La esposa de Alan Gross, el subcontratista del gobierno estadounidense que lleva tres años preso en La Habana, dijo que tiene la esperanza de que la reelección del presidente Barack Obama abrirá las puertas a un esfuerzo de la Casa Blanca para liberar a su esposo.
Juan O. Tamayo
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“Para ser honesta, estoy empezando a perder las esperanzas. Después de tres años, es natural”, dijo Judy Gross. “Pero creo que tengo un poco más de esperanza, ahora que las elecciones han pasado, que la Casa Blanca se puede ocupar en sacar a Alan de Cuba”.
La detención de Gross en La Habana desde el 3 de diciembre del 2009 se ha convertido en el impedimento clave en las esperanzas de la administración Obama de mejorar las relaciones con La Habana en temas como la migración, el contrabando de drogas y posibles derrames marítimos de petróleo.
Pero para Judy Gross, su esposo es un hombre injustamente preso que debe liberarse tan pronto como sea posible para unirse a su familia en Potomac, Maryland, y consolar a su madre Evelyn, de 90 años, quien pronto va a comenzar una nueva ronda de quimioterapia para el cáncer.
“La madre de Alan dice que a ella no le preocupa mucho su salud, que lo que a ella le preocupa es ver de nuevo a Alan”, dijo Judy Gross en una entrevista telefónica del jueves con El Nuevo Herald. “Y yo simplemente lo quiero en casa tan pronto como sea posible”.
Alan Gross, de 63 años, fue sentenciado a 15 años de prisión por entregar teléfonos satelitales a judíos cubanos, pagados por la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional bajo un programa a favor de la democracia proscrito por La Habana por considerarlo como parte de un intento para derrocar al sistema comunista.
Los teléfonos permiten acceso a internet y las personas en el exterior, pero eluden el estrechamente supervisado monopolio telefónico del gobierno. Cuba dice que su entrega es equivalente a actos contra su “independencia o integridad territorial”.
Judy Gross dice que su esposo fue primero a la isla con un grupo de otros judíos para aprender sobre la pequeña comunidad judía y entregarle medicinas, alimentos y otra asistencia humanitaria.
“El simplemente se enamoró de la comunidad porque es humanitario y una persona verdaderamente sociable”, recordó ella. “Así que él quería regresar y ayudarlos. Ellos estaban tan aislados, incluso necesitaban alimentos”.
Judy Gross dice que su esposo sufre ahora de dolores crónicos y tiene un nódulo en su espalda que las autoridades de La Habana insisten en que no es maligno, aunque un médico estadounidense que ha leído algunos de los informes médicos dijo que no descarta un cáncer.
“No comprendemos por qué Cuba no permite a un médico de una tercera parte para hacer una revisión independiente, y eso nos hace sospechar que quizás haya algo malo que están escondiendo”, agregó Judy Gross.
Durante sus tres años de detención en un hospital naval, Alan Gross, de seis pies de estatura, bajó de 240-250 libras a unas 150 libras, dijo su esposa, “y eso es también atemorizante, porque los cubanos dicen que le dan tres comidas al dia y sé que está comiendo”.
“El ahora pesa menos que yo”, bromeó Judy Gross, quien agregó que la pareja habla por teléfono alrededor de una vez a la semana.
Judy Gross concedió que en los primeros meses de la detención de su esposo, ella no criticó públicamente al gobierno cubano, con la esperanza de no enojar a La Habana y prolongar así el tiempo en prisión de Alan.
Pero poco a poco ha ido aumentando el volumen de sus demandas, ahora organiza piquetes en las afueras de la misión diplomática cubana en Washington y contrató este otoño al abogado de los derechos humanos Jared Genser para hacer avanzar la causa de Alan en el escenario internacional.
Hoy en día, ella dice que culpa en primer lugar “al gobierno cubano por arrestarlo por cargos falsos, para que pudiera ser un peón… Su arresto fue ridículo y su sentencia absolutamente inmerecida. Ellos simplemente debieron expulsarlo del país”.
También culpa al contratista privado USAID que contrató a Alan Gross para entregar los teléfonos satelitales, a Development Associates Inc. (DAI), por no alertarlo de los peligros que corría al ir a Cuba en una misión que era claramente peligrosa. Ella presentó demandas contra DAI y el gobierno estadounidense por $60 millones.
“USAID sabía que no era seguro”, dijo Judy Gross. “Alan quería ir para ayudar a las personas allí. Pero no hubiera ido si hubiera sabido que era peligroso”.
Algunos de los informes de Alan Gross a sus supervisores incluyen referencias a los riesgos que pasaba en Cuba.
La Habana ha hecho varias ofertas poco veladas para liberar a Gross a cambio de los cinco espías cubanos encontrados culpables en un juicio en Miami en 1998. La administración Obama acaba de rechazar, como a menudo, las ofertas de cambios, al decir que los dos casos no son similares.
Uno de los cinco cumple dos sentencias a cadena perpetua por cargos de conspiración para asesinar, por ayudar a aviones de guerra cubanos a derribar dos avionetas civiles en 1996, matando a todos los cuatro hombres de Miami que se encontraban a bordo. Otros tres aún se encuentran en prisión y el quinto terminó el año pasado su sentencia a prisión de 13 años y cumple ahora una libertad condicional de tres años en algún lugar de Estados Unidos.
Al preguntársele si está a favor de un cambio, Judy Gross dijo que ella entiende que la situación con los espías cubanos es “complicada”, pero no sabe mucho de lo que se acusa a los espías cubanos de haber hecho o los cargos legales exactos contra ellos.
“Estoy a favor de cualquier cosa que traiga a Alan a casa”, dijo ella, pero agregó que es el deber del gobierno de EEUU comenzar negociaciones con Cuba para su liberación.
“El simplemente decir no, no negociaciones, es irresponsable para mí. Se deben sentar y negociar”, insistió ella. “Decir no, eso nos hace sentir, para ser honesta, que al gobierno de EEUU no le preocupa que él esté en una prisión en Cuba”.