también le han negado las pruebas a la defensa en el juicio.
Como bien han señalado los defensores de estos alcaldes y otros expertos juristas, la Sala del TSJ violó todos los derechos de los hoy ex alcaldes opositores: sus derechos a la defensa, al debido proceso, a acceder a un tribunal ya que en esos juicios express se les condenó por desacato, desconociendo la voluntad popular expresada en las elecciones municipales de diciembre de 2013 y la autonomía de los municipios. La Sala Constitucional actuó como un tribunal penal sin tener atribuciones para ello y su decisión afectó de manera irreversible (no puede ser apelada) a un cargo electo por medio del voto popular. El madurismo, en fin, está usando al TSJ para descabezar la disidencia política en Venezuela.
Estos golpes institucionales, estas ofensivas que se suman a los muertos, apresados y torturados de las últimas semanas, no hacen sino echarle fuego a la ola de protestas que no cesa por más represión ejercida por los cuerpos militares, policiales y de inteligencia del Estado, así como por los “colectivos” armados prochavistas que actúan conjuntamente con los organismos de seguridad. No hacen sino aumentar la situación de ingobernabilidad, caos y anarquía en el país. ¿Es eso lo que quiere el gobierno de Maduro con el fin de cerrar el círculo dictatorial aunque continúe hablando de paz y diálogo nacional?
Después de todo, sabe que la oposición no tiene el poder militar que él ha acumulado y que la comunidad democrática apenas ejercerá unas cuantas sanciones más simbólicas que reales.
INFOLATAM
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